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Hillary Clinton: La baza y el lastre de la experiencia

La mujer del ex presidente pueda pagar su cercanía con el poder aunque también supone un plus de garantía

ISABEL PIQUER

Cuando Hillary Clinton estrecha la mano de sus seguidores los mira fijamente a la cara y sus ojos azules se agrandan. Es un momento a la vez reconfortante y molesto. Una cercanía distante que descoloca. Los fieles, en la emoción del momento no suelen fijarse mucho, pero los fotógrafos, que la siguen a todas partes, a menudo captan esa expresión entre exageradamente interesada y totalmente ausente.

Es la sensación que tienen muchos de los votantes demócratas ante la contradicción de presentarse como pionera, la primera mujer que aspira a la presidencia de Estados Unidos, y a la vez veterana, la ex primera dama que conoce los entresijos de la Casa Blanca y podrá, como repite en todo sus mítines, 'trabajar desde el primer día'.

La ambigüedad, tanto política como personal, mitad revolucionaria mitad conservadora, agua y aceite, ha perjudicado seriamente a Hillary Clinton en Iowa y podría jugarle otra mala pasada en New Hampshire.

En un mes, ha pasado de ser candidata inevitable a impredecible y aunque queda margen para remontar los sondeos, no es buena señal.
Pero ha sobrevivido peores batallas. A finales de 2000, siendo todavía primera dama, esta oriunda de Illinois, que había vivido toda su vida en Arkansas y Washington, decidió presentarse de senadora por Nueva York, donde nunca había pasado más de un par de días.

Nadie daba un duro por ella. Iba a luchar contra el entonces alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, que también pensaba presentarse, aunque a final desistió, un adversario contra el que irónicamente podría volver a competir si ambos consiguen el respaldo de sus partidos. Salió elegida y reelegida en 2006.

El escándalo Lewinsky

Era su recompensa por haber aguantado estoicamente la abrumadora humillación del escándalo Lewinsky, un escándalo que, sin embargo, le dio una popularidad que nunca tuvo en sus primeros tiempos de primera dama.

Ganó más respeto entre la opinión pública jugando el papel de mujer fiel y abnegada que conservando su apellido de soltera, Rodham, y presentando un desastroso plan para reformar el sistema de salud, un revés que la devolvió a los bastidores del poder y a un papel más tradicional durante el resto del primer mandato de su marido.

Hillary Clinton es una contradicción. '¿Por qué uno no puede tener una mente conservadora y un corazón liberal?' preguntó a uno de sus amigos a finales de los años sesenta cuando estudiaba en el Wellesley College, cuenta Carl Bernstein en su biografía de la candidata A woman in charge.

Salió de un hogar conservador y metodista de Park Ridge (nació el 26 de octubre de 1947), un barrio de clase media a las afueras de Chicago. Ya por entonces, se hacía notar por su inteligencia y su enorme determinación. El país vivía una intensa época de movilización y Hillary se convirtió a la causa demócrata.

En la primavera de 1971 empezó a salir con Bill Clinton, cuando ambos estudiaban Derecho en Yale. Y ahí empezó todo. Renunció a hacer carrera por Bill.La decisión de mudarse con él a Arkansas para apoyar la carrera política de este oscuro aspirante a gobernador, escandalizó a sus amigos. Todos pensaban que empezaría su propia carrera política. 'Seguí a mi corazón en vez de mi cabeza', escribió luego en su autobiografía Living History. El propio Bill reconoció en Iowa el sacrificio profesional de su mujer.

'Hillary salió de la facultad de Derecho para trabajar por los demás. Si hubiera entrado en un bufete de abogados de Chicago, como le proponían, hubiera estado en Iowa, hace diez o quince años'.

En el Senado, al principio desentonaba pero mantuvo un perfil bajo, trabajando duro para ganarse el respeto de sus homólogos incluso entre los republicanos, que le tienen un odio especial.

'Llevo 16 años aguantando sus ataques y aquí sigo', repite a menudo. Es una prueba de resistencia pero un tremendo lastre político: Hillary no deja indiferente y eso es un problema para conseguir nuevos votos, sobre todo frente a un rival como Barack Obama, una cara nueva.

El 20 de enero de 2007, exactamente dos años antes de la toma de posesión del futuro presidente de EEUU, Hillary Clinton, acabó con los persistentes rumores y anunció oficialmente su candidatura.

Tras un año de trabajo, sus asesores han empezado a preguntarse si competir en Iowa fue una buena idea. Pero nadie la descarta ya. 'Yo no apostaría contra Hillary', dijo Carl Bernstein después de Iowa. 'Ella es como Bill, se crece ante la adversidad'.

En campaña electoral con el marido

No se puede hablar de Hillary sin hablar de Bill. Y más estos días. El ex presidente hizo una intensa campaña a favor de su mujer en Iowa y piensa multiplicar sus esfuerzos en New Hampshire, un estado que en 1992, le ayudó a mantener una maltrecha candidatura a la Casa Blanca.

Al igual que Al Gore cuando se presentó a las elecciones en 2000, la candidata al principio intentaba desmarcarse del ex presidente. Bill apareció poco y cuando lo hizo metió la pata, al afirmar, por ejemplo, que siempre había estado en contra de la guerra de Irak. Pero ahora que las cosas no van tan bien, el marido está en todas partes. Sus discursos siempre empiezan con 'Hillary cree' o ' Hillary piensa'.

'Ella puede sobrevivir porque entiende el lenguaje de los conservadores. Muchos de ellos eran demócratas conservadores baptistas del sur que cambiaron su voto en la época de los derechos civiles. Yo lo entendí en su momento y ella también, por eso puede superarlo', dijo hace unos días en Greenfield, una población granjera de Iowa. Pero el marido es un arma de doble filo porque cada vez que aparece revive unos años que no todo el mundo quiere recordar. 

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