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"Yo iré a Marte"

El primer voluntario para colonizar otros planetas se ofrece en ‘Público’

JAVIER YANES

El nombre de la 101 División Aerotransportada se entreteje en la historia con la operación de desembarco que, el 6 de junio de 1944, dio el banderazo de salida para liberar a Europa del Tercer Reich. Lanzados en paracaídas sobre la costa francesa más allá de la playa de Utah, algunos hombres de la 101 cayeron tan apartados de su objetivo que recuperarlos se convirtió en una odisea, como recreaba Steven Spielberg en Salvar al soldado Ryan. Con tales antecedentes, difícilmente podría pensarse en un cuerpo mejor entrenado si alguna autoridad competente decidiese abordar los grandes desembarcos pendientes, aquellos que podrían inscribir el próximo gran hito en la aventura de la especie humana. Pero en estas operaciones, las playas de Utah y Omaha no bordearían otros mares que los desiertos sin vida de la Luna o Marte. Y la recuperación de los soldados no formaría parte del plan; no se trataría de un asalto, sino de una colonización.

Aunque ninguna voz de la NASA u otra agencia espacial se ha atrevido a considerar jamás la posibilidad de un viaje sin regreso a otros mundos, desde ahora tampoco podrán argüir que es por falta de voluntarios. Desde las páginas de Público, el sargento de primera clase de la 101 William H. Ruth, hoy destinado en Afganistán bajo el mando de la OTAN, es el primer humano en dar un paso al frente y ofrecerse públicamente como voluntario para emprender la colonización de otros planetas, renunciando, si es preciso, a la opción del regreso a casa. Su oferta se sustenta en dos premisas: “Uno, debería ser inmediato, no dentro de décadas. Dos, la seguridad sólo puede ser una consideración, no un factor de decisión”.

Billete de ida

El origen de esta historia se remonta a dos años atrás, cuando la revista The Space Review difundió una idea audaz planteada por un ex ingeniero de la NASA, James McLane. El pasado marzo, la web Universe Today rescataba la propuesta en un reportaje de la periodista Nancy Atkinson. Frente a los actuales programas de exploración espacial, que estiman la llegada del ser humano a Marte en un horizonte de casi tres décadas, McLane alentaba a acortar por una ruta que aceleraría la colonización del planeta vecino. Y si todo atajo tiene sus baches, en este caso exigiría suprimir el paso más costoso y complejo de una misión marciana: el regreso.

Para aminorar los riesgos asociados al proyecto, el pionero –o la pareja fundadora– encontraría allí equipo y suministros previamente depositados por misiones robotizadas. Al primer colono se unirían, en vuelos sucesivos, otros viajeros que construirían un nuevo mundo lejos de éste. Bajo la propuesta de McLane no yacía simplemente el anhelo de una hazaña técnica, sino algo más: un objetivo común y aglutinador para la Humanidad. Según el ingeniero, el proyecto crearía “un vínculo de hermandad que alumbraría una nueva era de cooperación internacional y respeto por los valores humanos”.

Pese a lo elevado de la idea, su proponente no es, según sus propias palabras, un autor de ciencia-ficción ni un soñador. Entrevistado por este diario el pasado marzo, McLane aseguraba que sus 21 años en ingeniería aerospacial como contratista de la NASA y otros 20 en el sector privado le dotan de la suficiente autoridad en la materia: “Propongo algo que es factible y para lo que tengo la experiencia adecuada”, sentenciaba. Su participación en el diseño de innumerables misiones espaciales le avala cuando afirma que es posible enviar un vuelo tripulado a Marte en menos de diez años.

Aunque simplificar el proyecto exige prescindir del viaje de vuelta, McLane no busca un loco sin apego a la vida: “Esta misión no propone el suicidio, sino una expedición de alto riesgo con la posibilidad de vivir indefinidamente en Marte”, alegaba. McLane no esquiva la polémica que rodea tal apuesta, pero juzga que su iniciativa es digna de debate. Excepto, al parecer, para la NASA: “Hace diez años, lo propuse en una presentación técnica. ¡La cuestión fue ridiculizada por el orador!”, concluía.

El siguiente capítulo de la historia se escribió hace un mes, cuando el científico Stephen Hawking impartió una conferencia conmemorativa del 50 aniversario de la NASA. Desde su tribuna en la Universidad George Washington de la capital estadounidense, el físico insistió en la tesis que viene predicando en los últimos años: la humanidad debe extenderse a otros mundos como sistema de respaldo ante las posibles catástrofes que amenazan con borrar a la especie de su planeta de origen –pandemias, cambio climático o guerras nucleares–. En esta ocasión, Hawking instó a las naciones a dedicar recursos económicos para plantar bases en la Luna y Marte lo antes posible.

