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Los firmantes ya violan el Acuerdo de Copenhague

Los recortes de CO2 ofrecidos hasta la fecha no sirven para evitar un calentamiento global de más de dos grados en 2100, principal objetivo negociado en la cumbre danesa del clima // El plazo para que los países apoyen el texto expira ma&

MANUEL ANSEDE

La última oportunidad para convertir el llamado Acuerdo de Copenhague en algo más que papel mojado se ha derrumbado. La cumbre sobre cambio climático de la capital danesa acabó el 19 de diciembre con un documento raquítico, en el que los países más contaminantes del planeta se comprometían a evitar un calentamiento global más allá de los dos grados de temperatura en 2100.

Sin embargo, el texto estaba vacío, sin cifras. Los países que apoyaron el acuerdo -todos menos Venezuela, Bolivia, Cuba, Nicaragua y Sudán- se comprometieron a llenar de contenido el documento cuanto antes y anunciar sus recortes de emisiones antes del 31 de enero. A falta de un día para que expire el plazo, decenas de países no han abierto la boca. Otros, como EEUU, han confirmado sus mediocres compromisos, insuficientes para alcanzar el objetivo de los dos grados.

Con las cifras que hay hoy sobre la mesa, las mismas que negociaron hace un mes y medio en Copenhague 20.000 delegados de 192 países, la temperatura media del planeta pegaría un brinco de unos 3,5 grados en 2100, según un estudio dirigido por Niklas Höhne, uno de los autores principales de los informes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de la ONU. El Acuerdo de Copenhague, como se temía, se ha convertido en una cínica declaración de intenciones, en la que los países firmantes no toman medidas para conseguir los objetivos firmados.

El jueves por la mañana, la UE comunicó formalmente a la ONU su intención de reducir un 20% sus emisiones de CO2 en 2020, respecto a los niveles de 1990. Ante la escasa ambición mostrada por la comunidad internacional, los 27 renunciaron a aumentar este recorte hasta el 30%. Por la noche, se confirmó el fracaso. En una carta remitida a Naciones Unidas, el enviado especial para el cambio climático de EEUU, Todd Stern, ratificó su escuálida meta de bajar sus emisiones alrededor de un 4% en 2020, 'reconociendo que el objetivo final se comunicará a la luz de la legislación vigente'. La mayoría republicana en el Senado podría tumbar la propuesta de recorte de Obama.

Hasta el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, reconoce que la declaración acordada en la capital danesa es sólo otro cimiento. 'La UE está resuelta a actuar con diligencia con miras a la aplicación del Acuerdo de Copenhague y así avanzar hacia el acuerdo que necesitamos para que el calentamiento global se mantenga por debajo de dos grados. El Acuerdo de Copenhague sienta una base para ese futuro acuerdo', admitió el jueves.

Sin valor jurídico

Uno de los protagonistas de la cumbre, Michael Zammit Cutajar, jefe de las negociaciones de la ONU en la cita danesa, se lamenta de que, mes y medio después del acuerdo, no se haya avanzado nada. 'Los países están comunicando a Naciones Unidas las mismas cifras que ya habían anunciado, no hay nada nuevo', explica.

A su juicio, la declaración de Copenhague es 'muy débil', más allá de los números que se añadan ahora. 'El acuerdo no impone un nivel de ambición ni a los países industrializados ni a los países en desarrollo. Habla del límite de dos grados sin decir quién y cuándo debe hacer qué. Deja todo a la voluntad de los países y no tiene valor jurídico', denuncia.

