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"El cambio es irreversible, no hay marcha atrás"

Suelette Dreyfus. Coautora. Para la periodista e investigadora australiana, los hackers fueron los primeros en luchar por la transparencia de la información durante los noventa

Á. V.

A Suelette Dreyfus no le gustan las fotos. Entren en internet y no encontrarán ni una sola imagen de la escritora y periodista. 'No quiero ser la protagonista de esta historia. Yo soy sólo la que la cuenta. Pongan a Julian, que es más fotogénico', bromea la coautora de Underground. Los motivos de seguridad no son ajenos a su discreción, aunque no pueda hablar de ello. Dreyfus, que hoy ha aparcado el periodismo y es investigadora en la Universidad de Melbourne, conoció a Assange a principios de los noventa. Juntos escribieron la historia de los primeros forajidos de la red.

¿Cómo descubrió la subcultura hacker?

'Ha habido presiones, pero hay que relativizarlas porque forman parte del trato'

A principios de los noventa, me compré un módem lentísimo y conseguí entrar en contacto con la comunidad que existía en Melbourne, de la que formaba parte Julian Assange. La mayoría se dedicaba a hackear video-juegos y poco más, pero un par de ellos habían logrado acceder a sitios gubernamentales y en redes de la NASA. Me pareció un fenómeno fascinante y decidí escribir este libro en colaboración con Julian. La escritura del libro llevó más de tres años, la mayor parte de los cuales consistió en ganarme la confianza de las fuentes. Desde entonces, he mantenido en secreto sus identidades. Y le aseguro que es un secreto que me llevaré a la tumba.

¿Respetar el secreto profesional ha conllevado peligros?

Ha habido algunas presiones, pero no puedo dar detalles al respecto. Hay que relativizarlas, porque forman parte del trato. Antes de escribir el libro, adopté ese compromiso conmigo misma, a riesgo de terminar en la cárcel. Pero era necesario si quería poder mirarme en el espejo cada mañana.

'He escrito un capítulo en la edición en español sobre Wikileaks y el caso Couso''

¿Cómo describiría a Julian Assange en aquella época?

Como alguien con una mente brillante, apasionado por la tecnología y con un gran sentido de la moral política, muy interesado en la obligación del Estado de rendir cuentas ante los ciudadanos. El concepto de justicia le había fascinado desde siempre. Julian fue un autodidacta, que lo aprendió casi todo leyendo a los clásicos. Su madre me contó una vez que le leía a Aristóteles, Eurípides o Shakespeare a la hora de dormir.

¿Imaginó que fundaría un proyecto como Wikileaks?

Ya entonces, los dos estábamos muy desencantados con la situación del periodismo. Era la época de las grandes fusiones corporativas, que lograron eliminar el pensamiento crítico de la prensa. Julian entendió que era un peligro inmenso. La gente sólo estaría capacitada para protestar contra prácticas inaceptables si disponían de toda la información necesaria. Como los medios estaban dejando de abastecerla, decidió inventarse algo como Wikileaks. Ya ha logrado cambiar para siempre las relaciones entre Estado y ciudadano. Es un agente del cambio, en un momento en que las instituciones desearían dar marcha atrás. No han entendido que la caja de Pandora no se puede volver a cerrar. El cambio es irreversible.

¿Qué novedades ha introducido en la edición en castellano de Underground'?

He escrito un nuevo capítulo sobre cómo los cables de WikiLeaks han puesto contra las cuerdas al Gobierno español, utilizando las revelaciones sobre el caso Couso como ejemplo. La luz es un desinfectante infalible. Cuando la diferencia entre lo que un representante político debería hacer y lo que hace cobra dimensiones tan gigantescas, el pueblo siempre se acaba movilizando. Assange se ha convertido en una figura de referencia para ese frente de jóvenes politizados que germina en internet. De hecho, los primeros reflejos de esa politización de la red se encuentran entre los hackers de hace 15 años, que luchaban contra un mundo en el que la información estaba reservada a unos pocos. En una década, la evolución ha sido significativa. Pero no se va a detener aquí. Cada generación futura exigirá más transparencia a sus representantes.

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