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Los rebeldes conquistan el palacio presidencial de Gadafi en Trípoli

El dictador libio sigue a la fuga mientras las tropas revolucionarias asestan un golpe definitivo al régimen

Ó. ABOU-KASSEM / AGENCIAS

El régimen de Muamar Gadafi está teniendo un final digno de su extravagante líder. Tras una caótica noche en Trípoli en la que otro hijo de Gadafi pudo fugarse, los rebeldes lograron ocupar el cuartel general del líder libio imitando los tradicionales saqueos que se producen en los derrocamientos populares de las dictaduras.

Después de plantar la bandera rebelde en el complejo de Bab al Azizia y reducir al mínimo la resistencia gadafista en la capital y el resto del país, sólo les queda capturar a su pieza más preciada para dar por finiquitada la guerra civil que ha vivido Libia durante los últimos seis meses. Un portavoz del Consejo Nacional de Transición (CNT), dijo anoche a Al Yazira que el Gobierno de los rebeldes se trasladará de Bengasi a Trípoli en los próximos dos días.

'Casa por casa, habitación por habitación', decían los insurgentes que entraron en el complejo fortificado donde se habían atrincherado los más fieles del régimen, mofándose del discurso a modo de arenga que en ese mismo lugar Gadafi había dado a sus tropas para aplastar la rebelión.

Saif al Islam logra fugarse y lanza la última arenga a sus soldados

Aunque la pieza más preciada no había sido capturada, la humillación para el amortizado líder libio comenzó ayer. A media tarde, un rebelde que acababa de salir del recién conquistado palacio, comparecía ante la prensa vestido con una gorra militar del dictador, una hortera cadena de oro y un plumero dorado rematado con un elefante. 'Lo he cogido todo en la habitación de Gadafi', dijo el sonriente rebelde.

Sin rastro de las tropas gadafistas con las que se pasaron combatiendo durante la mañana, la ocupación de los edificios oficiales se convirtió en un festín de trofeos.

'Los gadafistas corren como ratas', afirmó Abdelhakim Belhadj, uno de los comandantes rebeldes que participó en la toma del cuartel general enemigo. Varios insurgentes celebraron la conquista paseando con el cochecito de golf en el que al dictador le gustaba transportarse dentro del inmenso complejo. Para completar la burla, los vencedores arrancaron la cabeza de un busto de Gadafi y empezaron a pegarle patadas como si se tratara de una pelota de fútbol.

También vaciaron los arsenales de armas en la zona militar de Bab al Azizia. Con mucha más facilidad de la esperada, los milicianos revolucionarios entraron en el complejo presidencial. '¡Se terminó, Gadafi está acabado!', gritaba un grupo de milicianos en el recinto.

Los milicianos se dan un festín en las habitaciones del líder libio

Aunque acabó de manera triunfal, el día no había empezado bien para los rebeldes. La madrugada anterior, Saif al Islam, el hijo designado por Gadafi para heredar Libia, logró escaparse en Trípoli del cautiverio en el que permanecía desde el domingo. Su hermano Mohamed también se fugó el día anterior.

Entre la estupefacción general, Al Islam se paseó desafiante por la zona de Bab al Azizia proclamando que su Ejército estaba ganando la batalla. 'Era una trampa. Les hemos partido la espalda a los rebeldes', decía un eufórico Al Islam ante un grupo de seguidores y de periodistas a los que había llevado a visitar el palacio presidencial. Tras su tournée nocturna no se volvió a saber del hijo predilecto del dictador libio.

El hotel Rixos, donde tiene su sede la prensa internacional en Trípoli, sufrió un intenso tiroteo entre rebeldes y varios gadafistas que se atrincheraron en el interior. Los periodistas se vieron obligados a refugiarse en la planta inferior temiendo ser utilizados como escudos humanos.

Más desesperada es la situación para el clan Gadafi. Sin haber logrado pactar un refugio seguro fuera de Libia se encuentran expulsados de su fortaleza y con un Ejército en desbandada general de la capital. Sólo algunos leales mantenían algún foco de resistencia desde alguna de las azoteas. 

Las últimas tropas gadafistas en el Este se repliegan en la ciudad de Sirte

En el resto del país, las tropas del régimen languidecían. En el frente oeste se replegaban a la localidad de Sirte, el lugar de nacimiento de Gadafi y donde se encuentran sus más acérrimos seguidores. 'Hemos tomado Ras Lanuf mientras los soldados huyen por el Valle Rojo camino de Sirte', dijo Mohamed Zawawi, un portavoz rebelde.

El representante ante la ONU del CNT, Ibrahim Dabashi, dio ayer por finalizado el régimen de Gadafi y vaticinó que los rebeldes lograrán el control total de Libia en las próximas 72 horas, según informó Efe. Para tranquilidad de la comunidad petrolera internacional, los rebeldes informaron que la planta petrolífera de Ras Lanuf no ha sufrido daños de consideración, al igual que la de Zauiya, conquistada el sábado. La que sí que registra desperfectos según el mando rebelde es la de la ciudad de Brega.

Libia está viviendo las últimas horas de un régimen que el próximo 1 de septiembre iba a cumplir 42 años. Las opciones se agotan para un Gadafi acorralado.

Los rebeldes libios, agrupados en el Consejo Nacional de Transición (CNT), se mostraron ayer partidarios de juzgar en Libia a Muamar Gadafi, su hijo Saif al-Islam y su jefe de inteligencia, acusados de perpetrar crímenes contra la humanidad por la Corte Penal Internacional (CPI). “Preferimos juzgarles en Libia porque los documentos que serán presentados en el tribunal y sus declaraciones son parte de la historia libia”, aseguró Ibrahim Dabbashi, enviado libio de la ONU. En cuanto a la aparición de Saif ayer en medio de los seguidores de Gadafi, después de que los rebeldes aseguraran haberle capturado, este veterano diplomático libio explicó que, desde su punto de vista, a él y su hermano Mohammed se les había permitido ponerse en contacto con su personal de seguridad, y “tuvieron éxito en su liberación”. Dabbashi fue el primero de los enviados desde Trípoli al exterior para denunciar la dura represión de Gadafi contra las manifestaciones a favor de la democracia en febrero. Su oposición al Gobierno y consiguiente deserción motivó a decenas de diplomáticos del país que, más tarde, se unirían a la causa rebelde.

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