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Messi, dos toques de oro

El argentino decide el partido con un zurdazo preciso y un cabezazo de auténtico nueve

LADISLAO JAVIER MOÑINO

Con el pie y con la cabeza. Messi ganó un partido con todas las condiciones que se le suponen a un Balón de Oro. Abrió el marcador y encarriló la victoria para el Barça en un encuentro al que no acababa de encontrarle soluciones fluidas. El equipo de Guardiola se presentó en el tramo final metido en un embudo. Entonces, un centro de Pedro lo cazó Messi con la cabeza en el punto de penalti. Giró el cuello como un nueve de toda la vida, con esa naturalidad de todos los futbolistas de repertorio completo. Ibrahimovic, con un toque precisó con el interior de su pierna derecha remató a un Deportivo que se guardó muchos recursos. Se esperaba más de Filipe Luis, pero Lotina decidió atarlo.

El Barça sometió al Deportivo al mismo reduccionismo que a la mayoría de sus rivales. Casi todo lo que acontece en sus partidos sucede por lo que hace o deja de hacer. Como la pelota es suya, el juego es suyo. El Barça jugó a todo, con más o menos aciertos, y el Deportivo a los detalles. Hay uno común, dejarle la salida de balón a Puyol. Este remedio parece ser universal para todos los entrenadores, pero hay se quedan todos. El campeón acompleja por la presión arriba, por la precisión en el pase y por la calidad individual que le adorna cada línea.

Ayer no encontraron su fútbol Xavi e Iniesta, pero Messi arrancó con ganas de justificar el Balón de Oro. Suficiente. Un cambio de dirección suyo con la pelota cosida al pie en la frontal del área desparramó a toda la defensa del Deportivo. La obra se la desbarató Aranzubía, que con un par de pasos hacia adelante se anticipó a la trayectoria del balón. Cuando ya no pudo hacer nada fue en el gol. Messi se deshizo de Colotto en la media luna poniéndole el cuerpo y ya perfilado, le mandó un zurdazo abajo y ajustado a Aranzubía.

Hasta entonces, el Deportivo no había aparecido. Estaba inmerso en ese aislacionismo individual en el que desemboca el dominio del Barça. Cada jugador que había tenido la posibilidad de hacer algo con la pelota o se la quitaba de encima o tenía que intentar una aventura en solitario. En esas condiciones, el Deportivo sólo pudo empatar con la que era su apuesta: un detalle, una jugada de pizarra muy inglesa. Aranzubía esperó a que todas la piezas estuvieran en su sitio para ejecutar una patada larga desde fuera de su área. La prolongación de Mista la peinó Adrián y se la tragó Valdés, que midió tan mal su salida como la estirada.

Antes del empate el Barça ya había enseñado uno de los pocos vicios que tiene. Su tendencia a jugar por el medio cuando tiene opciones claras de pase en las bandas. El que más lo acusó fue Henry, ignorado por Messi e Ibrahimovic, que se empeñaron en agujerear por el medio. Esa es una maña costumbre de equipo muy sobrado. Un síntoma de un equipo que se ve tan superior que cuando le da por hacer barroquismo antes de cerrar los partidos. Cuando se despojó del preciosismo por el preciosismo, le volvieron a aparecer los espacios a los lados. A uno y a otro. En Pedro y Abidal nacieron los goles del triunfo.










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