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Los muchos rostros y expresiones de la violencia urbana

El fotoperiodista Jordi Borràs reflexiona en el libro ‘Warcelona' sobre las violencias políticas y sociales que cohabitan sin igualdad de condiciones en la capital catalana

LALI SANDIUMENGE

Un coche de policía en llamas. Una bandera quemándose. El cristal roto de un escaparate. Un político y un banquero increpados. Un ojo reventado por una bala. Un policía apuntando directamente a manifestantes. Un neonazi emprendiéndola a patadas con un inmigrante. Un piquete destrozando las cajas registradoras de un supermercado. Un agente antidisturbios agrediendo a jóvenes sentados. La violencia urbana en Barcelona no procede sólo de los 'son 300 y siempre los mismos' que afirmó hace años el entonces alcalde Joan Clos, tiene muchos rostros, muchos motivos y muchas expresiones, y no todas son iguales. Esta es la reflexión que propone el fotoperiodista e ilustrador catalán Jordi Borràs en el libro Warcelona, una història de violència (Pol•len Edicions), que recoge a través de 109 fotografías la yuxtaposición de violencias políticas y sociales que cohabitan en la capital catalana [Fotogalería].

'Hay muchas violencias y hacía falta compararlas y reflexionar, porque las medimos por los daños que causan y no por quien las provocan. El libro compara la violencia policial de quien saca un ojo con la quema de una contenedor, de quien la ejerce porque tiene el monopolio de una forma legal con quien la ejerce a veces porque no tiene otro remedio', explica el autor.

Warcelona tiene muchos méritos. El primero, el de documentar con constancia algunos de los acontecimientos sociopolíticos más relevantes sucedidos en la ciudad durante los últimos tres años, coincidiendo con el agravamiento de la crisis. Desde las cargas policiales contra las protestas por el plan Bolonia en marzo de 2010 hasta el primero de mayo de este año, el libro cubre hasta tres huelgas generales, tres días del trabajador, varias celebraciones de futbol, el desalojo de la acampada en plaza Catalunya y un buen número de manifestaciones ciudadanas. El segundo, el de haber salido a la luz gracias a una operación de micromecenaje en la que consiguió recoger antes de tiempo bastante más dinero del que pedía, lo que permitió ampliar el número de fotografías publicadas.

El tercero, y quizá el de más valor, es el de visibilizar la violencia política, aquella que se considera legítima, que se ejerce desde el poder y que no sale a menudo en los medios de comunicación. Así lo considera el diputado catalán por la CUP David Fernández, periodista y activista social, que prologa el libro y que acompañó a Borràs este viernes cuando fue presentado en la explanada de la catedral de Barcelona en el marco de la semana del libro en catalán.

Ordenado cronológicamente y no de forma temática, Warcelona deja al descubierto la brutalidad de la represión del activismo social y de la protesta ciudadana y la manera como las autoridades privilegian la estrategia policial para afrontar los conflictos. De todas las que publica, la imagen preferida de Borràs es una que capturó durante el desalojo de la acampada en plaza Catalunya el 27 de mayo de 2011. No fue hasta más tarde, explica, que descubrió los rostros de tres chicos asustados reflejados en el escudo del agente antidisturbios que los estaba pegando. Él también fue agredido -estuvo 20 días de baja-, a pesar de que llevaba el brazalete naranja fosforescente de periodista.

'No es un libro objetivo, no podía serlo, reflejo lo que siento', reconoce el fotoperiodista catalán, de 31 años, que tiene 'la suerte' de ganarse precariamente la vida como ilustrador y fotógrafo freelance para medios alternativos.

Borràs no ha sido neutral seguramente en la selección de las imágenes, pero sus fotografías no mienten. Su mirada tiene un don especial, que debe de resultar incómodo para aquéllos que fotografía, y es la habilidad de capturar la violencia en la calle en el momento justo en que adopta su expresión más feroz o sus consecuencias más graves. Ahí está el instante después del impacto que hizo perder un ojo a Angelo Cilia durante la huelga general del 29 de mayo del año pasado. Y ahí está también la prueba que los antidisturbios catalanes sí disparan balas de goma como la que hirió a Cilia y tantos otros en posición ilegal, no contra el suelo, para que rebote y pierda velocidad, sino directa y arbitrariamente contra los manifestantes a los que se supone que debe dispersar (y proteger).

Las víctimas y los verdugos de los proyectiles de goma tienen un papel destacado en el libro, que ha destinado dos euros de cada una de las aportaciones del crowdfunding a la asociación Stop bales de goma , fundada hace tres años por víctimas de estos proyectiles junto con gente y entidades solidarias y que ha documentado los casos de 16 personas que desde 2009 han sufrido daños de distintas consideración, la última de las cuales fue Ester Quintana . 'Las imágenes transmiten algo que siempre hemos dicho, que el hecho de que se usen estas armas indica un modelo policial y de gestión del orden público en Catalunya muy poco democrático', afirma Rolando Guerra, uno de los miembros de la asociación, que participó también en la presentación del viernes. 'No discriminación, desproporcionalidad e impunidad son las tres palabras que lo definen'.

La impunidad, el silencio, la banalización y el doble rasero con el que se valoran las distintas violencias son conceptos provocadores sobre los que hace pararse a pensar Borràs, alguna de cuyas fotografías ha sido censurada -eso pasó con la de Cilia en Facebook- o han contribuido a identificar a los responsables de algunas agresiones. 'Refleja la impunidad de los de arriba y el castigo de los de abajo', subraya Fernández. 'La violencia cotidiana son la pobreza y los miles de desalojos, pero contra ésta no se hace nada. Se considera violencia romper un cristal de una oficina bancaria pero no lo que se decide en su interior', denuncia.

Barcelona tampoco sale muy bien parada de esta ciudad en guerra que muestra Warcelona. Borràs ilumina el rostro oculto de una capital cuyo Ayuntamiento se empeña en maquillar y poner guapa. Pero tras el escaparate para turistas, afirmaba el autor en la petición de crowdfunding, se esconde una urbe repleta de malestar político y social que pierde población a causa 'de su elitismo y la salvaje crisis económica'.

Fernández asegura que al poder 'no le interesaba que este libro naciera'. Quizá les sobren razones. Pero a los ciudadanos, sí, al menos sí a los 219 que contribuyeron a financiarlo y a los muchos que acudieron a su presentación.

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