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¿Cómo debería ser la elección del presidente de la Tercera República española?

La Constitución de la Segunda daba el poder a las Cortes para elegir al jefe del Estado, el mismo sistema que se sigue en Italia y que se reveló como un auténtico problema hace una semana. El lado opuesto, la elección por suf

DANIEL DEL PINO

El modo en el que Giorgio Napolitano acabó siendo reelegido presidente de la República italiana el pasado fin de semana pone sobre la mesa, más allá del notable desbarajuste político que atraviesa el país transalpino, un problema que no debería pasarse por alto y que en un futuro puede afectar a España. Mientras que en Francia el nombramiento del jefe del Estado se hace por sufragio universal directo, durante la II República española, como en Italia, la Constitución establecía que el cometido de proponer a la persona idónea para ostentar ese cargo le correspondía a las Cortes. ¿Sería viable este modelo en nuestro país si se instaurara la Tercera? Es una pregunta complicada de responder y que depende en gran medida del proceso constituyente que siguiera al fin de la monarquía.

Dar a los españoles la posibilidad de elegir al presidente de la República en las urnas rompería de una vez por todas con el sistema de la Transición heredado del franquismo y daría un nuevo aire democrático al país. Pero esa sensación de libertad republicana podría quedar en la práctica reducida a cenizas si no se establecieran determinados mecanismos de control y prevaleciera un modelo al estilo francés.

El sufragio universal directo para la elección del jefe del Estado entró en la Constitución francesa en 1962 de la mano del general Charles de Gaulle. La Carta Magna concede al presidente de la República la potestad de nombrar al primer ministro y de aceptar la composición del Gobierno que este le proponga. Algo muy similar a lo que ocurre en Italia con la salvedad de que el inquilino del Elíseo preside el Consejo de Ministros, lo que le convierte en la práctica en una figura todopoderosa.

'Yo no considero que en Francia haya una república sino una especie de monarquía en la que cada cinco años en vez de al rey se cambia al presidente. Lo que tiene que quedar claro en una futura Tercera República en España es que no es tan importante la figura del presidente como el poder popular', dice Hugo Martínez Abarca, miembro del Consejo Político Federal de Izquierda Unida.  En su opinión, 'lo suyo sería un modelo por sufragio directo' aunque avisa de que esto podría conllevar 'el peligro del hiperpersonalismo'. Por eso, 'tendría que existir un mecanismo revocatorio de manera que si es el pueblo el que elige al presidente de la República sea el pueblo el que le pueda revocar los poderes. El referente de la Segunda tiene que ser simbólico'.

El portavoz del Grupo Parlamentario de la Izquierda Plural en el Congreso de los Diputados, José Luis Centella, también aboga por la elección directa, aunque destaca que 'la figura del presidente tendría que estar en equilibrio con el papel del Gobierno, del presidente de ese Ejecutivo y del Consejo de Ministros. No somos partidarios de una república a la francesa donde el presidente se elija por sufragio universal y que luego el Gobierno tenga un papel muy difuminado'.

'Tendría que existir un mecanismo revocatorio para que el pueblo pudiera revocar los poderes del presidente' Centella también incide en la necesidad de introducir la revocación de poderes como un paso adelante en la madurez democrática: 'La Tercera República tiene que venir acompañada de unos elementos claramente rompedores en cuanto a la cuestión de la participación en la política. El sistema revocatorio es necesario y no sólo para el presidente, sino que, por ejemplo, para que al concejal de un pueblo se le pueda destituir si no cumple. Eso evitaría que quien gobierna creyese que tiene un cheque en blanco'.

'Lo importante es el carácter republicano', dice Gaspar Llamazares, diputado de IU por Asturias y colíder de Izquierda Abierta, para quien 'la elección directa da lugar a un modelo presidencialista con poderes monárquicos, casi de monarquía absoluta por no decir imperiales'. 'Yo preferiría que no fuera así. Es mejor un presidente más diluido y, por lo tanto, una república parlamentaria más que una presidencialista', añade.

El escritor Luis García Montero ve óptima 'la fórmula de un jefe de Estado y de un presidente de Gobierno' aunque será esencial 'estudiar bien la relación entre ambas instancias. Yo tiendo a darle al presidente de la República un papel más representativo y de defensa constitucional de todos los ciudadanos y al presidente del Gobierno un papel más relacionado con lo legislativo'. Este es el papel de Napolitano en Italia, que coincide con el que tuvieron los presidentes de la II República española, mientras que en Francia, François Hollande, es el guía del Gobierno.

¿Y si no se llegara a conseguir el sufragio directo? Los partidos tendrían que ser capaces de ponerse de acuerdo en el perfil del presidente y pensar en una persona que de algún modo representara a todos los españoles por encima de las ideologías, algo que para García Montero sería como un paso atrás. 'En España hay gente de mucho prestigio pero la legitimación de un jefe de Estado sólo pueden darla las urnas en una democracia participativa. Más que de prestigio es cuestión de votos', dice.

'Tal y como están las cosas es complicado encontrar a una persona así. Tampoco es que en Italia haya habido un consenso absoluto. En ese sentido, reitero que es mejor que haya una elección directa a un consenso de cúpulas políticas', apunta Llamazares. Martínez Abarca también es pesimista en cuanto a que exista esa persona en la actualidad. 'Hasta ahora, por ejemplo, José Luis San Pedro podría haberse considerado un referente para todos', dice. Aunque Llamazares aquí lo tiene claro: 'Habría sido vetado por el PP'.

Tanto Martínez Abarca como Centella sacan a relucir el nombre de Julio Anguita por lo que es fácil deducir que, en este caso, el PSOE podría proponer a Felipe González y el PP a José María Aznar. 'Hace falta alguien con la legitimidad personal suficiente como para llevar a cabo cambios muy profundos', dice el primero. 'Si en el caso italiano llegar a un acuerdo significa el trapicheo que hemos visto el pasado fin de semana, o lo que se vio en Alemania, pues eso significa todavía más deterioro de la política. Es posible que el PP plantease a Aznar, pero la derecha también tiene a Federico Mayor Zaragoza, que podría ser un magnífico presidente', explica Centella.

'Para mi Alberto Garzón tiene una visión política muchísimo más importante que los mayores que representan a la Transición' Por último, la edad, visto que Napolitano tiene 87 años, parece un tema importante. Mientras que ni la francesa ni la de la II República en España ponían trabas, la Constitución italiana establece que el presidente de la república no puede ser menor de 50 años. ¿Es necesaria una limitación así? 'La única restricción debería ser la mayoría de edad. Todo el que tiene derecho a voto debe tener derecho a ser elegido', dice García Montero. 'Al contrario, habría que poner un límite de edad por arriba. Un presidente tan mayor como el italiano no parece lo mejor', señala Centella.

Para Martínez Abarca 'la edad es un disparate. Tiene sentido dentro de la cultura política italiana. En España, sin embargo, tenemos el problema de que hay una generación muy vinculada a la Transición que choca muchas veces con los que venimos detrás. Hay que romper con eso. Por ejemplo, ahora mismo para mi Alberto Garzón [diputado de IU] tiene una visión política muchísimo más importante que los mayores que representan a la Transición, pero también hay determinados políticos jóvenes cuyas ideas están por detrás de las de los más mayores. Sólo hay que echar un vistazo a algunos de Nuevas Generaciones'.

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