Las palabras de Hawking resonaron por todos los medios del planeta, llegando hasta uno de los rincones más remotos: la frontera entre Afganistán y Pakistán. Una conexión por satélite llevaba el mensaje del científico, inserto en un artículo del editor de la web Space.com, Tariq Malik, hasta la pantalla del sargento William H. Ruth, un heredero de aquellos paracaidistas de Normandía que combate contra los talibanes en la montaña afgana. Ruth pinchó en el enlace al correo electrónico de Malik. La arenga de Hawking le había inspirado: “Mis hombres y yo iremos, sentaremos una colonia donde sea preciso y aguardaremos allí la llegada de los colonos”. La respuesta de Ruth apareció en el blog de Anthony Duignan-Cabrera en LiveScience.com.

Este diario rastreó la pista hasta contactar con Ruth. Tras dejar claro que sus opiniones “no reflejan las actuales políticas del Ejército o del Gobierno de EEUU”, el sargento expresó su interés por “discutir las opciones para la colonización de la especie humana”. Aunque Ruth no conocía la propuesta de McLane y sus inconvenientes, la primera exposición suscitó su interés: “Parece que McLane y yo compartimos el mismo pensamiento en esta materia”. Público le facilitó entonces el reportaje de Atkinson, escrito en inglés.

La respuesta llegó 12 días más tarde: “Pido disculpas por tardar en responder, desgraciadamente he tenido que tratar con el lado más oscuro de la guerra, las batallas en las que pierdes hombres. Las cosas nunca son monótonas aquí. Pero estas dos semanas sólo han vigorizado mi pasión por una nueva manera de pensar a escala global. Sólo espero que la raza humana no esté dada por perdida, que aún seamos capaces de cambiar nuestro curso y vivir mejor juntos. Gracias por su interés en mi opinión, espero que mis humildes palabras encuentren su camino a la sala de estar o al despacho de alguien. Quién sabe, pequeñas chispas prenden grandes fuegos”.

Carta desde Afganistán

El resultado es una carta titulada La perspectiva de un soldado, reproducida aquí. En ella, Ruth se ofrece para asumir una misión espacial, incluso sin billete de vuelta, si algún día esto llegase a formar parte de los escenarios evaluados por la NASA. Como cualificaciones, le sostienen sus credenciales de especialista en reconocimiento de objetivos hostiles: “Soy un militar bautizado por el fuego durante más de 15 años, desde la temprana edad de 17. Así que no soy un loco ni un extraño para lo que algunos llamarían alto riesgo”. A diferencia de la idea del ingeniero, Ruth propone una misión de equipo formada por “los mejores pilotos astronautas del mundo, especialistas en reconocimiento y pensadores creativos [...]. Hombres y mujeres soldado de todas las naciones, con un propósito: encontrar una localización adecuada para el establecimiento de los colonos”.

Ruth no ignora los recelos que el carácter militar de la propuesta podría suscitar: “Para algunos, enviar soldados al espacio parecería más una invasión o una ocupación que una exploración. [...] ¿Quién si no? ¿Quién más tiene la mentalidad de ofrecerse voluntario para enfrentarse a un peligro cierto y posiblemente a la muerte, a miles de millas de su hogar? Implicar a los ejércitos del mundo en algo diferente de hacer la guerra unos contra otros me parece algo que muchos querrían”.

Finalmente, en las palabras de Ruth late el mismo espíritu de McLane: “Mirar más allá de nuestras mezquinas diferencias de raza y religión y ver… paz, prosperidad y posiblemente un nuevo mundo”. “¿Podría este único factor unir a la humanidad en una nueva era de cooperación global y un nuevo respeto planetario por la vida humana, a diferencia de lo que conocemos hoy? Mis respuestas… ¡Preguntadme de nuevo cuando haya llegado al nuevo mundo!”. ¿Una inmensa utopía? Por el momento, sólo una diminuta chispa. Pero ya ha prendido en un tercer continente. Desde allí, el primer voluntario de las fuerzas espaciales se despide como alguien acostumbrado, no a esperar que las cosas ocurran, sino a hacer que ocurran: “Que la paz esté con usted; y si no lo está, llámeme y me aseguraré de que lo está”.

