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La Policía desmantela el 'Telecoca' de Madrid

Una red de narcotraficantes distribuía cocaína previo encargo a domicilio en el barrio de Salamanca de Madrid

OSCAR LÓPEZ-FONSECA

Se llamaba José, aunque todos le conocían como El Gordo. Su número de teléfono lo tenía mucha gente. Y él tenía los suyos. Casi 500 en su agenda. Entre ellos, el de algún músico de renombre o el de otro famosillo de medio pelo que hace poco disfrutaba de sus minutos de gloria en televisión. Todos llamaban a El Gordo para pedirle lo mismo, aunque cada uno lo denominaba de una manera diferente por eso de la discreción. 'Tráeme un par de botellas de vino'. 'Quiero tres pollos'. '¿Si te compro cinco me regalas uno?'.

El Gordo era, en realidad, el camello madrileño de la jet, el que les evitaba tener que peregrinar hasta los marginales focos de venta en busca de cocaína y hachís, y se los servía a domicilio o a la puerta del local de moda donde estuvieran.

La Policía puso fin a su telenegocio hace unos días. Agentes de la UDEV Central y de los grupos XVI y XIX de la UDYCO de Madrid lo detuvieron junto a otras diez personas como presuntas integrantes de una trama de narcotráfico que distribuía al por menor cocaína y hachís en viviendas y locales de ocio de la conocida como Milla de Oro de la capital.

En la operación, bautizada como Ébano-Telecoca, los agentes se incautaron de 1.668 gramos de cocaína y cerca de medio kilo de hachís, además de útiles para adulterar la droga. También han registrado cuatro domicilios, dos de ellos en la capital, otro en la localidad de Valdemoro (Madrid) y un cuarto en El Tiemblo (Ávila) que servían de infraestructura a la banda. En una de las casas, situada en el madrileño barrio de Vallecas, los narcos tenían la caleta o almacén donde guardaban el grueso del estupefaciente. En otras dos, la de Valdemoro y la segunda de Madrid, tenían pequeñas cocinas, laboratorios donde adulteraban la droga.

Desde el segundo de estos pisos salían los pedidos en pequeñas bolsas de plástico para su entrega en los portales de las casas desde donde los reclamaban o en los bares de copas de moda.

Las investigaciones que permitieron su desarticulación se iniciaron, precisamente, en uno de ellos. En concreto, en la discoteca Heaven Sala Palace del centro de Madrid, donde el pasado mes de enero era asesinado Catalin Stefan Craziun, Cata, un portero de origen rumano. Los pinchazos telefónicos hechos para aclarar aquel crimen supuestamente ligado a la guerra mafiosa entre clanes por el lucrativo negocio de la seguridad de los locales de ocio permitieron detectar los trapicheos de El Gordo, en principio ajenos a aquella muerte. Gracias a ellos se conoció su telenegocio, su selecta clientela y que sus tarifas, pese al alto nivel adquisitivo de ésta, eran las ordinarias: 50 y 60 euros el gramo de cocaína.

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