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El dióxido de carbono viaja en avión

El sector turístico produce el 5% de las emisiones humanas de CO2

MANUEL ANSEDE

Si el turismo fuera un país, sería el quinto contaminante del mundo, tras EEUU, China, el conjunto de la UE y Rusia. El crecimiento de este sector comienza a hacer mella en el medio ambiente, debido, entre otros factores, al derroche energético de los aparatos de aire acondicionado de los hoteles y, sobre todo, al aumento del número de vuelos. En 1970, 165 millones de personas viajaron fuera de su país; en 2006 hubo 846 millones de pasajeros internacionales y se estima que en 2020 sean ya 1.600 millones.

La segunda Conferencia Internacional sobre Cambio Climático y Turismo, que concluyó ayer en Davos (Suiza), ha puesto sobre la mesa el reto de adaptar el sector turístico para mitigar su impacto sobre el planeta. El secretario general de la Organización Mundial de Turismo (OMT), Francesco Frangialli, ha admitido: 'El cambio climático es una realidad, sus efectos están demostrados y el sector tiene que contribuir a la solución de los retos que plantea'.

Previsión pesimista

Los datos son elocuentes: las diferentes esferas implicadas en el sector turístico, como el transporte y el alojamiento, producen entre el 4% y el 6% de las emisiones totales de dióxido de carbono. Según la OMT, esta liberación de gases de efecto invernadero podría además aumentar un 150% en los próximos tres decenios.

En este panorama contaminante, no todos los subsectores turísticos son igual de culpables. El avión es el principal responsable de las emisiones, con un 40% del total; y los viajes por carretera suponen el 32% del dióxido de carbono generado por los turistas.

'Los empresarios tienen que entender que ellos no sólo son responsables, sino que también son víctimas, porque serán los primeros en padecer las consecuencias', advirtió Frangialli en la inauguración de la conferencia. Como se desprende de sus palabras, el sector es como un pez que se muerde la cola. La industria aporta su granito de arena al calentamiento global, pero a la vez se prepara para sufrir las consecuencias del cambio climático: una transformación de las preferencias de los viajeros a escala planetaria.

El aumento de las temperaturas amenaza, por ejemplo, la supervivencia de los principales centros de esquí y de paraísos como el África subsahariana, Fidji, las islas Maldivas o el Caribe. En estas regiones, la subida del nivel del mar o la desertización, además de ser una amenaza directa para la población, pueden disminuir el flujo de visitantes, una de sus principales entradas de divisas.

La gran paradoja

Para Frangialli es posible luchar contra la pobreza a través del turismo. Este sector es el que genera una mayor inversión extranjera directa en los países de menor renta. 'El turismo está íntimamente ligado a la atenuación de la pobreza. Sería un error adoptar un enfoque excesivamente simplista, y que el cambio climático nos hiciera perder de vista cualquier otra prioridad', asegura el secretario general de la OMT.

La paradoja del sector turístico es que pretende, de manera simultánea, seguir creciendo, hacer frente al cambio climático y luchar contra la pobreza. El tiempo dirá si es posible acometer todos estos objetivos de una sola tacada.

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