 

William H. Ruth, sargento de primera clase, 101 División Aerotransportada del Ejército de EEUU, Afganistán

No soy un científico, ni creo ser un hombre brillante. Soy un simple soldado, hombre de familia y quisiera pensar que buen marido, padre y hombre honesto. Mis pensamientos no se escriben a menudo, pero cuando lo hacen, están llenos de pasión por algo mejor para todos nosotros.

Mientras leía los pensamientos de Jim McLane y Nancy Atkinson sobre la colonización espacial, comencé a darme cuenta de que hemos perdido el camino. Nos han consumido tanto las mezquinas diferencias y antipatías por otros que hemos olvidado nuestra predestinación para algo mejor. Sobre todos los organismos de este planeta, se nos dieron las herramientas para avanzar y expandir nuestro pensamiento más allá de la simple reproducción y supervivencia. ¿Qué haremos con ese destino? ¿Dudaremos a la menor sombra de muerte o peligro? ¿O haremos lo que tantos en la historia hicieron antes?

De todas las sociedades del pensamiento, la NASA debería entender esto. ¿Existirían la NASA o América si un hombre llamado Colón no hubiese perseguido un viaje peligroso y posiblemente mortal a un nuevo mundo? ¿Qué hay de los que viajaban en sus barcos, los que dejaron España sabiendo que nunca regresarían? ¿Podemos tener ahora la suficiente visión para mirar más allá de nuestras mezquinas diferencias de raza y religión y ver… paz, prosperidad y posiblemente un nuevo mundo?

¿Podemos construir una colonia fuera de este planeta? Yo lo arriesgaré todo para ver esta visión realizada. Soy un militar bautizado por el fuego durante más de 15 años, desde la temprana edad de 17. Así que no soy un loco ni un extraño para lo que algunos llamarían alto riesgo. Dejad que los héroes de todos nuestros países, por una vez, arriesguen un último sacrificio por algo más grande que la idea de un solo hombre.

¿Qué pienso de misiones tripuladas sólo de ida? Coincido totalmente con la NASA y otros en que es peligroso y quizá mortal. ¿Pero desde cuándo esto ha detenido a alguien? Es un hecho probado en la historia humana que cuando a nuestra especie se la arroja a una situación sin alternativas, prevalecerá y sobrevivirá.

Conozco de primera mano las bajas y la ley de Murphy: todo lo que puede fallar, fallará. En el ejército nunca enviamos a nadie solo, porque hemos aceptado el hecho de que algo fallará. Cualquier misión debería tener tres o cuatro pequeñas naves, con tripulaciones de entre cuatro y seis cada una. La historia de la exploración espacial cuenta fracasos en menos del 50% de todas las misiones a otros planetas. Es razonable que deberíamos enviar más de una nave para aumentar el porcentaje de éxito en el primer vuelo.

Consideremos una partida de exploración compuesta por los mejores pilotos astronautas del mundo, especialistas en reconocimiento y pensadores creativos que podamos ofrecer. Preferiblemente, hombres y mujeres soldados de todas las naciones, con un propósito: encontrar una localización adecuada para el establecimiento de los colonos.

Soy consciente de que, para algunos, enviar soldados al espacio parecería más una invasión o una ocupación que una exploración. Los que compartáis esta preocupación, considerad esto por un momento y preguntaos, ¿quién si no? ¿Quién más tiene la mentalidad de ofrecerse voluntario para enfrentarse a un peligro cierto y posiblemente a la muerte, a miles de millas de su hogar? Implicar a los ejércitos del mundo en algo diferente de hacer la guerra unos contra otros me parece algo que muchos querrían.

¿Habría un lugar para las compañías privadas? ¡Desde luego! Una vez que hubiese puestos de avanzada con informes fiables de condiciones de vida y recursos disponibles, las compañías y las organizaciones científicas se encargarían de asumir el siguiente paso de colonización.

Se mencionaban las parejas en estas misiones. No puedo expresar la importancia de tener el fuerte apoyo de esa pareja al enfrentarte a los desafíos del vuelo y del nuevo mundo. En mi caso, mi mujer ha servido más de 16 años en el ejército y más de 10 en el campo médico.

Me pregunto quién será el primero en extender la mano para una alianza que represente a toda la especie humana. ¿Podría ser ésta la respuesta que tantos han buscado? ¿Podría este único factor unir a la humanidad en una nueva era de cooperación global y un nuevo respeto planetario por la vida humana, a diferencia de lo que conocemos hoy? Mis respuestas… ¡Preguntadme de nuevo cuando haya llegado al nuevo mundo!

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