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Un empate engañoso

Lo que la situación de empate significa la mayoría de las veces es que el juego no ha empezado

JOSÉ LUIS DE ZÁRRAGA

Contra lo que piensan los políticos -y quizás los periodistas-, a cinco meses de unas elecciones la gente no tiene puesta la cabeza en ellas. Por eso, hablar de ‘intenciones de voto' cuando falta menos de medio año para las elecciones -y no digamos cuando faltan años- no tiene sentido real. Es sólo un modo engañoso de hablar para consumo de políticos y medios.
¿Qué significan los datos sobre intención de voto que proporcionan las encuestas cuando se obtienen, como ahora, a cinco meses de unas elecciones? La intención de voto es el resultado de un proceso complejo en el que influyen factores diversos: simpatías y antipatías, posiciones ideológicas más o menos conscientes, conciencia de intereses personales implicados en el resultado electoral, percepciones sobre la situación política.

La mayoría de estos factores están determinados por la coyuntura actual y su valor no es anticipable fuera de ella. Los políticos pueden valorar las alternativas imaginables desde el punto de vista de su interés electoral, escoger las que más les favorecen y diseñar estrategias orientadas a producirlas. Pero en qué medida logren sus objetivos y cómo influirán en ellos factores objetivos que se escapan a su control es impredecible. La decisión de voto será resultado de ello, y antes de que ese proceso de decisión se esté produciendo, es impredecible su resultado.

Hay que tener en cuenta que las encuestas preguntan sobre algo que la gente no tiene formado aún: una intención definida de voto. Antes de que las elecciones, como algo sobre lo que hay que decidir, entren en la conciencia de la gente, no hay intención de voto ninguna. Salvo, claro está, en los electores -que son muchos- para los que no hay nada que decidir, cuyo voto está decidido de antemano, porque tienen una posición política o ideológica firmemente establecida al margen de la coyuntura, los programas o los candidatos. En los demás hay -o puede haber- actitudes más o menos favorables a un partido u otro -o a la abstención-, pero no intenciones. Hay unas tendencias de voto.
Pocas diferencias

Esta encuesta, como la mayoría de las que se están haciendo ahora, da lo que los comentaristas llaman un empate técnico. O sea, que el voto estimado de los dos partidos principales difiere poco y sus fuerzas electorales parecen equilibradas. Eso es un empate; lo de llamarlo técnico -aunque tiene un significado estadístico relativo a los errores de muestreo- funciona más bien como un adorno para revestir el resultado de respetabilidad científica.

Pero los empates en las tendencias de voto estimadas por las encuestas son engañosos, porque tienden a interpretarse como anticipos del resultado electoral. En realidad, lo que la situación de empate significa la mayoría de las veces es que el juego no ha empezado. Cuando se juegue -en los próximos meses- las tendencias de voto se decantarán a favor de una u otra de las opciones.

Sobre este empate concreto que nuestro primer Publiscopio constata hay dos observaciones que hacer. La primera es que las tendencias latentes -las simpatías de los electores, las opciones entre las que dudan los indecisos...- son más favorables al Gobierno socialista que a la oposición del PP. Y la segunda es que la clave del desempate parece estar en la participación, más que en los flujos de voto entre partidos. En estas próximas elecciones, podría decirse, la abstención va a votar de un modo decisivo: quienes se abstengan no van a ser realmente, aunque lo pretendan, electores que se quedan al margen de la decisión; por el contrario, con su abstención van a decidir el resultado.

José Luis de Zárraga es sociólogo. 

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