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La BBC se pone a dieta

Políticos y periodistas británicos exigen a la cadena pública que ajuste sus dimensiones a los tiempos de crisis

IÑIGO SÁENZ DE UGARTE

Trabajar en la BBC tiene que dar mucha sed. La empresa se gasta cada año 438.000 euros en agua embotellada. “¿Qué hay de malo en el agua del grifo?”, preguntó un grupo dedicado a controlar el gasto público.

En realidad, todos los números de la BBC son gigantescos comenzando por su plantilla: 23.000 trabajadores. Su presupuesto actual para televisión, radio e Internet prevé unos gastos de 4.836 millones de euros. Se supone que tendrá unos beneficios superiores a los 100 millones gracias a la tasa anual que cada británico paga por tener un televisor: 153 euros.

Es mucho dinero –a cambio de mucha calidad– en unos tiempos de crisis en los que se preparan fuertes recortes del gasto público. La empresa ha prometido reducir sus gastos en 430 millones en los tres próximos ejercicios. Los conservadores ya han anunciado que si ganan las elecciones congelarán la tasa. Pero no son sólo los rivales tradicionales de la BBC lo que creen que se ha convertido en una máquina de derrochar dinero.

A pesar de su buena imagen en el exterior, muchos políticos y los periodistas británicos odian a la BBC. El último indignado es el primer ministro, Gordon Brown, al que un presentador de la cadena preguntó a quemarropa si tomaba medicamentos para tratar la depresión (sólo era un rumor).

Los conservadores son casi enemigos históricos de la empresa pública. A Margaret Thatcher le volvía loca su cobertura del conflicto del Ulster. Es célebre la frase de Thatcher cuando le hablaron de un candidato al puesto de director general de la compañía: “¿Es uno de los nuestros?”

La BBC ha sido un raro ejemplo de independencia ante los Gobiernos conservadores y laboristas. Pero es un error pensar que se trata de una anciana desvalida. Es una gran defensora del establishment y su cobertura de la Familia Real es similar a la de la prensa del corazón. Es, en definitiva, el medio de comunicación más poderoso del país con unos recursos ingentes y acostumbrado a gastar lo que sea necesario.

Los tiempos han cambiado. Muchos creen que debería hacer lo mismo con menos. Los políticos de ambos partidos ya han avisado que la cadena podría verse obligada en el futuro a compartir una parte de la tasa con las cadenas privadas.

Sus competidores se preguntan cómo competir ante tal gigante. El clan Murdoch considera que el ente público es una aberración estatalista que no se debería permitir en una economía de libre mercado. Rupert Murdoch pretende que las webs de The Times y The Sun sean de pago en unos meses. Es un paso arriesgado. ¿Quién va a pagar cuando la web de la BBC es gratis y no puede dejar de serlo?

Los políticos creen que tiene que haber un límite en su expansión. La compra de Lonely Planet –dedicada a las guías de viajes– fue recibida con estupor. “Estamos muy preocupados por la arrogancia de la BBC”, dijo una comisión parlamentaria que acusó a la empresa  de invertir en áreas que no le competen. El 77% de los británicos cree que la BBC es una institución de la que pueden sentirse orgullosos. Quizá la sigan queriendo igual si se hace un poco más pequeña.

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