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"La arquitectura no es un acto de creación artística"

Antón García-Abril, premio RDA, rebate la espectacularidad desde la piedra

ISABEL REPISO

Antón-García Abril parece un niño grande: lo mismo corretea por su estudio en busca de un libro, que mete la cabeza en una gigantesca maqueta. Sus gestos son tan espontáneos que resulta fácil contagiarse, aunque cuando tiene que ponerse serio es tajante. 'En los últimos años ha primado la parte más fatua y más exhibicionista de la arquitectura. No creo que sea bueno ni malo, es el tiempo que nos ha tocado vivir', expone, no sin cierta vocación de distanciarse.

Este escéptico de la arquitectura transparente y refractante, ex discípulo de Campo Baeza y de Calatrava, recogió el pasado 15 de abril en Houston el premio estadounidense Rice Design Price Alliance (RDA), dedicado a arquitectos emergentes.

En su caso, la adhesión a la piedra surgió como algo 'fortuito', porque era una exigencia del plan director de Arata Isozaki para proyectar la Escuela de Altos Estudios Musicales, en Santiago de Compostela. Casi una década después, García-Abril ha convertido lo que empezó siendo una anécdota en paradigma. Su casa Martemar, en Málaga, y Hemeroscopium, en Las Rozas; y su peculiar iglesia en la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia lo sitúan en una solidez vitruviana que lo aproxima a César Portela y que le valió en 2005 el premio internacional Architecture in Stone, de Verona.

'El problema que ha tenido la arquitectura en los últimos 20 años es la necesidad de los arquitectos de fabricarse', explica, después de aludir a Jean Nouvel. Da así la espalda al espectáculo, situándose en una austeridad sólo aparente, porque esa apología pétrea enmascara un dominio de la luz artificial que deslumbra en la noche. Por ello, no deja de sorprender el cientifismo desde el que aborda su disciplina. 'Cuando Le Corbusier decía que la arquitectura era el juego sabio de exponer los volúmenes a la luz estaba dando una visión muy poética, pero incompleta. La arquitectura no es un acto de creación artística, sino un acto de creación atendiendo a la ciencia y a la física. La expresión arquitectónica tiene que responder a la técnica', sostiene con total convicción.

Sus últimos proyectos beben de una renovación basada en el uso de grandes bloques de hormigón. Bajo este prisma, García-Abril está virando hacia una verticalidad que se materializará en dos torres hermanas (la de la Música Berklee-SGAE en Valencia y el centro cultural de ARTeria en Nueva York) que comparten una piel escamada de hormigón y una estructura interna de cajas apiladas.

Su contacto permanente con EEUU (ha impartido clases en las universidades de Harvard, Texas y Cornell) le confiere una visión privilegiada para analizar los lastres de la política española en temas de arquitectura. 'Aquí la arquitectura se confunde con el negocio inmobiliario', lamenta. Como Alejandro de la Sota, García-Abril considera que hay dos tipos de arquitectura: 'La popular y la académica, la de los concursos. Lo demás es negocio. El problema es lo poco conectada que está aquí la arquitectura con el promotor. Ahí es donde las instituciones deben moverse'.

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