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La generación perpleja

Los jóvenes más formados y viajados de la historia de España lidian con la incertidumbre y los peores índices europeos de paro y precariedad laboral

PERE RUSIÑOL / JAVIER SALAS

 

¿Otro reportaje de jóvenes? Parece raro: a estas alturas, todo el mundo sabe ya que los jóvenes de hoy son más conservadores, pasivos y jetas que los de antes. Y que se van de casa de los padres más tarde que nunca. Y que se tienen bien ganado el mote de ni-ni porque está clarísimo que no quieren ni estudiar ni trabajar.

Casi todo el mundo lo sabe, sí. Pero no es verdad: todos los sondeos muestran que los jóvenes de hoy son más de izquierdas que hace 20 años, que votan en los mismos porcentajes que antes y que si no militan es porque prefieren otras formas más abiertas de participar.

Si las encuestas hicieran posible generalizar, podría decirse que son individualistas pero solidarios a veces, incluso más con el rincón más lejano del planeta que con el vecino, aunque están perplejos y se sienten perdidos. A pesar de haber sido muy mimados en casa, quieren trabajar y querrían independizarse si pudieran. Es más: ahora se van de casa antes que hace una década.

La generación más formada y viajada de la historia de España tiene que luchar contra los peores estereotipos. Pero la gran mayoría de la decena de expertos consultados desde sociólogos hasta publicistas coinciden en que los jóvenes que hoy tienen entre 15 y 29 años (más de ocho millones) reúnen todas las condiciones para impulsar cambios de fondo. Cuentan además con una herramienta poderosa que los aglutina: la tecnología. Pero que nadie espere una revolución. La iGeneración nativa digital, de Internet, del iPod, del iPad: de ahí el término acuñado originalmente por expertos en EEUU se lleva demasiado bien con sus padres como para que el cambio sea traumático. Y antes debe dejar atrás la perplejidad.

'Es increíble cómo se mira al joven por encima del hombro. Estamos ante los chavales más formados de la historia y se les insulta. La sociedad se ensaña con el débil', lamenta Gabriel Alconchel, de 31 años y director general del Instituto de la Juventud (Injuve). Los sociólogos tienen un nombre para definir estas situaciones: culpabilizar a la víctima.

¿Víctimas? No todo el mundo está de acuerdo, pero los datos son los siguientes: el paro juvenil es tan atroz que rebasa el 40% y es el mayor de toda la Unión Europea, la temporalidad es altísima sólo superada por Polonia, las hipotecas están por las nubes y nunca parece llegar el momento de dejar de formarse y pasar a cobrar de acuerdo con la titulación y la competencia: los salarios de los titulados universitarios son de los más bajos de la OCDE (ver cuadro de la página 5). La emancipación se convierte así en una auténtica odisea.

Las condiciones siempre fueron difíciles para los jóvenes, pero los expertos coinciden en que hay ahora una diferencia: el horizonte se ha vuelto más incierto. 'La sociedad decía a los jóvenes que esperaran, que todo era cuestión de tiempo, que si trabajabas duramente llegaría la recompensa. Ahora ya no puede garantizarse ni trabajo estable ni casa propia. Ni siquiera que en el futuro cobrarás una pensión', subraya Pau Marí-Klose, sociólogo de 37 años y coautor de Edad del cambio. Jóvenes en los circuitos de solidaridad intergeneracional (CIS, 2006).

Uno de los movimientos más activos por el derecho a la vivienda, impulsado mayoritariamente por jóvenes, se llama precisamente 'No tendrás casa en tu puta vida'.

'Es un gran cambio', recalca Marí-Klose, 'y ayuda a explicar muchas cosas, como la perplejidad'. Y otras: a veces, los mayores se quejan de que los jóvenes no tienen la paciencia de generaciones precedentes, lo que no sólo es cierto, subraya Jesús M. de Miguel, catedrático de Sociología de la Universidad de Barcelona (UB), sino también comprensible: 'Si las gratificaciones prometidas son ahora tan inciertas que no te las crees, ¿por qué no disfrutar simplemente del momento?'.

Este carpe diem contemporáneo tiene sin embargo unos contornos más relacionados con la diversión y el viajar que con el escapismo de antaño. Aunque los jóvenes españoles han hecho célebre el botellón, lo que ha cambiado es que ahora se bebe en público para denunciar lo caro que resulta salir de fiesta. Y que, según la serie histórica del CIS, los chavales son mucho menos permisivos que antes con las drogas. Pero lo que hoy realmente distingue a los jóvenes españoles de 15 a 24 años es que son los que más viajan de toda Europa, según Eurostat. Y con mucha diferencia.

Joaquín Llorente, publicista y escritor que fue asesor de Jordi Pujol y Felipe González, de 66 años, subraya la 'paradoja' de que 'justo cuando hay un stock de cerebros como nunca ha existido, se cierran las posibilidades de prosperar con los viejos esquemas'.

