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Shanghai muestra el lado megalómano de China

La Exposición Universal se abre al público tras gastar 45.000 millones de euros, y espera 80 millones de visitantes. El régimen de Pekín pretende usarla como arma de seducción' para consolidar su posición como

ANDREA RODÉS

Dos años después de los Juegos Olímpicos de Pekín, China vuelve a ser el escenario de un encuentro internacional de primer orden. Esta vez se trata de la Exposición Universal de Shanghai, que abre hoy al público con el tema Mejor ciudad, mejor vida, una reflexión sobre el urbanismo.

Nadie pone en duda de que Shanghai 2010 será la Expo más grande de la historia, como aseguran los organizadores. El recinto ferial ocupa una superficie de 525 hectáreas junto al río Huang Pu, más del doble que la Expo de Sevilla, en 1992, o dos veces la extensión de Mónaco. Cuenta con la participación de 192 países, incluido Corea del Norte, que por primera vez tiene pabellón en una Expo, y con la presencia de unas 60 organizaciones internacionales. Se esperan a entre 70 y 90 millones de visitantes durante los seis meses que dura el evento, aunque sólo un 5% extranjeros.

El tema de la cita es una reflexión sobre la sostenibilidad del desarrollo urbano

Para el régimen chino, que gastó más de 45.000 millones de euros, la Expo es la ocasión única para hacer propaganda y celebrar la consolidación de su país como potencia mundial. 'Es una oportunidad para promover el orgullo nacional y el progreso económico en un país tan poblado y diverso como China', dijo Simon Anholt, experto británico en márketing urbano.

La idea de celebrar la Expo como una fiesta de propaganda 'nacionalista' más que un evento internacional pudo palparse por la noche en la esperpéntica ceremonia de inauguración que tuvo lugar en el recinto ferial, con la presencia del presidente chino, Hu Jintao. En la ceremonia, retransmitida por la televisión pública en todo el país, no faltó el izado de bandera ni las coreografías al más puro estilo kitsch, incluidos bailarines disfrazados de toreros, danzas de las minorías étnicas, actuaciones de niños embadurnados en purpurina y de cantantes hipermarquilladas entonando canciones cursis. Ni si quiera la presencia del célebre pianista Lang Lang y del célebre actor hongkongnés Jackie Chan pudieron salvar el espectáculo, que terminó con una exhibición de fuegos artificiales sobre el río Huang Pu.

La avalancha de visitantes locales está prevista que empiece hoy, 1 de mayo, Día del Trabajador y primera jornada de puente para millones de ciudadanos chinos. Las entradas están agotadas desde hace días. Sin embargo, por la mañana ya era posible encontrar vendedores ilegales tratando de revender billetes por el doble de precio a los curiosos que se acercaban a fotografiar el recinto. La puerta más visitada los últimos días era la número 7, frente al imponente pabellón de China, un edificio en forma de pirámide invertida, el más alto de la feria.


Los organizadores publicaron folletos de comportamiento en el recinto ferial

Junto a los grupos de curiosos y turistas no faltaban los policías de paisano con el uniforme habitual: gafas de sol de imitación, mocasines de piel falsa, móvil en mano. Las autoridades han dispuesto alrededor de 55.000 policías para mantener la seguridad del certamen y la guardia costera patrullará las 24 horas para evitar atentados. El régimen chino necesita evitar a toda costa que se produzcan altercados que puedan desestabilizar el orden social durante los meses que el todo el país tiene los ojos puestos en Shanghai. China, además, se enfrenta a graves tensiones étnicas en Tíbet y Xinjiang, que han sido escenario de revueltas violentas en los últimos dos años.

'He de reconocer que la Expo no me interesa mucho. Sin embargo, creo que es una buena ocasión para mostrar a los chinos qué estilo de vida debemos seguir', opina Peng Lun, editor de Shangai99, una conocida editorial de la ciudad. La idea original de los organizadores es que cada país y ciudad participante utilice su pabellón para dar una respuesta al tema central de la Expo: Mejor ciudad, mejor vida. Por ejemplo, Barcelona presenta un plan de remodelación del barrio de Ciutat Vella. Madrid optó por reproducir la llamada Casa de Bambú de Carabanchel, como un modelo de vivienda sostenible. Es la primera vez que una Expo invita a las ciudades a participar.

Dedicar una feria a este tema es significativo para China, que en los últimos 30 años ha experimentado la emigración de millones de personas del campo a las ciudades y debe hacer frente a graves problemas de polución y de escasez de recursos. 'Parece que el mensaje final de la Expo es que vivir en ciudades es vivir mejor', concluye Peng Lun.

Más allá de aprender nuevos modelos de conducta urbana, el objetivo principal para millones de turistas chinos que visitarán la Expo es pasárselo bien. Uno de los lugares más populares durante los ensayos generales de la última semana fue una atracción del pabellón de Alemania que simula el olor de las salchichas a la barbacoa. El otro gran atractivo es Miguelín, un bebé gigante de 6,5 metros colocado en el interior del pabellón español. 'Los chinos tienen una pasión por los niños, algo que comparten con la sociedad española', explica María Tena, comisaria general del pabellón español.

La Expo, igual que los JJOO de Pekín, también ha servido para mejorar las infraestructuras públicas de Shanghai, la ciudad más poblada de China, con 20 millones de habitantes. Shanghai es una espectacular metrópolis portuaria, mezcla de rascacielos, villas de estilo colonial europeo y viviendas comunistas levantadas en los años sesenta y setenta, encaminada a ser la capital financiera de Asia. La Expo ha traído a la ciudad la construcción de nuevos túneles bajo el Huang Pu, la apertura de una línea de metro y el desplazamiento de fábricas contaminantes fuera de la ciudad.

Pero la cita internacional también ha venido acompañada de medidas para regular el comportamiento público de los shanghaineses y cuidar la imagen de la ciudad. Las autoridades repartieron durante los últimos meses panfletos que piden a los ciudadanos: cortarse las uñas y peinarse antes de entrar en el recinto ferial, no adquirir productos pirateados, no salir en pijama por la calle, una costumbre muy extendida en China. El folleto también indica cómo actuar con los visitantes extranjeros. Ante los españoles, se aconseja 'no hablar de familia, religión o trabajo' y, sobre todo, 'no criticar al toreo'.

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