La secretaria de Estado de Cambio Climático, Teresa Ribera, es más optimista. En su opinión, el acuerdo es, pese a la falta de novedades en los compromisos, 'una muy buena base para seguir trabajando'. Ribera acaba de regresar de Washington, donde se reunió con Todd Stern tras analizar los resultados de la cumbre de Copenhague en el Capitolio. 'EEUU es clave, pero Obama se enfrenta a una situación difícil en el Capitolio. Debemos ser respetuosos con ese proceso, pero manteniendo una actitud de exigencia. El recorte anunciado no parece un referente de esfuerzo suficiente', opina. No obstante, Ribera rechaza arremeter contra la Casa Blanca. 'No hay que obsesionarse con entrar en críticas bilaterales, porque no conducen a nada. Veamos cómo prosperan las medidas que están poniendo en marcha', añade.

Los observadores de la sociedad civil no son tan complacientes. 'La mediocre respuesta muestra que el texto no está solucionando nada. Sólo un acuerdo bajo el mandato de la ONU puede conseguir las reducciones de emisiones globales que se necesitan y asegurar que se escuchan las voces de los países más pobres y vulnerables', manifestó ayer José Antonio Hernández de Toro, portavoz de Intermón Oxfam. 'Las negociaciones reales deben reiniciarse ya. Cada año de retraso supone que unas 150.000 personas más mueren y un millón se ven desplazadas como consecuencia del cambio climático', aseguró.

No existe una lista de países

El caos nacido en Copenhague es tal que ni la ONU sabe cuántos países se sumarán al acuerdo. 'Todavía no estamos en posición de proporcionar una lista de países o de recortes de emisiones, ya que hay una fecha límite que debe ser respetada', explican fuentes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático.

Sin embargo, ni siquiera la fecha límite del 31 de enero se ha mantenido en pie en el Acuerdo de Copenhague. El responsable de la Convención, el holandés Yvo de Boer, admitió la semana pasada que el hito en el calendario es 'flexible'. El lunes, su organización tranquilizó a algunos países, que todavía dudaban de si firmar el Acuerdo les obligaría a cumplirlo. 'Dado que la Conferencia de las Partes [los 192 países reunidos en Copenhague] ni adoptó ni aprobó el Acuerdo, sino que se limitó a tomar nota de él, sus disposiciones no tienen ningún carácter legal', declaró el organismo de la Naciones Unidas en una notificación a todos sus miembros. Tranquilos, pareció decir, los recortes de emisiones de CO2 son voluntarios.

Parece claro que los compromisos nacionales de reducción de emisiones que van a ser notificados bajo el Acuerdo de Copenhague no van a variar respecto a los anunciados en la pasada Cumbre del Clima.

Y la suma de todos ellos no es suficiente para solucionar el problema del cambio climático. Lo más decepcionante es el mantenimiento por parte de la UE de su objetivo de reducir sus emisiones sólo en un 20% para 2020 respecto a 1990.

¿En qué lugar deja esta circunstancia a la UE de cara a un supuesto liderazgo ante la cumbre de México, y a la presidencia española de este semestre? En el escenario geopolítico actual, el objetivo de reducción del 20% de la UE tiene poca importancia, ya que el resto de los grandes actores de las negociaciones sabe que no supone un verdadero reto para la UE, dada la inercia de las medidas tomadas hasta ahora (que tiene su mérito, pero es ya pasado). Solamente con un objetivo de, como mínimo, un 30% podrá ser relevante otra vez en el proceso negociado.

Por otra parte, la debilidad de la postura española por sus políticas internas de acción contra el cambio climático (no tiene un objetivo ambicioso propio de reducción a 2020, ni a 2050 y además promueve la prolongación de las ayudas al carbón autóctono, principal causante del cambio climático con más del 40% de las emisiones de CO2 mundiales), impide que haya un relanzamiento eficaz por parte de la UE del proceso negociador sobre el cambio climático.

Hay que llegar a México con un acuerdo vinculante listo para ser firmado, y la sociedad civil, representada por las ONG, tiene que volver a ser partícipe en la supervisión de la toma de decisiones que afectarán al futuro del planeta. El tiempo corre y no se pueden volver a dejar las decisiones para el último segundo.

* Por Heikki Willstedt,  experto en energía y cambio climático de WWF/España

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