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Cuando los políticos son un problema

Los más críticos con la 'clase política' son quienes tienen más estatus y poder.

Cuenta Adelino Cattani en su libro Los usos de la retórica una divertida historia de la antigua Grecia en la que una madre, para disuadir a su hijo de dedicarse a la política, le decía: 'Si te dedicas a la política te enemistarás con la gente o con los dioses; porque, si dices la verdad, la gente te detestará, y si dices falsedades, te detestarán los dioses'; a lo que el hijo replicó: 'Te equivocas, madre, si miento me querrá la gente, y si digo la verdad, me querrán los dioses; así que, mienta o diga la verdad, tendré el reconocimiento de la gente o de los dioses'. Es obvio que el hijo se dedicó a la política, y probablemente triunfó.

La madre del joven sabía bien que lo bueno, lo justo y lo bello no siempre coinciden, que la política se desarrolla en el terreno contradictorio de la defensa de valores e intereses diversos. Recuerdo que Julián Santamaría, que fue director del Centro de Investigaciones Sociológicas en los tiempos del referéndum sobre la OTAN, bromeaba un día sobre la formulación de la pregunta del referéndum que hubiera dado un resultado más favorable a la permanencia de nuestro país en dicho organismo: '¿Aceptaría que España permanezca en la OTAN, con su voto en contra?'. En los últimos tiempos abundan las encuestas en las que los ciudadanos se muestran conformes con la necesidad de las reformas que está llevando a cabo el Gobierno y, a la par, se manifiestan en desacuerdo con dichas reformas. No hace mucho leí una encuesta en la que sucesivamente la mayoría de los ciudadanos se manifestaba: en primer lugar, contraria al reciente acuerdo sobre pensiones entre Gobierno, empresarios y sindicatos; en segundo lugar, a favor de la necesidad de la misma; y, en tercer lugar, la mayoría se manifestaba favorable a que el PP se sumara a dicho acuerdo.

Sin duda, además de ser consciente de la esencia de la política, la madre del joven griego de nuestra anécdota también había conocido tiempos semejantes a los actuales, en los que la política, y los políticos, se han convertido para un cierto número de personas en el chivo expiatorio de casi todos los problemas que padece nuestra sociedad. En el último barómetro del CIS, correspondiente al mes de enero del presente año, el 20% de los entrevistados señala a 'la clase política y los partidos políticos' como uno de los tres principales problemas de nuestro país, por detrás de 'la situación económica', que aparece mencionado por el 50%, y 'el paro', que, con diferencia, es citado por un 80% de los entrevistados. A lo largo de los últimos diez años, el valor medio de los políticos como problema ha sido del 10%, y también durante la última década los políticos ocupaban la séptima posición entre los problemas que señalaban los ciudadanos; ha sido fundamentalmente desde mayo de 2010 cuando se han producido los cambios más notables en la valoración de los políticos.

La política se desarrolla en el terreno de la defensa de valores e intereses diversos

En todo caso conviene dar el valor justo a este resultado; como diría nuestro joven griego: que el 80% de los entrevistados no considere a los políticos uno de los tres problemas más importantes del país parece más bien un indicador del aprecio de los ciudadanos a sus representantes que de lo contrario. Sobre todo cuando la crítica a los representantes y gobernantes democráticos, en general o particularizadamente, está presente en el primer plano de la información de cada día. Es decir, cuando no parece razonable decir que esa crítica no llega a la mayoría de la ciudadanía.

Se podría pensar que esta crítica genérica a la 'clase política' es una mera formulación populista del pensamiento tradicional de la derecha, pero lo cierto es que, de ser así, en este momento el reproche a los políticos es transversal desde el punto de vista de la ideología de los entrevistados. Apenas hay diferencias entre la opinión de los de izquierdas y los de derechas. Las diferencias relevantes tienen que ver con otras características de los encuestados: son los varones, de clase alta o media alta, que tienen estudios superiores y que viven en grandes ciudades, los que más señalan a los políticos como problema; y son las mujeres, pertenecientes a familias de trabajadores no cualificados, sin estudios y que viven en el medio rural, quienes menos mencionan a los políticos como uno de los principales problemas del país. Aproximadamente la diferencia entre unos y otras va del 30% al 5%. No son, por tanto, las personas más de derechas las que son más críticas con la 'clase política', sino las que tienen más estatus y poder.

Es probable que una explicación de la enorme presencia mediática de la crítica genérica y particular a la política y a los políticos tenga que ver con que es una preocupación más propia de quienes tienen poder, sean de izquierdas o de derechas, que de quienes no lo tienen. La respuesta de la política democrática a esa crítica no puede ser ni la indiferencia ni la descalificación, sino la reforma; sin embargo, esa reforma no puede ser una retirada de la política democrática del campo público, porque el espacio de poder que abandona la política democrática es ocupado inmediatamente por otros poderes que se dicen menos políticos pero que, en realidad, son sólo menos democráticos.

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