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"Comunicarse con los extraterrestres será como leer a Shakespeare"

Directora de investigación del Instituto SETI. Lleva un cuarto de siglo buscando mensajes de radio en el universo

NUÑO DOMÍNGUEZ

Si los extraterrestres llaman a la Tierra, seguramente les atienda Jill Tarter, astrónoma, ingeniera y piloto. Lleva más de un cuarto de siglo buscando señales de radio en el cosmos que respondan a 'la pregunta más antigua de la humanidad: ¿estamos solos en el universo?'. Y agrega: 'Tengo suerte de estar viva en el momento en que tenemos herramientas que pueden responderla'.

Se trata de grandes telescopios como el de Arecibo, en Puerto Rico, o el ATA, en California, al que Tarter viaja en su avioneta Cesna. Los teles-copios escuchan un sinfín de señales de radio producidas por estrellas, galaxias o agujeros negros y Tarter las criba en busca de otras que hayan sido fabricadas por seres inteligentes.

'La gente sigue confundiendo lo que hacemoscon pseudociencia'

Hollywood se inspiró en ella en 1997 para el personaje de Ellie Arroway en el filme de ciencia-ficción Contact. Protagonizada por Jodie Foster, esta cinta, basada en una novela de Carl Sagan, narra la llegada de mensajes cifrados de Vega, una estrella a 25 años luz. Arroway traduce primero una serie de números primos, luego, una señal de vídeo con un discurso de Adolf Hitler en 1936, en teoría la primera señal de televisión que habría alcanzado Vega con suficiente potencia, y, por último, la descripción de una nave espacial. En ella, Arroway despegará hacia Vega.

'La película fue genial', confiesa Tarter, pero sólo hasta que se encuentra la señal. 'Después, todo se vuelve del revés, aparece un circo en torno al observatorio... tal vez sea eso lo que suceda, tal vez la señal sean instrucciones para construir una nave, pero es pura especulación'.

Desde que comenzó a buscar señales en el Instituto SETI (Search of Extraterrestrial Intelligence), que fundó en 1984, la astrónoma ha intentado desvincular su trabajo de la fantasía. 'No sé si he trazado la línea con éxito, la gente sigue confundiendo lo que hacemos con pseudociencia', reconoce Tarter, que visitó España para participar en el Festival Starmus, donde compartió foro con astronautas como Neil Armstrong, el primer hombre que pisó la Luna.

Uno de los mayores impedimentos para la comunicación entre estrellas es que los mensajes deben atravesar decenas, cientos, miles de años luz. Por ejemplo, el primer programa de televisión experimental se emitió en 1928. A estas alturas, sus ondas han pasado de largo varias estrellas con exoplanetas y acaban de arribar a Lambda Fornacis, a más de 80 años luz, según New Scientist. Una respuesta desde su exoplaneta no llegaría hasta dentro de más de 80 años, salvo que los posibles seres inteligentes sepan superar la velocidad de la luz. ¿Tiene entonces sentido escuchar? 'Cuando lees a Shakespeare o a los autores de la Grecia clásica, te estás comunicando con ellos. Aprendes de ellos aunque no puedas preguntarles, porque han transmitido a través del tiempo muchísima información. La comunicación interestelar será así, de un solo sentido', reconoce Tarter.

La búsqueda de señales lleva en marcha más de medio siglo y por ahora no ha encontrado ni rastro de vida inteligente. El creciente escepticismo y la falta de fondos han convertido este proyecto, que fue financiado por la NASA hasta 1992, en una ONG que funciona con donaciones privadas. 'Sabemos con certeza que no hay inteligencia en Washington', bromea Tarter. El observatorio más emblemático de SETI, el ATA, está parado por falta de fondos, pero Tarter se niega a rendirse y acaba de emprender un proyecto para escuchar en dos años a más de 1.200 posibles exoplanetas presentados este año por la NASA. Tiene muy clara su primera pregunta a ET: '¿Cómo sobrevivisteis a la adolescencia tecnológica, la fase en la que estamos nosotros? Tenemos en nuestras manos destruir el planeta y no parece que estemos tomando buenas decisiones para evitarlo. Me gustaría saber cómo otros lograron pasar ese cuello de botella, crecer y ser sabios', concluye.

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