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La calle es de Cristiano y Messi

El portugués y el argentino dirimen la lucha por la Liga y por el trono del fútbol mundial

L. J. MOÑINO / R. VILAR

 

El duelo será bajo la luna, pero podría haber sido perfectamente al sol. Por las estelares plantillas de Madrid y Barça, la vertiginosa altura de la cita se anticipaba desde el inicio de campeonato. Estaba cantada, como el tenso cara a cara final de los westerns. Se intuía tanto el desenlace trascendental del choque como que Cristiano y Messi ocuparían el centro de la calle para discutir quién gobierna el planeta fútbol. Estaban predestinados. Si existe un dios, hoy se verá si es uno de los dos.

Messi llega bajo el traje de pistolero silencioso, frío y calmado, pero brutal y certero en cada una de sus descargas, ya sean por el medio o por la banda. Si Messi encarna la infantil crueldad de Billy El Niño, Cristiano se presenta como una especie de Caballo Loco, capaz de arrasar con todo, porque dispara todo lo disparable, o de emborracharse de filigranas individualistas que le desvían de la conquista de la pradera. El ojo en la sangre lo lleva el portugués, que ya fue relegado por Messi en la pasada final de la Liga de Campeones y en esta campaña en la que compiten en la misma Liga. Guardiola ha probado con Puyol como lateral izquierdo como antídoto de Cristiano.

Si existe un dios, hoy en el Bernabeú se verá si es uno de los dos

Madrid y Barça llegan a este cruce de caminos definitivo desde sus modelos antagónicos, cada uno con la realidad que se ha fabricado desde septiembre. El Madrid, herido por sus fracasos en la Copa y en la Copa de Europa y con sólo dos balas para su último y obligado partido del año: Cristiano e Higuaín. La fiabilidad defensiva de la que tanto presume Pellegrini desde los números no le sirvió ni ante el Alcorcón ni ante el Lyon.

Mientra Guardiola habla de imagen, Pellegrini sólo piensa en ganar

El Barça se presenta con menos polvo y sangre en su traje. Llega al Barnabéu con calma y seguridad de francotirador. Mientras Guardiola habla de demostrarle al mundo que hoy juega el Barça, de que su equipo es tan reconocible desde la estética como desde la eficacia, Pellegrini ignora a su rival y sólo habla de su equipo y de él mismo, de si tiene o no miedo, de que lo único que le seduce es la victoria, de que no le importaría matar por la espalda; ganar jugando mal.

Pellegrini quiere un partido desde una belleza simple: robar y salir a toda mecha. Que haya muy poca transición entre Xabi Alonso, Cristiano e Higuaín. Aunque cuando ese juego directo no marcha, siempre le queda Guti. Guardiola se ha pasado la semana mentalizando a los suyos de que el 2-6 de hace un año fue algo excepcional. Pero también de la necesidad de defender la imagen. Y en esas, la baja de Ibrahimovic es circunstancial. El estilo lo marca un equipo. Y esa es la bala de plata del Barça.

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