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Liberad a Gary

Piden 70 años de cárcel para un ‘hacker’ por infiltrarse en los sistemas de EEUU

LOURDES GÓMEZ

La obsesión por los ovnis ha arruinado la vida de Gary McKinnon. Británico, de 42 años, este experto informático se enfrenta a siete décadas en prisión por infiltrarse en un centenar de ordenadores de las Fuerzas Armadas y el Departamento de Defensa de Estados Unidos. Su caso depende de la decisión de cinco jueces lores británicos a la petición de extradición cursada por la administración Bush, en 2005. Arropado por amigos y familiares, además de una campaña pública que crece día a día, McKinnon no se da por vencido. Acudirá al Tribunal Europeo de Derechos Humanos si los jueces fallan en su contra. La decisión del equivalente británico al Constitucional español se espera en un par de semanas.

El Gobierno estadounidense acusa a McKinnon del “más extenso pirateo militar informático de todos los tiempos”, que produjo daños en los sistemas de Defensa por un valor superior a los 700.000 dólares. McKinnon, ciertamente, ganó acceso a los sistemas militares, pero niega malicia en su obsesiva incursión informática y rechaza categóricamente los daños económicos imputados. “Siempre ha reconocido que se infiltró en los sistemas, pero no acepta haber causado semejante nivel de destrozos. Hackeó los ordenadores por muchos motivos, salvo el móvil político”, señala su abogada Karen Todner, del despacho londinense Kaim Todner.

Muchos misterios envuelven el caso. Por una parte, el hacker se llevó una sorpresa al comprobar con qué facilidad caían los obstáculos que debían proteger las web estadounidenses. “La seguridad era mínima. Desde el ordenador de su casa, penetró fácilmente en todas las redes informáticas”, argumenta Todner. Y, según la abogada, McKinnon no era el único pirata navegando libremente por las entrañas de las bases de datos de la Defensa de Bush. “Muchas otras personas hackeaban al mismo tiempo que Gary. Van a por él para sentar ejemplo en los demás”, denuncia la letrada.

McKinnon fue acusado de piratería informática en noviembre de 2002. Pero Washington no cursó la solicitud de extradición hasta tres años después. La administración estadounidense nunca ha justificado el porqué de la demora, que, para el equipo de abogados británicos, es obvia: Estados Unidos aguardó a que entrara en vigor el nuevo convenio de extradición por vía rápida que había negociado con Reino Unido. Es una vía que simplifica los trámites y hace prácticamente imposible la victoria en los tribunales británicos, que ya no deben valorar la admisibilidad o pertinencia de las pruebas en contra de la persona reclamada.

“Está asustadísimo, con los nervios en punta”, dice Todner sobre su cliente. Según su propia confesión, McKinnon se obsesionó con descubrir la verdad sobre los ovnis. Está convencido de que el Gobierno estadounidense oculta importante información sobre naves extraterrestres y creyó que hacía un servicio a la humanidad rastreando las bases informáticas. “Quería descubrir por qué se mantiene en secreto una información que puede ser tan beneficiosa para la sociedad”, ha comentado el hacker a la BBC.

McKinnon se considera un amateur de la informática. Tuvo su primer ordenador con 14 años y para él era su hobby, una distracción a su primer oficio de peluquero. Animado por los amigos, se apuntó a un curso de informática y dejó las tijeras por la programación de software.

La policía llamó a su puerta en noviembre de 2002. No le sorprendió y, según ha explicado desde entonces, se sintió incluso aliviado de que alguien pusiera punto final a sus incursiones por el ciberespacio. La piratería, al parecer, estaba interfiriendo en exceso en su vida. Su novia le había dejado y sus amigos esquivaban su compañía.

Según Todner, su cliente nada hizo para encubrir su identidad o borrar las huellas de su fraudulenta filtración. McKinnon sigue en libertad condicional pero le prohibieron el acceso a cualquier ordenador conectado con Internet. “No soy un ciber-terrorista”, protesta desde entonces.

 

Internet encaminó a Gary McKinnon hacia la cárcel pero se ha convertido en el principal conducto de la campaña por su libertad. La web freegary.org.uk   incluye información puntual sobre cada escalón del largo proceso judicial que va escalando el ‘hacker’. Ya ha agotado todas las instancias abiertas en Reino Unido, y su caso de extradición a Estados Unidos quedó visto para sentencia la semana pasada. Cinco jueces lores deberán decidir si EEUU ha abusado el proceso con amenazas y presiones sobre el reclamado.
Las opiniones de los blogs no influirán en el veredicto de los jueces lores. Poco efecto tendrán también los programas mediáticos dedicados al ‘hacker’, incluida una adaptación teatral de su historia. Pero la presión continúa, con mensajes a favor de su libertad volcados directamente en la página de Internet del primer ministro, Gordon Brown. Unos piden que se juzgue a McKinnon en Inglaterra; otros que se censure a EEUU por no proteger adecuadamente sus sistemas informáticos militares. La mayoría, sin embargo, aprovecha el caso del ‘pirata’ para denunciar la injusticia de un convenio de extradición que creó la base militar de Guantánamo.

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