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Agencias de EEUU y Reino Unido intentaron lavar la imagen de Asad

Los especialistas en relaciones públicas de Brown Lloyd James le prepararon una campaña de imagen en mayo de 2011 para ponerle el silenciador a las matanzas

DANIEL DEL PINO

Tener un dictador árabe en la cartera de clientes se ha convertido en un filón de oro para las agencias de relaciones públicas más importantes del mundo. A caballo entre Londres, Nueva York y Doha, casas como Bell Pottinger o Brown Lloyd James, han estado ayudando a los regímenes de Túnez, Egipto y Libia durante los últimos años para mejorar su imagen de cara al exterior y ocultar las violaciones crónicas de los derechos humanos que se producían en casa.

Y Siria no iba a ser menos. Las tres empresas han mantenido un estrecho contacto con el régimen de Bashar al Asad en la última década según revelan los casi dos millones y medio de correos internos descubiertos por WikiLeaks y a los que Público ha tenido acceso en exclusiva mundial para medios en español.

Durante el invierno pasado, después de meses de protestas y de represión en Siria, las revistas occidentales Vogue y Paris Match publicaron sendos reportajes bucólicos sobre las bondades de Asma al Asad, la mujer del dictador sirio. Aquello despertó las sospechas de algunos analistas de que detrás de esa campaña había un gran trabajo de relaciones públicas. Todo vino a confirmarse hace apenas un mes, cuando The New York Times informó de que Brown Lloyd James había estado asesorando al régimen.  

La noticia tuvo gran repercusión en Reino Unido, ya que la agencia fue fundada en 1997 por un británico, Peter Brown, que comenzó su carrera como manager de los Beatles y ahora vende soluciones para 'cambiar el destino de un país'. Eso es lo que trataban de hacer en Siria con el documento Political Communications 2.0, que el 19 de mayo de este mismo año Al Asad reenvía desde una de sus cuentas de correo privadas (sam@alshahba.com) a su ministro de Presidencia, Mansour Azzam. 

Brown Lloyd James remitió en primera instancia el informe a Fares Kallas, asesor personal de la mujer de Al Asad, y a través de él llegaría al dictador. El texto lleva por título Crisis Communications Analysis y resulta un manual práctico para aplicar la estrategia del palo y la zanahoria que tanto usan los gobiernos de todo el mundo. Aunque no emplea esa expresión en concreto, sino un eufemismo: el puño y la mano abierta.  

'Parece que Siria está comunicando con dos manos. Una está ofreciendo reformas y la otra el imperio de la ley. El imperio de la ley es un puño. Las reformas son una mano abierta. Ahora mismo el puño parece de otro mundo y seguramente para muchos sirios es diez veces más grande que la mano tendida. Ambas deben estar mejor equilibradas'. Para Brown Lloyds James un poco de puño y un poco de mano abierta es la técnica que Al Asad tenía que seguir para apaciguar las manifestaciones. Aunque como queda demostrado un año después, usó ambas manos para golpear a los sirios.

El documento hace hincapié en que EEUU no había pedido un cambio de régimen, sino reformas, y que por eso Al Asad tendría que verse dispuesto a hacer ciertas concesiones que convencieran al pueblo de que los cambios que reclamaban iban a llegar. 'Por las declaraciones del Gobierno de EEUU, queda claro que desde el principio de las manifestaciones públicas en Siria la Administración Obama quiere que el liderazgo de Siria sobreviva [...] No ha habido llamadas desde EEUU a un cambio de régimen o a una intervención militar, la crítica ha sido relativamente discreta y las sanciones [...] se han orientado más como un instrumento de aviso que para herir al liderazgo', dice el texto.

Aunque también avisa a Al Asad de que no tiene todo el tiempo del mundo para aplicar reformas que abran una etapa democrática y que por tanto no se puede descartar que la presión de Washington aumente --probablemente el régimen ha alcanzado el punto de no retorno en este sentido--. Asimismo, advierte de que los cambios prometidos hasta entonces --reforma de la Constitución o elecciones-- y la condena de la violencia --que Asad hizo en dos discursos desde la Universidad de Damasco-- no habían tenido los efectos esperados y que las imágenes de la violencia en las calles seguían teniendo el protagonismo.

Por tanto, la solución era que se mejorara de manera considerable la aplicación de las reformas 'o si no la credibilidad de estos esfuerzos --y buena parte de la popularidad y aceptación que los ciudadanos tienen del presidente-- se verá reducida. Centrando la percepción de extranjeros y sirios en las reformas proporcionará amparo político al tradicionalmente comprensivo Gobierno de EEUU y deslegitimará las críticas tanto en casa como fuera'.

'Debe lanzarse una campaña pública y visible, incluso mientras continúa la crisis, para hacer partícipes de las reformas a los sirios de a pie.  Esto mantendrá a la gente centrada en el futuro y recordará a los sirios y al mundo la esperanza y las expectativas que el presidente tiene del país'.

En el mismo documento se le dice a Al Asad que 'Siria debe mejorar su habilidad para contener los artículos negativos [...] y el torrente diario de críticas y mentiras' con una ofensiva en los mercados de EEUU y de Reino Unido, monitorizando las redes sociales y hasta borrando las informaciones que consideren falsas.

Por último, la agencia recomienda al régimen hacer anuncios diarios en los que se llame al 'patriotismo' de los sirios 'enfatizando que no hay necesidad de destruir todo el país para conseguir los objetivos comunes: un país libre y próspero' y reconocer que 'la violencia es lamentable' pero que 'está obligado a proteger Siria y a crear las condiciones de calma para que se puedan levar a cabo las reformas'.

Al Asad anunció paulatinamente reformas hasta enero de este año y siguió casi al pie de la letra esas recomendaciones, pero sus ataques militares desproporcionados en las provincias, que se unieron a las revueltas, y los constantes informes sobre matanzas indiscriminadas provocaron que ni los sirios ni los gobiernos extranjeros compraran sus promesas.

No se puede afirmar que la estrategia de Brown Lloyd James no triunfara --Al Asad es el mayor culpable de ello-- aunque ese guión --anuncio de reformas y represión-- fue el mismo que siguieron Ben Ali, Mubarak y Gadafi, y tampoco les sirvió de mucho.

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