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El mapa de terremotos de España no es fiable

Los geólogos alertan de la existencia de fallas activas no contempladas por la Administración

MANUEL ANSEDE

España esconde decenas de fallas activas, capaces de provocar terremotos destructores, pero los organismos públicos responsables de prevenir sus efectos no tienen ni idea de dónde están. El Instituto Geográfico Nacional (IGN), encargado de elaborar el mapa de peligrosidad sísmica, dispone de datos obtenidos con sismógrafos en los últimos 100 años, en el mejor de los casos.

También emplea el testimonio subjetivo de los historiadores en los últimos siglos, pero este registro es muy incompleto debido a la destrucción de bibliotecas en la época de la Reconquista. Si una falla estalla de manera más o menos regular cada 1.000 años, queda fuera del conocimiento actual.

Las fallas, según un ejemplo utilizado por los geólogos, son como una parada de autobús. Y el bus es el terremoto. Si los sismógrafos no han visto nunca el autobús, no pueden saber cada cuánto pasa. Para averiguarlo, es necesario agujerear la tierra para desvelar cuándo hubo terremotos en la prehistoria y en la historia antigua.

La escasez de datos hace que en el mapa español de peligrosidad sísmica sólo aparezcan dos manchas rojas: alrededor de Torrevieja (Alicante), donde un terremoto de magnitud 6,6 tumbó la ciudad en 1829 y mató a unas 400 personas, y en torno a Arenas del Rey (Granada), donde un seísmo de magnitud 6,5 acabó con la vida de 800 ciudadanos y destruyó 4.400 edificios en 1884, según datos del IGN.

Las dos Castillas, Aragón, Madrid y la cornisa cantábrica aparecen fuera de peligro. 'Si en época romana hubo un gran terremoto y su periodo de recurrencia es de 2.000 años, podría volver mañana y no lo sabemos', advierte el investigador Miguel Ángel Rodríguez Pascua, del Instituto Geológico y Minero de España(IGME).

El conjunto de la Península no está libre de grandes terremotos. El 16 de diciembre de 1811, en una región de EEUU teóricamente libre de seísmos, a miles de kilómetros de la temblorosa falla de San Andrés, comenzó una serie de violentos terremotos. Durante dos meses, cuatro sacudidas con una magnitud de hasta 8,1 zarandearon el noreste de Arkansas y la ciudad de Nuevo Madrid, en Missouri. El temblor causó estragos en un área de 600.000 kilómetros cuadrados, aproximadamente la superficie de España.

'En la Península Ibérica puede haber sorpresas, como ocurrió en Nuevo Madrid', sostiene Rodríguez Pascua. La situación es similar. El epicentro de los terremotos de EEUU se situó en el interior de la Placa Norteamericana, lejos de su punto de fricción con la Placa del Pacífico, origen del gran terremoto de San Francisco en 1906. En España, hay fallas activas alejadas de la costa meridional, donde chocan la Placa Euroasiática y la Africana, pero, si no han temblado en la historia reciente, se desconoce su existencia.

Rodríguez Pascua, junto a otros 50 geólogos de una decena de universidades, ha comenzado a estudiar las entrañas de la tierra para elaborar una base de datos de fallas activas. Su intención es disponer de una versión preliminar de este mapa de terremotos prehistóricos a finales de 2010. Ya han encontrado fallas desconocidas en la cordillera Bética, en las costero catalanas (cerca de Olot) y en zonas más tranquilas históricamente, como el límite de Murcia y Albacete. El 27 de octubre se reunirán todos, por primera vez, en Sigüenza (Guadalajara), para coordinar sus trabajos.

Los investigadores están cavando zanjas en puntos de España cuya apariencia sugiere que hubo terremotos en el pasado. El estudio de los sedimentos y del escalón creado por el temblor, la llamada paleosismología, les permite saber cuándo ocurrió el terremoto y qué magnitud tuvo, aunque sucediera hace decenas de miles de años. El Servicio Geológico de Estados Unidos comenzó estos trabajos en la década de 1970 y sus mapas de peligrosidad sísmica ya incluyen los datos de las fallas que tiemblan tras miles de años en silencio. España está empezando ahora.

Como es habitual en la ciencia española, no hay dinero. Los geólogos que trabajan en este campo se lamentan de que el Ministerio de Ciencia e Innovación apenas financia proyectos de paleosismología. El departamento de Cristina Garmendia, además, ha recortado un 30% el presupuesto del IGME para 2010. 'Lo más sangrante es que estos estudios no requieren grandes medios. Una investigación de 10 años podría costar lo mismo que un kilómetro de autovía', denuncia Rodríguez Pascua. 'Hasta que no haya un susto, no se hará nada', opina.

'Falta financiación', coincide el profesor de Geodinámica José Jesús Martínez Díaz, de la Universidad Complutense de Madrid. Este geólogo, cansado de pedir financiación para estudiar las fallas activas en Murcia, tuvo que emigrar a Centroamérica para proseguir su investigación. Hasta hace muy poco, cuenta, el único organismo que apoyaba estos trabajos en España era la Empresa Nacional de Residuos Radiactivos, que empezó hace dos décadas, casi en secreto, a horadar la tierra tras plantearse la construcción de un cementerio nuclear subterráneo, con el fin de descartar terremotos.

Martínez Díaz cree que la imprecisión del mapa de peligrosidad sísmica español 'sale cara'. Estos mapas sirven para elaborar la normativa de construcción sismorresistente, que obliga a los constructores a levantar los edificios con materiales resistentes a terremotos. Pero el mapa actual es tan conservador que las manchas rojas que indican alto riesgo son redondeadas. Si se estudiara la falla, serían lineales. 'Se gasta mucho dinero en hormigón sismorresistente en zonas en las que no hace falta', explica Martínez-Díaz. Y en las fallas activas desconocidas, los edificios se erigen sin protección.

El director de la Red Sísmica Nacional en el IGN, Emilio Carreño, reconoce que su mapa está incompleto. 'Es importantísimo que haya más dinero para estudiar fallas activas y paleosismología', plantea. El mapa de peligrosidad sísmica español no coincide con el francés, donde sí se han hecho estudios de este tipo. O las placas tectónicas conocen las fronteras políticas o el mapa español está mal hecho. 'A medida que se vayan descubriendo fallas, las iremos incluyendo', promete.

La última versión del mapa de peligrosidad sísmica es de 2002. El director de la Red Sísmica, Emilio Carreño, es consciente de que hay que actualizarlo cuanto antes. “Estamos incorporando nuevos estudios de los siglos XIX y XX y vamos a incluir las fallas activas que se van conociendo”, explica. Carreño se ha comprometido a integrar, en cuanto esté lista, la base de datos de fallas activas que están elaborando el IGME, la Complutense y la Universidad de Barcelona, entre otras.

El Instituto Geográfico Nacional, dependiente del Ministerio de Fomento, no tiene geólogos, así que asume que no es su competencia estudiar los seísmos prehistóricos. El director del IGN, Alberto Sereno, también admite que el mapa puede ser mejorado. “La ciencia avanza porque nunca está satisfecha”, opina.

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