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Blanca Portillo: "Es muy triste tener que retirar una fotografía"

ROCÍO PONCE

Desde que Blanca Portillo y Chusa Martín llegaron a la dirección del Festival de Teatro Clásico de Mérida su continuidad al frente del mismo pendía de un hilo. Un hilo tan fino que en plena edición se ha roto.

La actriz, que se ha enfrentado a severas limitaciones presupuestarias, a un cambio de Gobierno local y regional y hace sólo unos días a una polémica por la retirada de una fotografía de la muestra Camerinos, de Sergio Parra, ya ha anunciado que no seguirá en el cargo. La imagen de la controversia es un retrato del actor Asier Etxeandía desnudo, caracterizado como Jesucristo y con una estampa de El Cristo, de Velázquez, en el vello púbico. No se trata de un posado, sino de un instante previo a su actuación en la obra Infierno, una versión del esloveno Tomaz Pandur sobre La divina comedia.

'Indudablemente que un festival no debe tener color político'

Horas después de esta entrevista, las directoras del festival enviaron un comunicado en el que explican que 'desde el cambio de Gobierno' diferentes órganos políticos realizaron numerosas presiones para que la fotografía fuera retirada. También han aclarado que antepusieron la 'importancia y solvencia' de un festival en crisis a la hora de decidir el futuro de la imagen.

Por ahora, Portillo sigue con sus tareas como directora del festival, que compagina con los ensayos de la obra Antígona de Sófocles, dirigida por el mexicano Mauricio García Lozano, y que se estrenará el próximo 11 de agosto en el Teatro Romano de Mérida.

Antígona' es una obra en la que se propone el debate de la razón o el orden frente al corazón. ¿Hasta qué punto debe primar lo uno sobre lo otro?

'Sabíamos que mi programación podría no gustar a ciertos sectores'

Para mí prima mucho el corazón, y eso que soy una persona muy racional. Intento pensar las cosas cinco veces antes de hacerlas, pero hay un impulso natural al que siempre obedezco, es un olfato, un instinto que me empuja a tomar las decisiones. Y es el más sabio porque es el único que te permite mirarte al espejo por las noches y no tener vergüenza.

¿Cuántas veces se pensó el aceptar el puesto como directora del Festival de Mérida?

Muchísimas veces.

'Las cosas no se hacen para gustar a todos porque es imposible'

¿Y ahora que ha decidido no renovar?

Otras tantas. No tomo decisiones a la ligera.

Cuando llegó al cargo dijo que al término de la edición decidiría si seguir o no. Lo ha hecho antes.

Una cosa está clara, yo no puedo decidir si me quedo en el puesto o no porque no depende sólo de mí. Sabemos que los anteriores directores han estado varios años, pero se trata de una renovación anual. Por tanto, quien nombra a esa persona decide si se queda o no, no yo. Aunque yo quisiera quedarme, si no me lo propusieran, no podría.

Pero sí puede decir que no se queda.

Eso sí. Pero tampoco me lo han propuesto. Lo hemos anunciado ya porque hay que ser responsable con el que venga después.

¿Por qué no se queda?

Por muchas y variadas razones y no es sólo por el hecho de haber tenido que quitar una fotografía de una exposición. Muchas que tienen que ver con la estructura del festival, con la economía, con la gestión y transparencia de la organización del festival, que tiene que ver con muchas cosas.

Usted ha manifestado que un festival no debe tener color político. ¿Tiene que ver con eso?

Indudablemente que no debe tener color político y, por ahora, el festival no lo tiene. A no ser que quiera verse así.

Es un hecho que usted entró en el puesto con un Gobierno extremeño y un Ayuntamiento de Mérida socialistas y ahora están en manos del PP.

Yo presenté una programación que fue aceptada. Lo que sí se puede hacer desde fuera es una lectura política de mi programación, que puede no gustar a ciertos sectores y eso lo sabíamos desde el primer día. Pero las cosas no se hacen para que le guste a todo el mundo porque es imposible. Cuando uno da todo lo que tiene, no se le puede pedir más. Otra cosa son las opiniones, porque el criterio es subjetivo. Por eso, cuando nombras a alguien, esa persona también tendrá su criterio subjetivo.

Su programación es un claro homenaje a la mujer.

Sí. El detonante de esa idea fue el hecho de que nunca había habido una mujer al frente del festival. Y precisamente en uno que nació por la implicación y esfuerzo de una mujer, Margarita Xirgu, que en 1933 dijo que en el Teatro Romano había que hacer teatro, que no era sólo un monumento. Por eso quisimos dejar claro cuál es nuestro universo y nuestra opción vital como mujeres, y de ahí surgió toda la programación.

