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Los reclusos relatan la fuga de La Pénitentiarie

Los 4.000 presos huidos se suman a los pillajes o intentan marcharse del país

DANIEL LOZANO

La cárcel empezó a temblar, pero todo el mundo se puso alegre, todos gritaban. Un muro se cayó y enterró a varios presos. Todos queríamos salir y una de las paredes estaba tumbada. Corrimos, corrimos sin mirar atrás'. Zokot (costilla, en creole) se acaba de bañar con un cubo de agua en medio de la calle. Estamos en uno de los barrios de Puerto Príncipe que se ha salvado del destrozo absoluto. Pese a lo joven que es, a sus 26 años el fugado tiene una de esas miradas del que ha vivido varias vidas. 'Jefe, yo tengo suerte, doy gracias a Dios: me salvé dos veces para empezar mi nueva vida'.

Zokot, condenado por dar una paliza a un tipo, sobrevivió al terremoto salvaje y a la ley de fugas. 'Cuando huíamos, nos topamos con la policía. Comenzaron a disparar al aire, a gritar alto. Luego ya apuntaban al cuerpo. Pero nosotros seguíamos corriendo, sin mirar atrás'. El superviviente apura su cigarrillo de marihuana. Lo comparte con los dos amigos que escaparon junto a él. Uno de ellos tiene la cara rajada, las heridas de la fuga. El cuarto, con un balazo en un brazo, está escondido en otra parte de la ciudad. 'En mi celda éramos 90 y sólo dos murieron aplastados'. Más de 4.000 presos lograron fugarse de la Penitenciaria Nacional de Haití, la Pénitentiarie, como la llaman en la ciudad.

'Jefe, tengo suerte: me salvé dos veces para empezar mi nueva vida'

El secuestrador Thompson no ha esperado como Zokot. A esta hora ya estará en Santo Domingo, huyendo de su cadena perpetua. '¡Me voy para Dominicana!', gritaba subido a bordo del autobús con el que iba a cruzar la frontera. Franklin, que también pertenecía a una banda de secuestradores, no ha logrado huir y tiene miedo. 'No quiero hablar, no quiero hablar. La policía nos quiere matar', dice.

Cirano, como Thompson, es uno de los cientos de presos muy peligrosos ahora fugados y que se están aprovechando del caos en el que vive Haití.

Tras días de confusión, la policía reorganiza sus filas. El presidente René Préval calcula que la tragedia ha afectado a 2.000 agentes. 'Muchos fallecieron aplastados por el techo de la comisaría. Ya hemos enterrado a nuestros muertos y buscado a nuestros vivos. Ahora toca ayudar al pueblo. Pero no se olviden, nosotros somos tan pobres como el pueblo', exclama el agente Leonard, de regreso de las calles.

Algunos fugados huyen a República Dominicana para eludir su condena

El trabajo que tienen por delante es tan mastodóntico que no hay tiempo para detener huidos. No hay cárceles. ¿Dónde llevarlos? En las últimas 48 horas, al menos cinco haitianos han sido ejecutados por la policía en varios asaltos.

El comisario general Essant Dorfeuille es el preso más famoso de Haití. Lo era. Lo acusan de asesinar a su amante. 'No es verdad, ni siquiera tienen pruebas para incriminarme', señala el policía, una montaña de músculos que habla tranquilamente en el hotel Ibolele, donde reside desde la fuga del martes. 'Vino el temblor, nadie sabía nada, pero todos querían huir. Yo aguanté 20 minutos, pero dos presos armados me buscaban. Yo he detenido a muchos de ellos Decidí huir. La ciudad estaba rota. Los lamentos, los muertos Fui hasta mi comisaría, no había nadie. Dejé un escrito diciendo que estaría en el hotel y anoté mi teléfono'.

Essant se sigue comportando como un policía y los agentes se le acercan. Primero se cuadran y lo saludan militarmente. Después lo abrazan. Puerto Príncipe estos días no sólo es la ciudad de la muerte. También es la de cientos de miles de abrazos, de reencuentros.

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