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Lo que no mata engorda

Actores cebados como cerdos, médicos en plató controlando el exceso de grasas... Los Gordos de Daniel Sánchez Arévalo rememoran el rodaje con más lorzas de la historia del cine español

GONZALO DE PEDRO

Juguemos al Veo veo, ¿qué ves?. Cuando termine de leer este párrafo, levante la cabeza del periódico, y mire a su alrededor: ¿cuántos gordos hay a su alcance? (y no excluya su propia barriga veraniega). ¿Uno, dos, cien? Hagan las cuentas, por favor.

Si estuviera observando el tiempo suficiente, comprobaría que la Organización Mundial de la Salud no exagera: en el año 2005, los señores que, como usted ahora, emplean su tiempo mirando a los demás, concluyeron que alrededor de 1.600 millones de adultos vivían con sobrepeso, de los cuales más de 400 millones eran directamente obesos. Según la Encuesta Nacional de Salud, en España el 15,25% de la población es obesa, y el 37,43% padece sobrepeso.

Visto lo visto, habrá que darle la razón a José Antonio Félez, productor de Gordos, la nueva película de Daniel Sánchez Arévalo, seleccionada para la Sección Giornate degli Autori del Festival de Venecia y que se estrenará en España el 11 de septiembre. '¿Gordos anticomercial? Al contrario: gran parte de la población del mundo desarrollado está preocupada por la obesidad, y en los menores de 25 años españoles, el porcentaje de obesos es igual al de EEUU. Así que la película, por lo menos, tiene el atractivo de tratar un tema que les preocupa o les atañe de manera directa o indirecta', razona el productor.

Comercial o anticomercial, la segunda película de Sánchez Arévalo, tras su celebrada Azuloscurocasinegro (2006) cuenta, desde luego, con un imán promocional que ha despertado una enorme curiosidad desde que se anunciara el proyecto: actores que engordan y adelgazan en función de las necesidades de un guión que, a su vez, muta en función de los kilos que los actores pierden o ganan. La primera película dietética del cine español.

Hagamos periodismo-ficción. Imaginemos que es verano. Hace mucho calor. El aire acondicionado no funciona y Daniel Sánchez Arévalo suda en su apartamento madrileño. Las gotas resbalan por su mejilla, caen por su cuerpo y antes de evaporarse tropiezan con algo desconocido: es un michelín, que detiene la alocada carrera de la gota de sudor. Es un michelín pequeño, porque no estaba la última vez que Daniel se pesó. Y entonces, cuando alguien normal pensaría 'mierda, estoy engordando', él, que lleva tiempo buscando una idea para su nueva película, piensa 'mira, un tema para mi nueva película'. 

Quitando el calor, las gotas y los michelines, esta escena no está tan lejos de lo que sucedió realmente. A Daniel Sánchez Arévalo le asaltó una imagen, la primera de la película: 'Me imaginé a un terapeuta desnudándose en una terapia y animando a los pacientes a desnudarse, tratando de convencerles de que lo de menos son sus cuerpos desnudos y lo que importa es lo que hay dentro, animándoles a aceptar sus cuerpos y a partir de ahí, empezar a mirar para dentro', cuenta a Público el cineasta.

Así nació Gordos, que no es sólo la segunda película de Sánchez Arévalo, sino sobre todo, uno de los proyectos más arriesgados, por atípicos y complejos en términos de producción, del cine comercial español. Porque Gordos, haciendo honor a su nombre, es una película coral y desmesurada, especialmente para un cineasta como Sánchez Arévalo, curtido en la contención realista del cortometraje, acostumbrado a los dramas de barrio con pocos personajes, y especialista en la escritura obsesiva de los guiones: 3 millones y medio de euros de presupuesto, 10 meses de rodaje divididos en cinco fases, un total de nueve semanas y media rodando, mezcla de intérpretes profesionales y amateurs, y cuatro actores principales dispuestos a perder, ganar, y volver a perder peso siguiendo los dictados de la historia.

José Antonio Félez, productor, gordo de orgullo, lo concreta: 'Es una película atípica, no sólo en el cine español, sino en general. Creo que hay pocas películas con una gestación tan larga y con tantos actores comprometidos en algo tan exigente y durante tanto tiempo. ¿Y cómo se consigue? Sobre todo por la sinceridad con la que se les planteó el proyecto: el compromiso que pedíamos, los sacrificios que iban a tener que hacer. Todos aceptaron, sabiendo a qué se estaban enfrentando, y el comportamiento de todos, profesionales y no profesionales, fue irreprochable', dice.

Antonio de la Torre, que interpreta a uno de los personajes principales, fue el primero en lanzarse de cabeza al proyecto de su director-fetiche: 'Dani anda diciendo que escribió la película pensando en mí, pero es mentira, lo dice para engordarnos el ego a los actores. La verdad es que somos colegas, y un día me llamó y me dijo ¿estarías dispuesto a ponerte como una vaca para hacer una peli conmigo?, y yo, que tengo el síntoma del pobre y digo a todo que sí, ni me lo planteé. Para cuando me quise dar cuenta ya estaba come que te come rodeado de gente que me decía lo orgullosa que estaba de mi esfuerzo y lo bonito que iba a quedar', dice con convencimiento.

