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"Nadie está a salvo de la violencia"

Edmundo Paz Soldán publica Los vivos y los muertos, donde se ha metido en la voz de víctimas y asesinos

PEIO H. RIAÑO

Hay responsabilidad moral y azar. La primera juega en contra de los asesinos y el azar en contra de las víctimas. La primera está contenida tras una fina capa llamada civilización, que corre peligro cuando no tenemos lo que deseamos.

Las frustraciones mueven el nuevo relato de Edmundo Paz Soldán (Bolivia, 1967), que lleva por título Los vivos y los muertos (Alfaguara), y en el que recoge nueve asesinatos de los once personajes que pasan por el libro, en pocas semanas en Madison (EEUU). El autor siembra de ficción hechos verídicos, para conseguir una crónica verosímil de la maldad a punto de cañón, por la que atraviesa la sociedad norteamericana.

'El problema de EEUU como sociedad es que tienen la tentación de las armas para dar respuesta. En Bolivia, si te deja tu novia o te emborrachas o te pegas con alguien, pero no solucionas los problemas con escopetas. Las armas y el arrebato son un cóctel muy peligroso', reconoce. Sin embargo, la violencia no queda tan lejos. Columbine no debería sonarnos tan extraño estos días. 'Nadie está a salvo de esta violencia y cada vez será más común entre los jóvenes. Eso es lo que más me ha asustado', opina, aunque es consciente que la ausencia de las armas en nuestra cotidianidad nos libra.

El autor se ha metido en la piel de la primera persona de estos personajes alumnos, vecinos y un periodista para hacerles hablar desde el trauma que supone tanta desgracia, y tan cerca. De hecho, Amanda, la única alumna superviviente cuenta: 'Estamos rodeados de gente que por no tomar la decisión correcta ha perdido su lugar en el mundo. Hay que entenderlos'. Ella es la excepción que se impone al disparate, quien entiende que todo lo que le rodea es pura y dura hipocresía. Tanto ordenador, tanto YouTube, tanto MySpace, tanta Britney, Lindsay, Paris y Perez Hilton, tanto centro comercial y falsas esperanzas. Tantas fotos de Juan Pablo II, junto a las fotos de los entrenadores y banderines de los Jets. Tanta incapacidad para el fracaso.

'EEUU es una sociedad que no está acostumbrada a lidiar con el fracaso', explica el autor, que es profesor de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Cornell (contigua a la ciudad de Ithaca, en el norte del estado de Nueva York). Recuerda que para algunos de sus compañeros en la universidad su ídolo era Donald Trump. 'El aprendizaje para el éxito aparece en el High School con el deportista. Ese ritual genera muchas frustraciones para aquellos que no han podido llegar hasta el lugar de los elegidos', quizá por eso la gran soledad ante el cultivo de lo individual.

Cuando se enteró de la historia, porque son hechos reales, tuvo la tentación de hacer una crónica de los acontecimientos. Narrar con testimonios. Pero un día, recuerda, comenzó a escuchar las voces de los niños hablando en primera persona. 'Me acordé de una novela de Faulkner, Mientras agoniza, que tenía esta estructura de monólogos interiores, que iban y venían. Ese era el modelo de estructura que más encajaba'.

Entre esas voces, uno de los grandes logros de Edmundo Paz Soldán ha sido ponerle carne a los pensamientos que le pasan por la cabeza al asesino. No ha dibujado en este caso al típico vecino gris de-sagradable, que un día decide acabar con la vida de dos jovencitas tras aprovecharse de ellas. Encontró un motivo con el que sustentar toda la verosimilitud de la voz que estaba fabricando para un tipo enajenado: los chistes que se cuenta constantemente. Eso le ha terminado de dar la cara más perversa al personaje: 'Era el desafío de la novela'. En el detalle más absurdo encontró el retrato psicológico de un asesino.

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