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Cameron tiene al enemigo en casa

El sector tradicional del partido se niega a permitir el cambio del sistema electoral

IÑIGO SÁENZ DE UGARTE

Los tories deberían besar el suelo por el que pisa David Cameron. Después de enviar a tres líderes a que fueran masacrados en las urnas por Tony Blair, los conservadores habían encontrado en él a un líder de aires modernos, muy consciente del valor de la imagen y con un lenguaje menos estridente que sus predecesores.

En pocas palabras, Cameron era un conservador que no daba miedo a las clases medias urbanas. Por eso, con él estaban en condiciones de poner fin a 13 años laboristas. Su prestigio debería ser máximo.

Nada más lejos de la realidad. El sector más tradicional del partido, con una amplia representación en el grupo parlamentario, siempre ha mirado con desconfianza a Cameron y su grupo de asesores.

A todos les llaman “la banda de Notting Hill”, por la zona de Londres en la que viven la mayoría de ellos.

De puertas para dentro, algunos comentarios son brutales. “¿Has visto esas cosas de la webcameron?”, preguntó un diputado tory a otro refiriéndose a los vídeos de Cameron, grabados algunos en la cocina de su casa y que el partido cuelga en YouTube. “Sí, la verdad es que le hacen parecerse a uno de esos terroristas que salen en Al Jazeera”, respondió otro parlamentario, según The Times.

La conversación ocurrió en febrero en uno de esos momentos en que los conservadores sufrieron una pequeña recaída en unos sondeos en general bastante favorables.

Esa ha sido una constante del liderazgo de Cameron. Siempre que ha surgido algún obstáculo, los comentarios críticos o simplemente despectivos han aparecido en la prensa.

Hasta ahora, no pasaban de eso porque estaban a punto de conseguir la anhelada victoria y porque el líder no se desviaba ni un milímetro del euroescepticismo radical tan extendido entre las filas de su partido.

Ahora con un Parlamento sin mayoría absoluta y con Cameron obligado a hacer algunas concesiones para asegurarse el poder, las posibilidades de de una guerra de guerrillas interna se multiplican.

La mayoría de los diputados reticentes están organizados en el Comité 1922, que se comporta como si fuera el guardián de las esencias del partido.

Fundado en 1923, agrupa a los parlamentarios que no tienen cargos de responsabilidad en el Gobierno o en el partido y se reúne de forma semanal para que la dirección tenga presente sus peticiones. Detalle importante: la fecha de 1922 se refiere a una reunión de diputados tories que forzaron a su partido a abandonar el Gobierno de coalición que presidía el liberal David Lloyd George.

El entorno del líder es denostado como 'la banda de Notting Hill'

En el Reino Unido, la disciplina de voto existe en el Parlamento, pero no funciona como en España. La dirección del partido tiene que trabajarse los votos de sus diputados.

En temas importantes, no es inusual que un grupo numeroso de los llamados ‘backbenchers’, como los del Comité 1922, planten cara. La idea de cambiar el sistema electoral sería poco menos que una provocación para ellos. Ni siquiera la propuesta de un referéndum en el que los conservadores pidieran el voto negativo les aplacaría.

Estos diputados quieren que haya guerra con la Unión Europea y si Cameron adopta una postura más pragmática en el poder, tendrá problemas. Pocos de ellos dan mucho valor a las relaciones con Francia y Alemania. Los viejos espíritus aislacionistas, excepto en la relación con EEUU, continúan soplando entre los conservadores.

El esfuerzo de Cameron por aumentar el número de mujeres en las listas electorales les ha dejado bastante fríos. Y desde luego no comparten el interés de su líder por los temas medioambientales. La lucha contra el cambio climático no tiene muchos seguidores en el Comité 1922, aunque en eso es probable que coincidan con la mayoría de los votantes tories.

El Comité 1992 se comporta como el guardián de las esencias del partido

Los diputados de base se sienten ninguneados por Cameron y no le perdonan cómo se deshizo sin piedad de los parlamentarios más afectados por el escándalo de los gastos.

El ex ministro conservador Michael Portillo recordaba hace unos meses que también hay un factor personal en todo esto. Al elogiar el carácter agradable de Cameron, le respondieron: “Quizá sea encantador contigo, pero no con nosotros. No es tan sonriente y cercano con los que están por debajo de él”.

Lo peor para Cameron es que esos diputados ya tienen un objeto del deseo si las cosas se tuercen. El alcalde de Londres, Boris Johnson, político excéntrico como pocos, es muy querido por las bases del partido, sus credenciales derechistas son impecables y su antieuropeísmo ha quedado contrastado.

Cameron deberá cuidar con esmero el ‘Gobierno de coalición’ con sus propios diputados.

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