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El triunfo de la memoria cambia la Historia

PEIO H. RIAÑO

La Academia ha reconocido sus errores. A Gonzalo Anes le ha costado aceptar la gravedad de los fallos que su equipo, bajo su responsabilidad, había cometido en la elaboración de los perfiles ligados a la Comisión de Historia Contemporánea, coordinada por los académicos Luis Suárez y Carlos Seco Serrano. Hasta ayer mismo, Anes mandaba cartas a políticos en un último alegato de defensa, demostrando que en el Diccionario Biográfico sí se hablaba de Franco como un dictador, pero no en la entrada del propio Franco. Un pequeño fallo que llevará a esta edición de mil ejemplares al lugar donde se encierran las rarezas: libros mal impresos, errores singulares y otros despistes.

Creía Anes que podría hacer creer que la memoria se puede encender y apagar como una bombilla a punto de fundirse. Había elaborado una obra con intención de ser una referencia histórica, y en ella la verdad y la mentira se alternaban para engañar al pasado en el futuro. Ha resultado un fracaso. Frente a biógrafos de clara identificación franquista como Luis Suárez se han alzado las voces de numerosos historiadores que han recordado que el revisionismo histórico como el que se deprende en muchas entradas del diccionario es incompatible con una sociedad moderrna y democrática.

Después de que este diario pusiera al descubierto las perlas que encerraba la monumetal obra, quedaron en evidencia las carencias de la Academia, una institución que, a la luz del aluvión de noticias y entrevistas que han trascendido desde entonces, necesita con urgencia un proceso de modernización.

Los intentos por justificar los exabruptos filofranquistas en la libertad de expresión no se han sostenido frente a los argumentos, mucho más convincentes, de quienes sostienen con pruebas que Suárez y otros colegas habían, lisa y llanamente, faltado al rigor histórico más elemental.

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