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"Se pudo hacer más"

El español Tolo Calafat, dado por muerto en el Annapurna

A. L. MENÉNDEZ / M. ALBA

'Cuando haya de morir, quiero hacerlo aquí, cerca del cielo'. La canción de Nacho Vegas retumba en el Annapurna (8.091 metros), la montaña implacable en la que yace para siempre Tolo Calafat, alpinista español que, desfallecido y a la intemperie a 7.600 metros, fue dado ayer por muerto después de que el equipo de rescate no lograse localizarlo bajo la abundante nieve caída durante la noche del miércoles.

'Sólo yo contra mí y contra los elementos', reza la letra compuesta en honor de Juanito Oiarzabal, uno de los integrantes de la expedición de Calafat que el martes hicieron cumbre en el Annapurna. La tragedia sobrevino en el descenso. 'Hoy (ayer) es un día muy triste, muy duro. Hemos hablado con Marga, su mujer... te puedes imaginar', se lamentaba el montañero vasco desde el campo base.

La esposa de Calafat, que deja dos hijos de 18 meses y 8 años, recibió la fatal confirmación en su domicilio de Mallorca. 'Estábamos esperanzados y la noticia nos ha dejado helados', declaró desde la casa familiar Pere Joan March, amigo del montañero. 'Teníamos la esperanza de que con buen tiempo el helicóptero pudiera hacer una maniobra para sacar a Tolo de allí'.

El miércoles por la tarde, Calafat pudo telefonear a su mujer. Según March, 'se mostró tranquilo y con aplomo, pero tenía muy poca voz'. Había pasado una noche a la intemperie a más de 20 grados bajo cero. Al mallorquín le fallaron las fuerzas cuando descendía desde la cumbre junto a Carlos Pauner y Oiarzabal, así que a 7.600 metros se detuvo para intentar recuperarse. Junto a él se quedó un sherpa.

'Estaba totalmente negativo, decía que no andaba, no andaba y no andaba, así que el sherpa que le acompañaba decidió bajar a buscar ayuda', cuenta Oiarzabal.

'Estamos mal, con la sensación de que quizás podíamos haber hecho algo más y de que la solidaridad se está perdiendo añadió el alavés. Estuvimos negociando con la coreana Oh Eun-Sun para que alguno de sus cinco sherpas subiera en busca de Tolo, pero no hubo manera. Llegamos a ofrecerles 6.000 euros a cada uno, pero ella no puso mucho interés ni les dio una orden directa'.

Calafat, técnico de Telecomunicaciones, llevaba la montaña en la sangre. Bromista y afable, rara vez renunciaba a una expedición. Si, caso del Annapurna, las ayudas económicas prometidas fallaban, tiraba de sus ahorros. Lo sacrificó todo, incluso la vida, para morir cerca del cielo.

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