Los jóvenes nunca han tenido tanta formación ni tantas posibilidades de viajar

'Les dijimos a los jóvenes que cada generación viviría mejor que la anterior, pero ya se dan cuenta de que esto es imposible desde la perspectiva del tener. Por esto están cambiando el paradigma: pasan del tener al ser y esto demuestra que son muy inteligentes'.

En opinión de Llorente, el cambio será positivo: 'Los jóvenes nunca han tenido tanta formación ni tantas posibilidades de viajar. Son mucho más abiertos, menos dogmáticos. Ahora aún están perplejos al descubrir la mentira, pero van a crear un mundo que a los mayores nos cuesta entender. Pero será mejor. Sin duda'.

Llorente está estos días encerrado en un hotel de Barcelona, escribiendo un libro. Y allí trabaja Carmen Ortega, granadina de 29 años. Es arquitecta, formada en Londres en el despacho de Norman Foster, pero aquí trabaja de camarera. Y encima, acaban de comunicarle que no la renuevan el contrato, un buen ejemplo de la quiebra del viejo sistema de gratificaciones. 'Me parece todo increíble. No sé qué voy a hacer, pero tengo la suerte de tomarme las cosas siempre de forma positiva', explica.

Carmen ni se plantea afiliarse a un sindicato o a un partido político para tratar de cambiar una realidad que le golpea: 'Los políticos siempre me han dado mala espina', añade sin saber explicar muy bien por qué.

La alergia a la política tradicional es uno de los rasgos más definitorios de la iGeneración. Y sin embargo, cuando hay elecciones, los jóvenes acuden a votar exactamente en la misma proporción que hace 20 años. Incluso se sitúan más a la izquierda, según la serie histórica de sondeos del CIS para el Injuve. Y como acaba de revelar una encuesta reciente del organismo, comprenden mejor la necesidad de los impuestos que el conjunto de la sociedad. Pero no quieren saber nada de los políticos.

'Cuando alguien se entera de que soy diputada, se sorprende mucho. Y siempre me suelta, escandalizado: ¡Si tú eres normal!', cuenta en su despacho del Congreso Miriam Muñoz, de 28 años, diputada socialista por Baleares. Lo dice con resignación: 'Los partidos fallan mucho porque no confían en los jóvenes, pero con todos sus defectos aún son el instrumento que te permite incidir para cambiar las cosas', sostiene, convencida.

En todas las encuestas, los políticos y los partidos atraviesan horas bajas para el conjunto de la sociedad. Pero entre los jóvenes es aún peor: siempre son la institución peor valorada por los menores de 30. En 2000, el 4% aún decía militar en un partido y el 5%, en un sindicato. En 2008, las cifras eran irrisorias: el 0,8% y el 1,7%, respectivamente.

A Jesús De Miguel no le sorprende: 'Los partidos y sindicatos son organizaciones del siglo pasado, muy poco democráticas y tolerantes, cuando los jóvenes de ahora se distinguen precisamente por ser democráticos y tolerantes'.

'Los jóvenes son muy escépticos ante las grandes verdades del siglo pasado: un Estado, una religión, un matrimonio para toda la vida, una sola orientación sexual o política Pero al mismo tiempo, creen en la democracia, en la solidaridad y en la tolerancia. No se afilian a nada ni sienten que lo necesiten porque están en muchos sitios a la vez en función de sus objetivos de cada momento', añade De Miguel.

Daniel Lostao preside el Consejo de la Juventud de España, red de asociaciones jóvenes y tradicional vivero de políticos del que han salido, entre muchos otros, Javier Arenas, Trinidad Jiménez y José Blanco. En julio dejará el cargo al cumplir 30 años y ni siquiera él se plantea dar el salto a la política: 'Lo que quiero es vivir un tiempo fuera de España, hacer cosas nuevas. Es cierto que desde la política se pueden hacer cosas, pero falta autocrítica, y el mundo ha cambiado: también se puede hacer mucho desde fuera. Incluso más y sin tener que obedecer'.

Por no afiliarse, los jóvenes ya ni siquiera se apuntan a las ONG, pese a que sí las valoran. Pero preservar su independencia es justo una de las características de los tiempos modernos, que algunos sociólogos como Zygmunt Bauman han identificado como 'líquidos', en los que rehúyen y no sólo los jóvenes los compromisos absolutos, el cambio se convierte en el estado natural y las adhesiones son múltiples y subordinadas al individuo.

Además, la democracia ya está asentada. Y se ha desvanecido la posibilidad realista de construir en el corto plazo una sociedad alternativa, gasolina que durante décadas propulsó la militancia política de los jóvenes más idealistas. Más que militar, los jóvenes simpatizan con causas concretas, que pueden ir cambiando.

'Las ONG parecían una alternativa a la crisis de la política de los años noventa, pero a estas alturas sus limitaciones ya están claras: tampoco han cambiado el mundo', opina Xavier Giró, profesor de Periodismo Político en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y gran agitador de movidas, siempre desde la izquierda. Y añade: 'Los jóvenes militan menos, pero están todo el día haciendo cosas y muy distintas. En sus ordenadores, viajando, participando. Hay menos organización y todo es más espasmódico, pero hay muchísima vida'.

