El Gobierno de Sri Lanka hace oídos sordos a la presión internacional para permitir la entrada de cooperantes internacionales en el último reducto de la guerrilla tamil, donde hay atrapados más de 50.000 civiles. El Gobierno sueco llamó ayer a consultas a su embajador, después de que las autoridades ceilandesas denegaran la entrada en misión humanitaria del ministro de Exteriores sueco, Carl Bildt.

El diplomático quería unirse a sus homólogos francés y británico para pedir una tregua humanitaria que permita la salida de los civiles.

Por su parte, el canciller de la República checa, Karel Schwarzenberg, habló en nombre de la UE al advertir a Sri Lanka 'de un error grave, que tendrá consecuencias en Europa e influirá en las relaciones entre Sri Lanka y los países comunitarios'. Altos cargos ceilandeses adujeron que 'Sri Lanka no es una colonia' y denunciaron que 'los gobiernos maduros no se relacionan con amenazas'. Sin embargo, el ministro de Exteriores ceilandés dijo más tarde que han invitado a Bildt 'a volver la semana que viene'.

El responsable de Asuntos Humanitarios de la ONU, John Holmes, expresó ayer al presidente de Sri Lanka, Mahinda Rajapaksa, su preocupación por la muerte de civiles. Holmes cuestionó las intenciones reales del Gobierno, que permitió ayer que continuasen los bombardeos y la ofensiva con armamento pesado, sólo 24 horas después de anunciar que los detendría.

'Los compañeros que se encuentran todavía allí me han confirmado que esta mañana hubo bombardeos sobre la zona y el lunes se produjeron dos incursiones aéreas', aseguró a Público una fuente humanitaria que se mantiene en el anonimato.

Están acorralados en menos de 10 kilómetros cuadrados y los rebeldes están cada vez más desesperados. 'Los Tigres siguen reclutando de forma obligatoria entre la población tamil atrapada y disparan a quien intenta escapar de la zona', explica el cooperante.