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Una prisión para liberar a Francia

Un museo virtual revive la insurrección de la cárcel de Eysses contra los nazis. Casi cien españoles participaron en la revuelta

 

ANDRÉS PÉREZ

El 19 de febrero de 1944, las noticias sobre el avance del Ejército Rojo en el frente del Este empiezan a llover sobre una Francia que sigue ocupada por los nazis. Gracias a la prensa clandestina, el ciudadano de a pie sabe que los Untermenschen, los 'subhombres', como llamaban los nazis a los eslavos, van a derrotar a Hitler. Pero no será el hombre de la calle el que reaccione sublevándose para sumarse al movimiento: fueron los 1.200 presos de una cárcel especialmente creada por los nazis, la de Eysses, en el sur de Francia, quienes dieron el pistoletazo de salida simbólico a la liberación de Francia, con una revuelta en la que 85 peligrosos rottenspaniards (españoles rojos) allí internados fueron hombres clave.

La Asociación de Estudios de la Resistencia Interior (AERI) ha abierto un museo virtual (www.museedelaresistanceenligne.org) destinado a retrazar la increíble aventura de ese penal de Eysses. Los 1.200 detenidos supieron transformar la cárcel, inicialmente pensada como la mejor solución para tenerlos atados y bien atados, en un auténtico calvario para el enemigo.

Los presos crearon una sociedad basada en la solidaridad y la disciplina

Desde el primer minuto, organizaron la entrada de armas, documentos y periódicos clandestinos, ayudados por la gente de los pueblos vecinos. Organizaron entre rejas una microsociedad basada en la solidaridad y la disciplina. Sólo el jefe de los detenidos comu-nistas y el jefe de los detenidos gaullistas (derecha social francesa) tenían derecho a hablar con el director de la prisión, cuyo poder, así, se paraba a las puertas de los dormitorios, los talleres de trabajo o la enfermería. Cosa que permitió más tarde una increíble paradoja: en prisión, dentro de esos espacios cogobernados por comunistas y gaullistas, se celebraban manifestaciones y espectáculos de canciones revolucionarias normalmente prohibidas en las calles.

Luego llegaron las fugas, la publicación de periódicos y una agencia de prensa, hasta la sublevación del 19 de febrero de 1944, que marcó las mentes y socavó por completo la última credibilidad que le quedaba al ocupante y al régimen fascista de Vichy, hermano gemelo del franquismo.

El 'museo virtual', una web que es una mina de documentos originales, de vídeos, y de panorámicas, ha sido traducido en buena parte al castellano, gracias a la financiación obtenida de fondos del precedente Gobierno español destinados a la memoria histórica. Y, con más de 40 entrevistas en vídeo de los hoy abueletes que participaron en la gesta de 1944, relanza para el futuro el ejemplo.

La prisión acogía manifestaciones y espectáculos prohibidos

El origen del penal de Eysses como campo de concentración para rebeldes tiene su misterio. En todas partes cuecen habas y, en 1943, la Kommandantur y el régimen de Vichy andaban algo peleados. El ocupante reprochaba a Vichy las numerosas fugas y desórdenes en las diferentes prisiones donde se encontraban los presos políticos más peligrosos.

Así que una idea, aparentemente luminosa, le vino al espíritu nada menos que a René Bousquet, secretario general de la Policía filonazi y colaboracionista notorio, que en ocasiones motu proprio iba más allá de lo que le pedía Hitler. Decidió concentrar a 'todos los comunistas, terroristas, anarquistas o subversivos' de la zona sur en ese penal construido sobre una antiquísima abadía benedictina en una zona rural de reputación 'tranquila'.

Cuando ruge La Marsellesa'

Si Bousquet hubiera estado un poco atento, habría sabido que, desde el principio, la operación le estaba saliendo rana: el principal convoy ferroviario para llevar hacia Eysses a presos dispersos desde Riom (centro), o Avignon, Montpellier y otras ciudades, fue convertido por los reos en una manifestación antinazi itinerante. En cada parada, entre el 15 y el 16 de octubre de 1943, desde los vagones donde estaban encadenados rugía La Marsellesa y La Internacional a gritos.

Una vez concentrados en el penal, los 1.200 hombres se organizaron de inmediato. Aprovecharon para ello que el director de la época era un modesto y al parecer honesto burócrata que interpretaba al pie de la letra la circular que había recibido. Su misión era que todo pareciera tranquilo. Así lo hizo. Todo parecía tranquilo.

Bajo la tranquilidad, en los talleres de trabajo obligatorio, empezaron a llegar empaquetadas las materias primas y maquinarias necesarias para las tareas. Pero dentro también iban armas, piezas de rotativas y trozos de jamón. La zona era muy tranquila. Tan tranquila que la región no era colaboracionista, sino resistente.

También iban en esas cajas, cuidadosamente desmontadas y empaquetadas, piezas de una radio. Cuando todas las piezas estuvieron dentro, gracias a la colaboración del médico del penal, Paul Veill, la radio fue montada e instalada en la enfermería, donde estuvo oculta. Cuando era posible es decir, a menudo coincidiendo con una muy dolorosa extracción de muelas, los jefes comunista y gaullista de la resistencia dentro del penal escuchaban las noticias tanto de Radio Londres (la pilotada por Charles de Gaulle) como las de Radio Moscú.

Había nacido la agencia de prensa del penal de Eysses: luego, esas informaciones, en particular los datos sobre las operaciones de la Resistencia Interior y sobre los avances de los untermeschen rojos en el frente Este, eran cuidadosamente retomadas en los periódicos clandestinos que llegó a haber en el penal, uno de ellos en catalán.

Si el catalán y el castellano tuvieron importancia fue por el papel jugado en la insurrección por los 85 españoles. Entre ellos figuraba su comisario político, Félix Llanos, además de Jaime Sero y Domènec Serveto Bertrán. El 19 de febrero de 1944, los 1.200 de Eysses quisieron dar el ejemplo. Un inspector general de prisiones estaba de visita: el rehén ideal. Desenterraron las armas y en pocas horas tomaron el penal, excepto la central telefónica, los miradores y el exterior. La noticia se propagó como la pólvora en toda la región, y más allá, gracias a la prensa clandestina, en toda Francia.

Como se propagó también que, para retomar el control del penal, Vichy solicitó apoyo de la artillería nazi. A las cuatro de la madrugada del 20 de febrero, frente al ultimátum directo de los nazis, los resistentes entregaban las armas. Doce de ellos serían fusilados, entre ellos los españoles Jaime Sero y Domènec Serveto Bertrán.

El 1 de marzo de 1944, el director apacible fue sustituido al frente de la prisión por el miliciano colaboracionista Joseph Schivo. Su primera carta como director estimaba que, si la resistencia había logrado un golpe tan espectacular, se debía a que la región de Eysses en su conjunto es 'el refugio de toda la mugre judía y de la internacional'.

Una frase que sin duda el individuo, pocas semanas después, tuvo que aplicar a toda Francia: la Resistencia generalizó las operaciones en todo el territorio, y el país fue liberado casi por completo ese verano. Por su parte, los expresos de Eysses tuvieron que librar un último combate: con manifestaciones, lograron que se les reconociera el estatuto oficial de 'Unidad Combatiente de las Fuerzas Francesas del Interior'.

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