¿Sabía usted que más de 800.000 jóvenes se reunieron en España para debatir el futuro de la universidad? Seguro que ni se enteró ¡y eran 800.000! porque no salió en la prensa ni en los lugares que probablemente usted frecuenta: sucedió en la red social Tuenti, donde sólo se entra por invitación y dos tercios de los usuarios tienen menos de 25 años de edad.

Las redes sociales son ahora la gran herramienta de participación de los jóvenes. Y al estar a menudo ocultas a la vista de los mayores, parecería como que ni debaten ni se preocupan por los asuntos públicos. Pero el bullicio es constante porque están permanentemente conectados y agrupados en múltiples redes que se solapan y se confunden: otro de los distintivos de la llamada iGeneración.

En la red social Tuenti se envían 80 millones de mensajes al día y se bajan más de cinco millones de vídeos. No todo es política y partidos, naturalmente, pero hay mucho más debate político del que se cree.

'No hay grandísimos cambios entre generaciones, lo que sucede es que ahora se usan otras herramientas', apunta Javier Elzo, catedrático de Sociología de la Universidad de Deusto. Elzo, que desde la década de 1980 colabora en la gran radiografía de la juventud española que impulsa la Fundación Santa María, opina que los jóvenes han evolucionado exactamente en la misma línea que lo ha hecho la sociedad en su conjunto: 'Son más individualistas y menos comunitaristas, como la sociedad, de la que los jóvenes son un reflejo'.

Elzo estima que el estereotipo de joven pasota existe, como existió siempre, pero que 'es falso atribuirlo al conjunto'. Los ni-ni, apuntan los expertos, no superan el 1%, mientras que Elzo estima que los jóvenes más comprometidos y que buscan activamente el cambio rondan el 15%.

A su juicio, el porcentaje fue quizá algo mayor en otras épocas con las que sería 'absurdo' compararse, pero todos los cambios han sido impulsados siempre por vanguardias. 'No es lo mismo querer cambiar las cosas en la Transición, cuando el objetivo es ir hacia la democracia, que ahora', insiste.

Las causas que más mueven a los jóvenes de hoy son internacionalistas: la lucha contra el hambre, la defensa de la naturaleza y los derechos humanos les motivan mucho más que la bandera española, según el CIS. No deja de ser una consecuencia de los cambios que ha introducido la revolución tecnológica: 'El mundo de los jóvenes es ahora mucho menos local', apunta Lourdes Gaitán, del Grupo de Infancia y Adolescencia del Colegio de Sociólogos de Madrid.

Ello ayuda a explicar alguna de las aparentes contradicciones de los jóvenes, capaces de moverse por la causa más lejana y mantenerse quizá impasibles si despiden al vecino. Será paradójico, pero su mundo ya es todo el mundo.

No hay adolescente ni joven que no esté en contacto diario con amigos virtuales al otro extremo del planeta, a los que además esperan conocer en algún viaje más pronto que tarde. 'Los jóvenes, que son nativos digitales, han pasado de la aldea global a la comunidad de vecinos global', sostiene Julio Camacho, director del Observatorio de la Juventud en España, que lleva 25 años oteando a los jóvenes de este país desde la Administración.

La gran novedad, de efectos revolucionarios, es en su opinión la tecnología. 'Implica una nueva estructura mental cognitiva: es como aprender un lenguaje de niño en lugar de estudiarlo de mayor', insite Camacho.

Tecnología revolucionaria

'Esta generación tiene todas las características para ser activa y hacer grandes cosas cuando se sobreponga a la perplejidad: cuenta con una tecnología que les sirve de aglutinante y que a los formados en lo analógico nos cuesta entender, tienen valores y se enfrentan a un mundo con graves problemas', concluye.

'Se acabó el monopolio que tenían los mayores como vía de acceso al mundo. Cuentan con herramientas tecnológicas sobre las que saben mucho más que padres y maestros. Hay que cambiar la manera de ver al joven: no sólo enseñarle cosas, sino también aprender de él', afirma Gaitán.

Están cambiando el mundo en la práctica, tejiendo infinitas y novedosas redes, sin que los que mandan acaben de darse cuenta de ello y sin que nadie sepa aún hacia dónde se dirigen. A diferencia de otras generaciones, parecen aguardar su turno sin provocar el choque. El 96% de los jóvenes dicen estar satisfechos con su familia y con sus permisivos padres.

Elzo y otros sociólogos subrayan que la familia es 'el gran colchón' que les permite ir sorteando la crisis. 'Los intereses de padres e hijos coinciden: unos tienen dificultades para emanciparse, los otros no quieren que los hijos se marchen', describe.

El motor de esa convivencia poco tendría que ver pues con la 'ética del gorrón' que popularizó hace una década el sociólogo Amando de Miguel. Y ayuda a entender por qué jóvenes tan formados, tan viajados y con un horizonte profesional que se estrecha aún más por la crisis aguardan su turno sin empujar.

Para la gran mayoría de jóvenes que navegan en la sociedad líquida de riesgos e incertidumbres, la familia es lo más importante. Desde luego, muchísimo más que la revolución.

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