Público
Público

A la caza de la voluntad del jurado

Los acusados intentan seducir con gestos y frases a quienes dictarán veredicto

SERGI TARÍN

'¡Pero si son unos rojos!'. '¡Menudos peperos!'. No había acuerdo entre el público que se agolpaba el pasado martes para ver por primera vez al jurado popular. '¡Atrás!, ¡atrás!', aullaban dos guardia civiles haciendo retroceder a la muchedumbre. Mientras, los miembros del jurado, la mayoría muy jóvenes, atravesaron como una exhalación el vestíbulo anexo a la sala de vistas.

Sentados en largas banquetas a la izquierda del juez, los 11 rostros (cuatro mujeres y siete hombres) mostraban al unísono un aspecto común entre ruborizado y trascedente. Y sus ojos brillaban al compás de la cuidada liturgia judicial con sus togas, frases hechas y la ampulosa sala iluminada por unas bombillas en forma de antorcha que daban al lugar un aire añejo de senado romano.

Los abogados procuran utilizar un lenguaje llano para hacerse entender

Esa misma mañana las partes presentaron sus argumentos. Fue la primera oportunidad de dirigirse cara a cara al jurado a la búsqueda de sus afectos o incertidumbres. La fiscal Concepción Sabadell fue muy pedagógica en la explicación de la estructura del juicio. El abogado de la acusación popular, Virgilio Latorre, subrayó que el asunto va más allá del regalo de unos trajes, ya que la trama se benefició de más de seis millones en contratos de la Generalitat. 'Los caudales públicos a todos nos importan, también a ustedes', les espetó con gravedad.

Por último, Javier Boix, letrado de Francisco Camps, buscó la piedad del jurado con la descripción de un Camps desvalido, víctima de un complot político e incapaz de llevarse un céntimo al bolsillo. '¡Pero si hasta dicen que es racanillo y le llaman el Curita!', llegó a decir a la caza de la lágrima. Por la tarde, durante su declaración, el Molt Honorable se derramó hacia ellos con muecas, guiños y expresiones más propias de un mitin. 'Esto tiene una dimensión brutal, bestial. ¡He querido venir aquí para defenderme y decir a los ciudadanos que votaron por un presidente inocente!', clamó. Nada. Todos recibieron la misma mirada mineral de un jurado que se retiró tan hierático como había entrado.

Costa exhibió un modesto Casio en vez del lujoso reloj que le dio la trama

La piedra empezó a mudar en carne a partir del miércoles. Pasadas las declaraciones de los acusados y las de los primeros testigos, el semblante duro del jurado comenzó a agrietarse. Más familiarizados con el ambiente, sus miembros tomaban notas, hablaban entre ellos y realizaban alguna pregunta por escrito.

Entretanto, las partes seguían con sus soterradas estrategias de seducción. Francisco Camps y Ricardo Costa presumían de austeridad, este último exhibiendo un Casio de todo a cien en contraposición al lujoso reloj de 20.000 euros que supuestamente le regalaron los empresarios de la Gürtel. Y las fiscales insistían una y otra vez en la documentación y las grabaciones policiales y observaban, con gesto complaciente, la pulcritud con la que el jurado se abocaba a su examen.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?

Más noticias