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Río será la sede de los Juegos Olímpicos de 2016

Río culmina su sueño olímpico tras doblar en votos a Madrid en la final (66 a 32).

JORGE OTERO

Río de Janeiro tocó el cielo olímpico en Copenhague. El sueño tan largamente perseguido por Brasil se convirtió en realidad cuando a eso de las 7 de la tarde, Jacques Rogge, presidente del Comité Olímpico Internacional (COI) pronunció el nombre de la ciudad brasileña. Lo hizo a costa de Madrid, que le plantó cara hasta la mísmisima final. Pero ganó Río y las emociones se desbordaron, en un sentido y en otro. La explosión de júbilo entre la delegación brasileña fue brutal: todos sus miembros  saltaron de sus sillas al unisono, gritaron como nunca y se fundieron en abrazos. Hubo hasta lágrimas, lágrimas para la historia en un día que será recordado durante mucho tiempo. 

En Madrid también hubo lágrimas pero de tristeza. Se quedó de nuevo a las puertas, acarició con la punta de los dedos el sueño, pero el despertar fue decepcionante. Llegó hasta la final, cosa que muchos dudaban, y estuvo cerca. Por eso duele más. 

Esta elección es histórica: por primera vez unos Juegos se celebrarán en Surámerica, algo en lo que insistió mucho Lula, presidente del país, en su brillante discurso. Río debe gran parte de su victoria a la implicación de Lula, a su carisma. El brasileño estaba eufórico tras la decisión del COI: 'Vamos a probar que el alma generosa de los brasileños va a hacer los más extraordinarios Juegos Olímpicos que este mundo haya visto'.

Un día histórico que fue largo, muy largo. Pero sobre todo fue el día de las emociones: a la final llegaron las dos ciudades que más pasión y emoción pusieron en su proyecto. Todas las ciudades candidatas se examinaron ante ese tribunal que es el Comité Olímpico Internacional. Chicago quiso aprobar casi sin estudiar: lo fió todo a Obama, pero su proyecto presentaba serias lagunas en la financiación. Tokio hizo un presentación fría y no pudo librarse del lastre del poco apoyo popular. Río estuvo brillante: su presentación fue muy completa y emocionó a muchos de los asistentes.

En un discurso muy bien preparado, el presidente brasileño pulsó la tecla de las emociones y recurrió al hecho de que Surámerica nunca ha organizado unos Juegos: 'No solo somos un pueblo que damos significado al término mezcla, es que esa es nuestra identidad. Es nuestro momento. Somos la única nación que no ha albergado unos Juegos entre los países que hoy se presentan'.

La elección de Río de Janeiro tiene un indudable valor simbólico que va más allá de lo deportivo, tal como dejó claro Lula en sus primeras declaraciones: 'Hoy es un día de celebración porque Brasil dejó de ser un país de segunda clase y entró en el nivel de primera clase'.

Madrid no se quedó a la zaga. Su presentación también estuvo a la altura de lo esperado y ahondó en el terreno de las emociones: un 'toque humano', en palabras de sus responsables, para transmitir que los Juegos servirían para unir a la gente de diferentes razas y para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Apelando al espíritu olímpico y al valor del deporte, a la unión de todo un país en pos de un sueño, de una corazonada, convenció a los miembros del COI para pasar los dos primeros cortes. Especialmente emotiva fue la intervención de Juan Antonio Samaranch, quien hizo un llamamiento que fue directo al corazón de los miembros del COI: 'Tengo 89 años. Permitidme que os pida que toméis en consideración premiar a mi país con el honor y el deber de organizar los Juegos Olímpicos en Madrid' . Además, le avalaban los aspectos técnicos de de la candidatura, los mejores de cuantas competían en Copenhague. 

Ya en la votación, la tarde empezó muy bien para los intereses de Madrid: la sorpresa saltó nada más empezar cuando Jacques Rogge, presidente del COI, pronunció el nombre de Chicago como la primera eliminada. El estupor recorrió toda la sala y el mundo entero: todas las apuestas la situaban en la final, tanto se confiaba en el llamado 'efecto Obama'. Pero ni siquiera el presidente más carismático del momento pudo salvar a su ciudad, su ‘home city', como él llama. En esa primera votación 95 miembros ejercieron su derecho al voto, pero Rogge sólo anunció la ciudad con menos apoyos, sin especificar el número de votos.

Apenas tres minutos después Tokyo siguió el mismo camino. Eso era más previsible pues la capital japonesa tenía un pesado lastre en contra: el escaso respaldo popular. En esta ocasión los votos fueron 96, aunque tampoco se supo cuántos votos tuvo la capital española.

Así que a las 17:30 horas, Madrid supo que estaba en la gran final junto a Río de Janeiro. De la corazonada se paso a la taquicardia. Estaba donde siempre quiso estar, ante su gran oportunidad. Las emociones se dispararon no sólo entre la delegación española en Copenhague, sino en la Plaza de Oriente, donde miles de ciudadanos festejaron por todo lo alto estar en la gran final.

En los pasillos del Bella Center todo era alegría y nerviosismo entre los españoles. Alejandro Blanco, presidente del COE, era uno de los más emocionados: 'Falta un paso nada más. Esto demuestra que las cosas se han hecho bien, pero una vez aquí, ahora hay que ganar'.

La espera se hizo larga: más de una hora con un nudo en el estomágo es duro para cualquiera Gallardón, Zapatero, Aguirre, los reyes... todos estaban expectantes. En los corrillos, numerosos, el optimismo crecía con el paso de los minutos. Los deportistas que acudieron a Copenhague atendían a los medios y mandaban un mensaje nítido: 'Es nuestro momento, nos lo merecemos'. Había una sensación de que 'esta vez nos lo tienen que dar'.

Se volvía a hablar de la importancia de los votos en la segunda y la en tercera ronda, de hacia dónde se trasladarían los apoyos de Chicago y Tokio. Había esperanza en que muchos de los que votaron a Chicago y Tokio lo hicieran por Madrid. Pero la mayoría de los votos fueron a parar a Río, que dobló en votos a Madrid en la final. 

Ahora sólo queda el consuelo de haber competido bien y la sensación de que si lo sigue intentando, Madrid será algún día sede de los Juegos Olímpicos. Ya lo dijo Gallardón durante la presentación: 'Rendirse es el único fracaso'. Lo que parece claro es que ya no será él el alcalde de los Juegos.

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