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El sudoku vasco

La ‘España diversa' disputa el protagonismo a la crisis económica y la reforma de la Justicia

GONZALO LÓPEZ ALBA

Vuelve la 'España diversa' a disputar en el arranque de esta legislatura el protagonismo político a la crisis económica y al pacto sobre la Justicia, cuyo logro se presenta como imprescindible para avanzar en la estrategia de acuerdos de Estado entre los dos grandes partidos.

Se demuestra así que, por más que se empeñe en negarlo el PP y por mucho que quieran obviarlo amplios sectores del PSOE, el debate territorial es consustancial al juego político en España.

La controversia sobre el nuevo sistema de financiación autonómica crece en proporción directa a los intentos de demorarlo, el dictamen del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Catalunya está en capilla, la reforma del Estatuto de Castilla-La Mancha reabrirá este proceso de revisión del Estado y reavivará el conflicto del agua -incluye una cláusula para poner fin en 2015 al trasvase Tajo-Segura-, y la precampaña electoral en el País Vasco eclosionará definitivamente el día 20, con la entrevista entre el presidente del Gobierno y el lehendakari.

Los nacionalistas vascos remiten el comienzo de esta carrera al debate de investidura de José Luis Rodríguez Zapatero, cuando situó al PNV en la estantería de los 'prescindibles', sin dejar ningún resquicio para la desamortización de Ibarretxe.

Los socialistas lo sitúan en esta semana, primero con la proclamación oficial de Patxi López como su candidato a lehendakari y después, hoy mismo, con la presencia de Zapatero en su Fiesta de la Rosa.

Pero, se adelante o retrase la línea de salida, la entrevista del día 20 sonará en la pista como el pistoletazo para unas elecciones cuyo resultado es tan incierto como evidente su potencial catártico.

Que la llave de paso se abra depende de que el actual tripartito, más Aralar, sumen la mayoría absoluta. Si no es así, querrá decir que la suma la alcanzan PSE y PP, con lo que se abriría el abanico de las alianzas.

La primera nota diferencial de esta convocatoria -se adelante a octubre o se agote la legislatura en la próxima primavera- es que tendría que producirse un nuevo giro en la política antiterrorista del Gobierno para que Batasuna sortee la Ley de Partidos. Así, todo apunta a que, por primera vez, la izquierda abertzale no estará representada en el Parlamento vasco -en los años ochenta dejó sus escaños vacíos, pero los tenía-.

Este hecho -9 escaños más a repartir- afectará a la representación de todas las demás fuerzas, aunque los proetarras intentarán evitar con estrategias de voto nulo o similares que se consume la fagocitación de su electorado por sus muchos cortejadores: PNV, EA, EB y Aralar.

Ibarretxe, convertido en arquetipo del político que es a la vez 'el jugador y la apuesta' (El alba, la tarde o la noche, Yasmina Reza), sabe de la imposibilidad de arrancar al presidente del Gobierno la pócima milagrosa de que asuma la agenda política de ETA estampando su firma en los papeles de Loiola. Pero de la cita en Moncloa saldrá con su cartel electoral bajo el brazo: Cristo crucificado entre dos ladrones, ETA y España.

Para el lehendakari, un hombre de congruente tozudez, es su última oportunidad. A pesar de la inoperancia de su Gobierno y del fracaso de su plan soberanista, ha logrado imponer su política en el PNV. No de otro modo puede interpretarse la renuncia de Josu Jon Imaz, 'demasiado atrevido' para muchos de sus correligionarios en su intento de reformular el nacionalismo.

Su sucesor, Íñigo Urkullu, ha intentado de forma angustiosa moderar al lehendakari, si no en la hoja de ruta sí al menos en su calendario, para recuperar el aliento tras la sucesión de varapalos que ha sufrido el PNV en las tres últimas citas electorales, singularmente en los comicios generales, en los que el PSE le arrebató la condición de primera fuerza.

A pesar del carácter cuasi irreconciliable de las posiciones que mantienen autonomistas y soberanistas -las dos almas nacionalistas, aunque hoy por hoy ni siquiera son internamente compactas-, la prioridad absoluta de ganar ha impuesto en las últimas fechas el cierre de filas y la unidad de acción en torno al tótem del lehendakari.

Mientras que el PNV vive con el apremio de haberse situado al borde del precipicio electoral, el PSE intenta mantener la expectativa de triunfo abierta en marzo. La proyección de su resultado a los comicios autonómicos les dispararía a los 33 escaños, a sólo cinco de la mayoría absoluta, lo que lleva a algunos a alentar la hipótesis de un tripartito catalán a la vasca, con EB y Aralar.

Pero los socialistas, que ahora tienen 18, saben que la realidad raramente se acomoda a esos cálculos y que el 9-M se votó a Zapatero y su ejercicio blando del poder. Además de improbable aritméticamente, sería casi inviable políticamente, ya que esos posibles socios, al igual que EA, se alinean con ANV en el rechazo a las mociones éticas que el PSE presenta con el PNV.

La piedra angular de la estrategia de Patxi López, que ha logrado en estos años sacar a su partido de la dinámica nacionalismo-antinacionalismo para labrar un discurso basado en la consideración de los vascos como ciudadanos antes que como patriotas, pasa por la afirmación de que el PSE no estará en el próximo Gobierno si no recae en él la lehendakaritza.

Genera así la sensación de encarnar el liderazgo del cambio. Pero es sabido que las alianzas no las determinan tanto los discursos como los resultados.

El pacto con el PNV sigue teniendo toda la lógica y la única condición realmente innegociable es que Ibarretxe no sea el lehendakari. No lo será si no logra la mayoría absoluta con sus socios. Entonces el PSE podría cogobernar con otro lehendakari nacionalista o incluso el PNV asumir uno socialista, aunque en todo caso la crisis nacionalista se abrirá en canal.

Tampoco cabe descartar el entendimiento entre PSE y PP, cuyo acercamiento propicia la nueva política antiterrorista y el horizonte de que la línea que aún marca Mayor Oreja tiene los días contados si se consuma el giro centrista de Rajoy intenta.

Es superfluo recordar que la solución del sudoku vasco tendrá, sobre todo si la solución es 'catarsis', un impacto que trasciende las fronteras de Euskadi.

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