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David Cameron: el modernizador de la élite

El líder de los conservadores ha conseguido hacer renacer a su partido

DANIEL DEL PINO

David Cameron, Newbury, 1966.

Conservador y modernidad son posiblemente dos palabras opuestas. Pero David Cameron ha pasado los últimos cinco años de su vida intentando hacer que su partido asuma que es posible unirlas. Un discurso en 2005 después de que Tony Blair le diera a los laboristas su tercera legislatura seguida le aupó al liderazgo del Partido Conservador.

Esto supuso el ascenso de un político joven que se atrevió a decirle a la cara a sus compañeros que resignarse a perder y seguir culpando al Gobierno no era suficiente. Que era necesario un cambio de mentalidad para recuperar el poder. Un cambio que acercara a los conservadores a la sociedad de hoy en día. Cambio, que es hoy la palabra favorita y el eslogan escogido para su campaña.

En parte, Cameron lo ha conseguido. Pero el camino no ha sido sencillo. Modernizar un partido elitista por historia y naturaleza no es cuestión de un día. Menos cuando él mismo forma parte de esa élite aristocrática de familia, sangre y tradición.

Cameron fue educado primero en el exclusivo colegio de Eton, desde donde pasó directamente a Oxford para estudiar filosofía y políticas. Allí conocería a algunos de los que hoy son colegas de partido. Entre ellos, su mano derecha, el aspirante a conseguir la cartera de Finanzas, George Osborne, o el actual alcalde de Londres, Boris Johnson. Con él entró en el exclusivo club Bullingdon, grupo de niños bien que se dedicaban a disertar sobre política, beber mucho y liarla en algunos restaurantes.

En cualquier caso, es posible que sin él los tories nunca habrían aceptado cosas como el matrimonio entre personas del mismo sexo, el cambio climático o jamás habrían propuesto elevar el impuesto de sucesiones. Posiblemente nunca habrían renunciado a forzar un referéndum sobre el Tratado de Lisboa.

Después de la universidad, Cameron entró en política en 1988 trabajando para el Centro de Investigación de los tories. Tres años más tarde ya formaba parte del grupo de ayudantes del entonces primer ministro, John Major.

Tras este periplo, trabajó durante nueve años para el grupo de comunicación Carlton y no entraría de lleno en el Parlamento hasta 2001. Ese año consiguió ganarse un puesto en Westminster al llevarse la victoria por la circunscripción de Witney.

No es que reniegue de su pasado, pero no le gusta hablar de él y lo ha obviado en su biografía en la web oficial del partido. Aún así, su fórmula ha funcionado. Sobre todo en los últimos dos años, en los que la descomposición interna de los laboristas tras la salida de Blair, el escándalo de las cuentas de gastos del Parlamento y la crisis financiera han acabado por minar al Gobierno.

En octubre de 2008, el partido Conservador llegó a tener una ventaja de 27 puntos en intención de voto con respecto a los laboristas. Cameron se ganó el respeto del ala dura del partido y los tories han conseguido que el estigma de la aristocracia no les estropee el juego electoral.

Incluso cuando a escasas semanas de las elecciones el presidente del partido, Lord Ashcroft, se declaró un non-dom. Esto no es otra cosa que un estatus que establece que su residencia está en el Reino Unido, pero le libra de pagar impuestos allí. Su fortuna la guarda a buen recaudo en Belice y sirve para sufragar el escandaloso gasto en propaganda electoral de los tories.

Cameron es un personaje bonachón que suele caer en la prepotencia con mucha frecuencia. Sobre todo cuando se mide a Gordon Brown. Ha perdido fuerza a medida que se acercan las elecciones. La distancia ahora es mínima gracias a la irrupción de los Liberal Demócratas con su líder, Nick Clegg, a la cabeza.

Aunque pocos dudan de que los conservadores ganarán estas elecciones el día 6 de mayo. La victoria moral la tiene al alcance de la mano, otra cosa es quién formará Gobierno.

Cameron está casado con su mujer, Samantha, con la que ha tenido tres hijos. Ivan, uno de ellos, falleció el año pasado. Ahora la pareja espera otro bebé para septiembre. 

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