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José Blanco, siempre cerca de Zapatero

José Blanco releva a Magdalena Álvarez al frente del ministerio de Fomento.

MIGUEL ÁNGEL MARFULL

José Blanco (Lugo, 1962) cruzó con 16 años la puerta de la política y quedó atrapado. Desde entonces ha recorrido una larga carrera contra todos los tópicos, que le llevó ayer al Ministerio de Fomento. Cuando alguien le dice que nunca se sabe si un gallego en una escalera sube o baja, Blanco dispara siempre la misma respuesta: 'Yo siempre subo'. Ya estaba muy arriba, pero ayer escaló otro peldaño.

Con 20 años le deslumbró Felipe González en Lugo, donde coordinó la campaña electoral del cambio, en 1982. El fogonazo no se apagó y llevó a Blanco hasta el Senado pocos años después. Recorrió los noventa con un pie en Galicia y otro en Madrid, entre Lugo y el Congreso, hasta desembocar en el momento que cambió su vida política.

En julio del año 2000, en plena debacle socialista, Blanco aupó a Rodríguez Zapatero a la secretaría general del PSOE con la única ayuda de su habilidad para negociar, un poder de convicción que pocos discuten y un teléfono móvil que salió abrasado de aquel congreso de la renovación.

'Coloca en organización a alguien en quien confíes plenamente', le aconsejó al líder recién elegido la vieja guardia socialista. Y Zapatero eligió a Blanco para ocupar un despacho que intimidaba al joven diputado de provincias que siempre ha estado orgulloso de serlo. Allí se fijó la obligación de cumplir con las expectativas y convocó a Alfonso Guerra para pedirle consejo. Hoy es él quien los da. Nadie discute su autoridad dentro de un PSOE que estaba lleno de tabiques cuando llegó y que deja modernizado y con las puertas transparentes.

Con los años, José Blanco ha estrechado su relación con Zapatero hasta convertirla en amistad. Su afición al móvil parece unirlos y hablan a diario hasta reventar los terminales. Ningún teléfono le sobrevive a Blanco más de cuatro meses, sometido como está a un maratón laboral diario. Una lealtad de acero ha convertido al número dos del PSOE en consejero de referencia del jefe del Ejecutivo.

Blanco presume de intuitivo, pero sus colaboradores, de los que está orgulloso, aseguran que no hay más receta que muchas horas de trabajo para justificar sus aciertos. Obligado a jugar en público un papel ácido que contrasta con su actitud privada, Blanco ha dispuesto del raro privilegio de poder ser ministro con sólo pedirlo, sin haberlo reclamado nunca. Dice a los suyos que tiene la ambición colmada y ha preferido siempre acatar los deseos de Zapatero. El presidente del Gobierno ha agradecido ahora su gestión al frente del PSOE con una cartera en su nuevo Gobierno.

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