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Un equipo de leyenda

La Roja exhibe su demoledor juego colectivo para triturar a Francia y revalidar el título

GONZALO CABEZA

La mejor manera de ganar un Europeo es ser un equipo. Tener solidaridad en ataque y en defensa, entender que lo que cuenta es la suma de los esfuerzos y no la resta de los egos. España eso lo ha demostrado siempre, la última vez ayer, en un repaso a Francia en la final. Sí, la estructura está formada por grandes talentos, jugadores nacidos para ser estrellas de baloncesto Pero, eso sin más añadidos, no les hubiese llevado tantas veces a la gloria.

España es una máquina de engranajes dorados. Cuando le toca el día a Gasol es él quien manda pero si no brilla, Navarro puede coger los galones, o Ibaka aparecer para hacer la noche en el ataque del rival, o Calderón para demostrar que es uno de los mejores directores de juego que se puede encontrar. No importa lo individual, aquí la cosa es terminar como un equipo por encima del contrario.

Ayer fue la sublimación de esa teoría colectiva. Los franceses propusieron, como siempre, un partido muy físico. Son un equipo extraño en el universo europeo, diferente a todos los demás y por eso exigen una aproximación única. La Roja, que tiene muchas batallas ganadas, entendió cómo había que jugar el encuentro.

La clave consistía en hacer un tremendo partido en defensa y confiar en la fantasía ofensiva. Todo salió perfecto. Cuando Francia atacaba, las ayudas estaban a la orden del día, España era un campo de brazos que lo mismo metía un tapón -en especial Ibaka, ayer mejor que nunca- que encontraba un robo. Los jugadores franceses no dieron con la tecla que abría esa defensa. Parker, el encargado de llevar el poderío anotador, metió muchos tiros, pero falló otros tantos desperdiciando por el camino posesiones muy valiosas. Sólo Batum, a cuentagotas, demostró su alto nivel.

En lo que al ataque se refiere, España fue España. Calderón, que tenía una cuenta pendiente -se perdió por lesión el oro de hace dos años-, dirigió con alegría. Desde el primer ataque impuso el ritmo a seguir y, cuando el partido se juega con la partitura propia, la sinfonía juega mejor. A su derecha siempre estaba Navarro, ese jugador que nació con una muñeca de goma y un millar de recursos ofensivos. Ha sido, y así lo reconoció la FIBA, el mejor del torneo. No es sólo cuestión de saber tirar, también es importante buscar esos tiros y en eso él es un tipo único en su especie.

El juego interior también demostró su clase. Pau Gasol, algo cansado en estos últimos partidos, apareció cuando era necesario. Para él hacer estadística no tiene mérito, siempre encuentra ataques suficientes para volver loco a sus defensores. Ayer le tocó a Noah, un magnífico perro de presa que poco pudo hacer para defender a Pau. Marc, su hermano, también demostró su talento. Al principio del campeonato se ponía en duda la capacidad de ambos para coaligarse. Han demostrado muchas veces que aquella idea era errónea, su gran capacidad de pase les ha hecho aún más grandes. Cinco jugadores españoles se fueron a más de diez puntos.

La Roja supo siempre sumar esfuerzos. España es campeona de Europa, como ya lo fue hace dos años. Es, con diferencia, la mejor selección del continente y, una vez más, ha vuelto a demostrarlo. Reyes de Europa, grandes en la historia.

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