Público
Público

Decálogo para inventar con éxito

En España se registran 3.000 descubrimientos cada año, de los que sólo un 5% llega a comercializarse

CRISTIAN BIOSCA

En España, se registran más de 3.000 patentes al año, de las que sólo un 5%, como mucho, llegan a comercializarse. Existen, por lo tanto, muchos inventos e inventores que no alcanzan los resultados previstos.

La respuesta a la abundancia de proyectos puede encontrarse en el Decálogo del Inventor que aparece en la página web del Club de Inventores Españoles, cuyo fin último es desarrollar y comercializar proyectos innovadores españoles. En su página, se puede leer, como punto final: “Con un invento que sea bueno, puedes hacerte millonario”.

Según Manuel Matellán, director del Club de Inventores Españoles (que tiene alrededor de 3.000 miembros), lo más importante del proceso de inventar es tener una buena idea. Tras la idea, que debe ser nueva y tener una aplicación práctica, el inventor debe evaluar si será rentable.

“Es una observación necesaria, plantearse simultáneamente la rentabilidad y la viabilidad”, señala Matellán, que añade que el inventor “se deja llevar a veces por la pasión en lugar de por la cabeza”.

El siguiente paso será comprobar la originalidad de la idea. Un error muy frecuente al inventar es pensar que aquello que no se conoce no existe. La Oficina Española de Patentes y Marcas (OEPM) tiene bases de datos a disposición del público, en las que se pueden buscar referencias para saber si alguien ha desarrollado antes la idea en cualquier lugar del mundo. También se puede solicitar un informe tecnológico, por el que la OEPM realizará esa búsqueda.

Si la idea es original, lo más recomendable es patentar el invento, lo que permite gestionarlo amparado en la protección legal que ofrece la propiedad industrial. Otra opción sería mantener el llamado secreto industrial para evitar que otras empresas o particulares se aprovechen de la idea. En la práctica, esta alternativa, advierten los expertos, es poco efectiva.

En España, se registran unas 40 patentes cada mes. Los inventores particulares son los más ingeniosos, con un 47,6% de patentes anuales, mientras que las empresas se quedan en un 43,8 %, según los datos que ofrece la OEPM correspondientes al año 2006, en los que los organismos públicos y universidades completaron el 8,6 % restante. En los últimos tres años, se ha producido un incremento del número de patentes en los tres sectores.

Empresas todopoderosas

La media de patentes que llegan a desarrollarse es del 3% . La mayoría de ellas son presentadas por empresas, pues éstas tienen más recursos, infraestructuras y conocimiento del mercado que los particulares.

No obstante, algunos inventores particulares tienen más patentes que, por ejemplo, todas las universidades de Catalunya. Ferrán Casablancas, uno de los inventores españoles más prolíficos, registró en su vida más de 500 patentes. Por regla general, los inventores se dedican a ello de forma ocasional, presentando sólo cuatro o cinco patentes, principalmente si éstas no se desarrollan.

Este derecho de explotación tiene una duración de 20 años, durante los cuales el inventor debe cuidar su idea. Esto incluye, según la Ley de Propiedad Industrial, el desarrollo del invento antes de un plazo de tres años o perderá el derecho de explotación del mismo. Transcurridos los veinte años, la patente pasa a ser de dominio público. En ocasiones, el inventor es incapaz de desarrollar su idea, ya sea por falta de medios técnicos o económicos, y tendrá entonces que buscar un modo de comercializar la patente.

“Vender la patente no es fácil”, asegura Manuel Matellán, “pues suele haber una distancia muy larga entre lo que el inventor cree que vale su idea y lo que el comprador está dispuesto a pagar”.

Hay otras muchas opciones de explotación, una de las cuales es asistir a las distintas ferias de inventores (Salón de Inventos de Bilbao, Galáctica, Imaginaria, Salón Internacional de Invenciones de Ginebra, o Eureka de Bruselas) para dar a conocer el invento.

El proceso de la patente es largo, pues, desde la presentación de la solicitud hasta que ésta se concede, pueden pasar hasta tres años, si bien el titular dispone de ciertos derechos y protecciones desde el primer momento.

El proceso se dilata artificialmente con la idea de permitir al inventor reducir sus gastos e ir cumpliendo los pasos previos con tiempo suficiente. Una patente nacional sale por poco más de 600 euros, el doble si requiere un examen previo del invento. La patente europea puede superar los 34.000, por lo que los inventores particulares, sobre todo aquellos que no alcanzan el estatus de millonario por su invento,
agradecerán sin duda la demora.

Ayudas “irrelevantes”

Según explica la OEPM, existen ayudas de organismos públicos y las administraciones autónomas, apoyos que Manuel Matellán califica de irrelevantes. “En gran parte de los casos, no se aplican en los comienzos, que es cuando son realmente necesarias… Debería haber un marco de actuación para que en cada sitio no se apliquen de una forma”.

Matellán añade que “es necesario reformar la ley”, pues, por ejemplo, “el modelo de utilidad” (una de las opciones de registro, junto con las patentes), “tiene sus debilidades”. Otra de las ayudas que los inventores piden a la administración es la reducción de las tasas y la creación de un registro internacional, pues, en la actualidad, para patentar el invento en todo el mundo, es necesario hacerlo país por país.

Los inventos no tienen por qué ser cosas complicadas, grandes o muy relevantes para resultar un éxito comercial. “A veces, de un invento pequeño pueden hacerse diez millones de unidades al mes, con lo que es un volumen de negocio muy importante”, explica el experto.

Un ejemplo podría ser el tapón estanco con segador de precinto incorporado, un invento de Juan Massana Bruch, o un clásico como la fregona o el caramelo con palo (el chupachups), otros descubrimientos españoles.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?