¿Es cierto que no se ha sentido respaldada o cómoda en el puesto?

Nunca he dicho eso.

¿Y cómo se ha sentido?

Eso se lo contaré a mis nietos.

¿Cómo tomó la decisión de retirar la fotografía de la exposición?

Fue muy difícil.

De la carta que enviaron se desprende que le dolía haber retirado la imagen.

No quiero mezclar lo personal porque tengo una responsabilidad. Yo podré hablar de todo esto cuando no esté en el puesto, pero no negaré que feliz no estoy.

¿Esta situación le hace sentirse incómoda como directora?

No te sientes nada bien. Es muy triste tener que retirar la fotografía, pero hay que respetar la opinión de la gente. Aunque también habría que contar que hay muchísima gente que está solicitando que no se retire la fotografía. Es una situación complicada porque ahora ¿qué derechos prevalecen?

Pese a que dijo que no actuaría durante el festival, va a interpretar a Tiresias en Antígona'.

Es cierto que no tenía previsto actuar en el festival, pero la elección de Mauricio (el director) fue muy clara. Yo quería que él viniera al festival porque todos los que están pasando por Mérida son personas con las que me gustaría trabajar y creo que no tengo mal criterio para eso. Mauricio tiene algo tan especial viniendo desde tan lejos que me pareció necesario que viniera. Cuando él me propuso este personaje pequeño pero fundamental dentro de la historia, no me pude resistir. Porque por encima de todo soy actriz, es lo que más me gusta en el mundo y es desde el escenario desde donde manifiesto mejor lo que siento, lo que pienso, es mi púlpito o mi estrado. Y de alguna manera quería ofrecerle al festival lo que creo que mejor sé hacer, regalándole mi trabajo.

¿Cómo es la Antígona' que dirige Mauricio García Lozano?

Es tremendamente fiel a Sófocles, está sintetizada para reflejar perfectamente todos los conflictos que plantea la función: gobierno contra ciudadanos, individuo contra colectivo, viejos frente a jóvenes, hombres y mujeres, vida y muerte, normas e impulsos naturales

Conflictos tremendamente vigentes.

Yo los veo en todas partes, la actitud de la gente joven frente al inmovilismo, el impulso de lo femenino frente a un organigrama construido por hombres, porque estemos donde estemos siempre hay un hombre más arriba. Sobre el peligro de detentar el poder ya dijo Sófocles hace más de 2000 años que no se conoce al ser humano hasta que está en una posición de poder. El poder es un lugar que saca cosas de los seres humanos y Antígona está ahí diciendo lo que no es correcto. No es que los griegos sean muy actuales, sino que es la pura realidad.


Blanca Portillo durante un ensayo. GRACIELA DEL RIO

¿Tan previsible es el ser humano?

Desgraciadamente, sí. Creo que el mensaje que el director lanza con la función es que una pequeña mujer, casi adolescente, con una profunda convicción emocional consigue reventar el sistema. Siempre habrá alguien que desde la honestidad pueda desequilibrar las cosas, estoy convencida o, al menos, confío en que es así.

En esta edición del Festival de Mérida hay tres versiones de Antígona', ¿por qué?

La razón es porque es esencial al teatro que un mismo texto tenga diferentes lecturas, sino haríamos cada obra una sola vez en la vida. Queríamos hacer un ejercicio de teatro, todos conocemos la historia de Antígona, de Medea o de Edipo, lo importante es cómo nos lo van a contar esta vez. Y como esa es la esencia del teatro, decidimos poner sobre los escenarios de Mérida la evidencia de que lo importante no es la variedad de textos sino los puntos de vista. También es porque estoy cansada de que la gente hable de teatro como si fuera algo ajeno a la vida, la tragedia no es un género literario, es un hecho real.

¿Qué le hace sentir ese desasosiego?

La gente tiene más necesidad de no pensar que de pensar, o eso nos quieren hacer creer. Porque luego cuando el público ve algo que le conmueve, se implica. Hay una idea que aún pulula por ahí de que el teatro pertenece al entretenimiento. Y no es ocio sólo, aunque no digo que no pueda ser divertido. También es reflexión, y por ella existe. Cuando llegué a la dirección del festival me lo planteé, si llevamos dos mil y pico años subidos al escenario diciendo las mimas cosas no es que seamos divertidos, porque hay otras diversiones mucho mejores hoy en día, debe ser que somos necesarios.

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