El ideólogo de todo este tinglado, que convenció al productor para hacer la película diciéndole que sólo engordaría Antonio de la Torre, explica cómo la película fue ganando tallas a medida que la escribía y la ensayaba: 'Una vez que di con el hilo conductor, una terapia de gente que no quiere adelgazar, sino averiguar las causas por las qué está a disgusto con su cuerpo, me di cuenta de que la historia no tendría sentido si los personajes no evolucionaban, si la terapia no cambiaba su peso y, por tanto, su manera de ser. Y así fue como pasamos de un único actor que había de engordar a cuatro que tenían que adelgazar, o engordar, según los casos'. Estábamos, pues, ante uno de los rodajes más complejos de la historia del cine español. Como si el tipo más gordo del mundo intentara un triple salto mortal sin red.

Antonio de la Torre. Peso normal, 75 kilos. Peso al inicio de rodaje: 69. Peso al final de rodaje, 102 kilos. 'Los actores tenemos el sueño de ser otro, y cuando hice Padre Coraje estaba convencido de haberlo alcanzado, pero al ver la película me di cuenta de que seguía siendo yo mismo, de que había fracasado. Así que cuando Dani me contó esta idea pensé que igual engordar era la manera de cumplir ese sueño', explica de la Torre.

Un proceso de engorde que podría haberse hecho de manera artificial, usando técnicas digitales o pesadas sesiones de maquillaje, pero, en palabras de otra de las protagonistas, María Morales (10 kilos de sobrepeso antes de rodar, 20 de sobrepeso durante, y 20 menos al finalizarlo), 'que estemos gordos de verdad ayuda, hay mucho desnudo en la película, y, no nos engañemos, la lorza es la lorza'. O lo que es lo mismo, una cuestión de coherencia: 'Hay técnicas que nos hubieran permitido recrear la gordura o la delgadez, pero hubieran triplicado el presupuesto de la película.

Y aunque hubiera tenido acceso a ellas, no las hubiera usado, porque Gordos es una película desnuda y de verdad, y no concebía que la gordura fuera mentira. Es una película sobre la contradicción, las apariencias y la necesidad de despojarnos de esas máscaras que nos hacen la vida tan pesada, y no podía recurrir al trucaje', explica Sánchez Arévalo.

'Lo único que me faltó es pedirle a Verónica que se quedara embarazada'. Y ella, la actriz afortunada que sólo hubo de engordar diez kilos, añade: 'Había que hacer que el embarazo pareciera de verdad aumentando de peso y creo que lo hemos conseguido, porque varios periodistas me han preguntado si me quedé embarazada en la vida real para el personaje'.

El largo proceso de rodaje, dividido en cinco fases, y en estricto desorden cronológico, complicó la realización de una película que se escribía mientras se rodaba, se montaba mientras se localizaba, y se ensayaba mientras se comía. Una película, además, en la que era tan importante la opinión del director como la del endocrino y la nutricionista, encargados de velar, con análisis quincenales, por la salud de los sufridos actores.

Unos análisis que paralizaron el rodaje a la mitad, cuando a Antonio de la Torre se le dispararon las transaminasas. 'Tenía riesgo grave de pillar la hepatitis o de tener hígado graso', cuenta con voz grave Daniel Sánchez Arévalo, 'tuvimos que parar todo el proceso, y la película desapareció, sólo importaba Antonio.

Afortunadamente, después de dos semanas bajo control, volvió a la normalidad y ya no tuvo más problemas. Lo peor es que si los médicos llegan a decir que no podía seguir engordando, no hubiera podido terminar la película, porque para la historia es fundamental el contraste entre Antonio gordo y Antonio delgado, y la crisis llegó en pleno proceso de engorde.

La historia se habría quedado en un cajón, o la habría intentado vender a los americanos'. Pero, por una vez, Hollywood se iba a quedar con las ganas de hincarle el diente a semejante manjar.

Con ecos evidentes, en talla XXL, del método del Actor´s Studio popularizado por James Dean o Robert de Niro, y con la gordura como excusa para ofrecer un catálogo de neurosis y traumas contemporáneos, es inevitable preguntarse si tantos fines de semana sentados en el sofá para no gastar ni un gramo de grasa beneficiaron a los actores a la hora de crear sus obesos y sudorosos personajes.

La actriz María Morales no tiene dudas al respecto: 'Engordar implica un cambio importante en el cuerpo, a mí me dio un bajón de energía, me costaba moverme, me chocaba en mi propia casa, porque no controlaba mi cuerpo, y todo eso me ayudó a incorporar al personaje un ritmo y una actitud que no son impostadas'.

Y Antonio de la Torre confirma esta teoría. 'Engordar te cambia la manera de ser; no tenía que imitar a un gordo, porque era un gordo, y algunas cosas, como la petulancia al andar, me las dieron los kilos. Pero estar gordo no crea el personaje. Y ese es el trabajo del actor, darle alma a un cuerpo... enorme, en este caso', explica.

Y en el alma parece estar el secreto de la nueva y esperadísima película de Daniel Sánchez Arévalo: toda la carne que la rodea es accesoria, porque lo importante está en su interior: el retrato, entre inmisericorde, cruel y cariñoso, de un grupo de personajes al borde de la destrucción, acostumbrados a hacerse daño y a vivir bajo infinitas máscaras. Mire, mire sin miedo a su alrededor. ¿A qué las máscaras no se detectan tan fácil como los kilitos de más? Pues eso.

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