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Rafa desmonta a Juande

El tacticismo de Benítez seca los recursos del Madrid. La vuelta de Robben al once acabó con el juego colectivo de los blancos. Un cabezazo de Benayoun da la victoria al Liverpool

JOSÉ MIGUÉLEZ

La noche tuvo más nombre que fútbol. Un cartel luminoso, dos campeones frente a frente, la historia de este deporte reunida de golpe en el Bernabéu, pero muy poca atención al balón y las combinaciones. Táctica, táctica y táctica. Pizarra, pizarra y pizarra. Laboratorio. Un duelo de altura reducido finalmente a un combate de entrenadores. Y ganó Rafa Benítez, que condujo el partido a su terreno, confiscó las ideas del Madrid y le tumbó a última hora con un solo puñetazo. Perdió Juande, que regresó a su versión sin fútbol y se quedó por una vez hasta sin resultados.

Volvió Robben y el Madrid perdió de repente el fútbol al que se había enganchado durante su ausencia. El dato invita a establecer conexiones. El holandés tiene un estilo (regate, velocidad, individualismo, desequilibrio) y el Madrid otro. Y no se encuentran. Durante las últimas semanas, con Robben sobre el campo, el Madrid creció a partir de sus monólogos y de la seguridad defensiva. Sólo cuando el extremo desapareció de la alineación, los dos últimos partidos, el fútbol blanco incluyó los diálogos y se volvió una delicia.

Este miércoles no. Y el bajón coincidió con Robben sobre el campo. También con el Liverpool, claro, un equipo que disfruta interrumpiendo las conversaciones, un especialista de los entramados tácticos que ahogan los planes del rival. El caso es que el Madrid no fue el Madrid de los últimos días. No tuvo ni dominio, ni ritmo, ni frenesí ofensivo. Fue un conjunto candado y muy bajo de revoluciones, que se pensó demasiado los pases y los lugares por dónde buscar el peligro.

Y la vía sobre la que hurgó con más insistencia, la de las carreras personales de Robben, no le llevaron a ningún sitio. Benítez se lo había aprendido de memoria, y entre Fabio Aurelio y las ayudas de Mascherano le prohibieron el paso. Al holandés no le importaron sus fracasos. Lo intentó y lo intentó, el balón como único amigo, pero no prosperó casi nunca. Siempre rodeado, hasta el 70, cuando salió de dos regates y se sacó un duro remate que desvió Reina, fue nada.

No avanzaba mucho más suelto el Liverpool, pero sí, con Xabi Alonso al volante, al ritmo que quería y le convenía. Y además, aunque no como consecuencia directa del juego, se las apañó para fabricar más ocasiones y hacer mucho más daño. El primero lo armó Fernando Torres, atento a un balón que le llegó de regalo, pero se estrelló como tantas otras veces contra Casillas, una especie de maldición para la carrera del Niño.

Torres no puede con el Bernabéu. Escuchó la bronca del graderío y se cruzó media docena de malas miradas de Pepe. Por eso se le notó. Pero de su potencia y de su olfato no hubo más noticias. Ese tiro cruzado que abortó la mano de Casillas y nada más. Se quejó mucho de un tobillo y Benítez sólo le tuvo paciencia una hora. Luego, lo mandó a la ducha.

Juande había enviado un cuarto de hora antes a Marcelo a la caseta. Y eso que el brasileño no era de lo peor de los blancos. Pero el Madrid necesitaba fútbol y galones, y el técnico se acordó de Guti en el descanso. Dio igual. El Madrid no supo cómo destrozar la telaraña tejida por Benítez ni con la zurda primorosa del 14. Y quedó reducido de nuevo al previsible repertorio de Robben y su afán por colgarse todo el ataque de su habilidad y su egoísmo. El holandés volvió a ser el mejor, el único argumento del Madrid. O sea, aunque suene a paradoja, fue de nuevo el peor del Madrid. El causante de los dos idiomas. La estrella hablando por su lado, el equipo por el otro.

No se le pudo negar al Madrid la iniciativa, más disconforme con el resultado que su rival. El Liverpool, en cambio, se sintió cómodo con el 0-0, diríase incluso que no perseguía otra cosa. Metió algún susto a través de Benayoun, pero principalmente se dedicó a defender. Muy bien, con orden, sentido y toda la intención del mundo, pero sin demasiada ambición.

Y, sin embargo, en una acción de estrategia, también producto del estudio y el laboratorio, se encontró de pronto con la victoria. Un bajito, Benayoun, se las apañó para quedarse solo en el corazón del área en un libre indirecto y marcó de cabeza.

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