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Recelo ante las balanzas fiscales

Los socialistas andaluces y catalanes pugnan, tras el resultado electoral, por la financiación y su presencia en el próximo Gobierno central

ANTONIO AVENDAÑO

Socialistas andaluces y catalanes se miran de reojo desde que el 9-M en Andalucía hubo un ligero retroceso de algo más de un punto y dos diputados, mientras que en Cataluña se produjo una fuerte mejora de casi seis puntos y cuatro escaños. El cómputo final, en todo caso, es favorable a Andalucía, que aporta 36 diputados al Congreso, frente a los 25 de Cataluña.

Desde el PSOE y desde el propio Gobierno andaluz se valoran los resultados del PSC, pero les place deslizar en privado una pregunta capciosa: ¿De quién son los votos del PSC en las generales: de Montilla o de Zapatero? Como PSC y PSOE-A son partidos hermanos, pero no primos, su respuesta es muy distinta.

Pero el asunto que más separa a ambos es la financiación autonómica. La contradicción entre andaluces y catalanes tiene hondo y múltiple calado: el PSC quiere bilateralidad y el PSOE-A, multilateralidad; el PSC persigue un modelo que acerque la financiación catalana al cupo vasco, mientras que el PSOE-A se mantiene en la doctrina clásica de pagar por renta y recibir por población; el PSC apuesta por la publicación de las balanzas fiscales, que el Gobierno difundirá en esta legislatura, y el PSOE-A ve la idea con recelo; el PSC sostiene que Cataluña soporta un esfuerzo fiscal muy superior a lo que recibe del Estado y el PSOE-A defiende que un andaluz hace el mismo esfuerzo fiscal que un catalán. Zapatero tendrá que hallar el casi imposible equilibrio entre ambas posiciones.  

El otro frente de batalla entre las inquietas pero disciplinadas proles andaluza y catalana de Pablo Iglesias será su presencia en el Gobierno. En 2004, Chaves situó dos valiosas piezas en el tablero: Carmen Calvo, en Cultura, y Magdalena Álvarez, en Fomento. Cuatro años después y dos diputados menos, Andalucía no va a conformarse con menos.

Magdalena

El nombre de la discordia será Magdalena Álvarez. Al PSC le gustaría verla fuera y al PSOE-A, dentro. Si, como preferiría Chaves, Zapatero la mantiene, el presidente tendrá que pagar un sobreprecio por la indignación en el PSC. Si prescinde de ella, el sobreprecio por la ofensa querrá cobrárselo Andalucía. Una enmienda transaccional podría ser ésta: mantener a Magdalena, si bien no en Fomento. Pero en tal caso el PSOE-A no querría renunciar a que uno de los suyos siguiera al frente del ministerio  más  inversor.

Un nombre plausible sería Francisco Vallejo, actual consejero de Innovación y ex consejero de Obras Públicas.
Aun así, conviene no olvidar que en el PSOE andaluz prácticamente el único valedor de peso de Magdalena Álvarez ha sido y sigue siendo el propio Chaves. En buena parte del partido y en casi todo el Gobierno andaluz el nombre de Magdalena no suscita muchas más simpatías que en el mismísimo PSC. Eso sí, lo disimulan muy disciplinadamente. 

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