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Operación Tánger: la caza de rojos

El 14 de junio de 1940 Franco ocupa Tánger con la excusa de mantener su neutralidad. La captura de una gran cantidad de exiliados españoles en esta ciudad era su objetivo oculto

FRANCISCO SÁNCHEZ MONTOYA

Tánger, en el lado oeste de Gibraltar, era un puerto estratégico para el dominio del Estrecho. Los tratados suscritos por Francia, España e Inglaterra en 1912 y 1923 la habían considerado un punto neutral. La ciudad estaba desmilitarizada y los servicios administrativos y de orden público se repartían entre Francia, España, Inglaterra e Italia. 'Mantener la neutralidad' fue la excusa para la invasión española. Ésta, llevada a cabo por la Mehalia Jalifiana, se realizó 'con carácter provisional'. Pero la foto oficial de la llegada de las tropas españolas a la ciudad, con banderas desplegadas y saludos con el brazo en alto, atestigua una entrada nada pacífica.

La frase 'siempre nos queda Tánger' era la más pronunciada por los cientos de republicanos que desde Ceuta, el Protectorado en Marruecos y las ciudades costeras andaluzas huían del golpe del 17 de julio, con el fin refugiarse en la ciudad internacional. Desde la Legación republicana en Tánger, su secretario Clemente Cerdeira, el presidente del PSOE en Ceuta Jiménez Cazorla y el diputado socialista y prestigioso catedrático Martínez Pedroso, intentaban dar cobijo y protección a los que continuamente llegaban.

Desde un primer momento en Tánger se crea una resistencia al franquismo, realizando desde la finalización de la Guerra reuniones en Ceuta y en las vecinas ciudades del protectorado, Tetuán o Larache. Los servicios secretos de Franco los tienen vigilados, pero no pueden detenerlos. Esta resistencia tiene su fin cuando las tropas de Franco toman Tánger en junio de 1940, muchos pudieron huir a Casablanca, protectorado Francés o vía Marsella al exilio europeo y después al continente americano. Otros se quedaron en Tánger continuando con la resistencia al régimen.

La resistencia estaba liderada por el socialista Antonio Castilla y en uno de sus múltiples contactos con los exiliados en Casablanca, les piden que necesitan a un delegado para su apoyo, ya que ellos al ser conocidos en la ciudad están muy vigilados por la policía. Recordemos que en Casablanca se encontraban numerosos españoles exiliados, sobre todo alicantinos, quienes al terminar la guerra pueden huir por los puertos del levante español y cruzar hacia Argelia. Allí tras estar detenidos en los campos de concentración, y pasar penalidades, muchos logran pasar a Casablanca. Tras este llamamiento, se desplaza en agosto de 1941, José Congost, quien realizó el viaje en ferrocarril, escondido en un cajón y protegido por el jefe de la estación. Una vez en Tánger se reúne con la resistencia y estudian nuevos proyectos.

Comienzan a recibir desde Casablanca el boletín Reconquista de España, que lo adaptarían con el nombre de Liberación de España, repartiéndolo por Tánger, Ceuta y ciudades del Protectorado. Como el trabajo de captación va en aumento, el recién llegado requiere nuevamente de Casablanca el envío de otros compañeros y a los pocos meses llegaron los jóvenes alicantinos Antonio Réinales, Ramón Valls y Adelo Aguado. Estos tienen entre sus planes inmediatos reorganizar a las Juventudes Socialistas Unificadas. Más adelante y siguiendo instrucciones de los que están en el exilio se unen en la denominada Unión Nacional Antifascista (U.N.A.). Debido a los nuevos proyectos y con el fin de recibir noticias del comité central deciden que el dirigente recién llegado de Casablanca, Adelo Aguado, viaje a Madrid, pero es detenido en la capital. Tras durísimos interrogatorios se le acusó de 'atentar contra la seguridad del estado y fomentar la organización de partidos políticos'. Se le realizó un consejo de guerra sumarísimo, siendo ejecutado a garrote vil el 28 de mayo de 1942. Ésta detención origina que las autoridades franquistas comiencen a encarcelar a los demás miembros de la resistencia en Tánger.

En total son noventa y un detenidos. Todos son enviados a Ceuta donde se celebró un consejo de guerra el 9 de marzo de 1944. Y tras siete días de vistas y declaraciones se aprobaron múltiples condenas, destacando las penas de muerte a los que vinieron de Casablanca, Congost, Reinares y Ramón Valls. El 18 de agosto de 1944, a la siete de la mañana, fueron fusilados en los muros de la fortaleza militar del Monte Hacho en Ceuta.

El delirio de Franco se había cumplido. Cuando, en 1945, se produce el fin de la II Segunda Guerra Mundial y la derrota de las potencias nazi-fascistas obligaron a Franco a ordenar el abandono de Tánger. Él ya había conseguido su objetivo.

* Francisco Sánchez Montoya, es investigador y autor del libro 'Ceuta y el Norte de África, República, Guerra y Represión'. Ed. Libros de Ceuta.

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