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"Me duele la indiferencia, lo hemos pasado muy mal"

Teófila Herreruela es viuda, hermana, hija y madre de víctimas del franquismo. Su suegra, Isabel Huelgas, funcionaria de prisiones, fue fusilada en 1939 tras un conflicto con María Millán Astray, hermana del fundador de la Le

PATRICIA CAMPELO

Todas las formas de represión franquista han pasado por la vida de Teófila Herreruela (1919) a través de sus familiares más cercanos. A sus 94 años, relata su trayectoria vital y denuncia la indiferencia de quienes 'no quieren enterarse' de los episodios más traumáticos de la historia reciente. Maestra de profesión, la vida se le llenó de cárceles, saqueos, detenciones  y despedidas.

Sufrió la muerte de uno de sus hermanos a consecuencia de un bombardeo bélico en Colmenar Viejo, a las afueras de Madrid, donde ejercía de médico. Tras la Guerra Civil, la casa de sus padres, en la colonia de Manzanares -aún reside ahí-, fue saqueada y para recuperarla su padre la tuvo que volver a comprar. Su cuñado Joaquín Madrid Huelgas murió enfermo en la cárcel de Porlier en 1943 mientras cumplía una pena de 30 años. Y su marido, Antonio, afrontó una pena de muerte hasta que se la conmutaron por 30 años en 1944. 'Nos casamos en el hospital penitenciario de Yeserías, donde él cumplía la pena mientras se recuperaba de la operación de una hernia', recuerda Teófila. Antes, Antonio sufrió todo un periplo carcelario por los penales de Comendadoras, San Antón, Porlier y Ocaña. 

Uno de sus recuerdos más traumáticos es el que la motiva a acudir cada año al homenaje que se realiza ante las tapias del cementerio del Este [renombrado de la Almudena durante el franquismo]. Allí, la Asociación Memoria y Libertad recuerda cada 14 de abril a los más de 2.660 fusilados, entre los que figura Isabel Huelgas, la suegra de Teófila. 'La detuvieron a los pocos días de acabar la guerra, y se dieron mucha prisa en fusilarla', deplora. En el expediente penitenciario de Isabel, al que ha tenido acceso Público, se repiten las acusaciones de varios testigos que la tildan de abrazar 'ideas sumamente rojas',  de ser 'marxista' e incluso de haber colgado en el balcón de su casa una tela con la silueta del demonio. Asimismo, el legajo recoge que, en el transcurso de una investigación realizada a un vecino de su mismo edificio, alguien aprovechó para denunciar a Isabel por sus ideas.

'La misma cárcel donde trabajaba Isabel fue la que la vio salir para morir'Isabel aprobó las oposiciones para ingresar en el cuerpo de funcionarias de prisión, y comenzó a trabajar como oficiala durante los años de la República. En la cárcel de Ventas coincidió con la reclusa María Millán Astray, hermana del fundador de la Legión, a quien tuvo que vigilar durante una conversación en inglés que la presa mantuvo con un visitante. Isabel advirtió a la jefa de servicio del idioma en que se estaba desarrollando la charla, y ésta canceló la visita, según el testimonio recogido por Fernando Hernández en 'Mujeres encarceladas'. Al finalizar la guerra, Isabel y otras compañeras fueron expulsadas del cuerpo de funcionarias de prisiones. En mayo, ingresó como interna en la cárcel de Ventas, y el 31 de julio de 1939 la fusilaron, según consta en su expediente, junto con otras cinco reclusas. 'La misma cárcel donde trabajaba fue la que la vio salir para morir', exclama Teófila. Tenía 60 años, estaba enferma y pasó sus últimos días postrada en una cama. 'Era una mujer mayor, enflaquecida, febril. Tan enferma que esperábamos, con un poco de suerte, que muriese antes de la hora de ejecución', recogió Tomasa Cuevas en su libro Cárcel de mujeres.

'Un hermano de Isabel era juez militar, pero no pudo hacer nada por ella; la acompaño durante su última noche y, después, logró paralizar el expediente de Antonio, para que no se ejecutara su pena de muerte, y el de Joaquín', explica Teófila. Este hermano, de ideas opuestas,  había participado en la quinta columna, y fue encarcelado durante la Guerra Civil en Madrid. Isabel logró, gracias a su posición, que saliera en libertad. 'Imagino que ella le pediría que hiciese todo lo posible por Antonio y Joaquín', conjetura la nuera. 'Después de fusilarla, fueron a su casa, se lo llevaron todo y la precintaron', añade.

'Ellos estaban presos y yo, fuera, también; mi vida era ir a verlos a la cárcel'

A partir de ahí, Teófila, que había sido vecina de la familia Madrid Huelgas, comenzó a visitar a los hijos de Isabel en prisión. 'Ellos estaban presos, y yo fuera también lo estaba'. 'Mi vida era ir a verlos a la cárcel', reconoce. Y a lo largo de esos años de visitas se  fue enamorando de Antonio. 'El matrimonio se celebró en la capilla de la penitenciaria; me fui a casa muy triste', rememora emocionada. El director de Yeserías cedió su despacho para celebrar un humilde banquete. 'El trato que ambos hermanos tuvieron en las cárceles por parte de los oficiales fue bueno porque sabían que eran hijos de una funcionaria de prisiones', apunta Teófila. Precisamente, se enteraron del fusilamiento de su madre porque dos trabajadoras de la cárcel de Ventas, compañeras de Isabel, fueron a comunicarles la fatal noticia.

Tanto Isabel como sus dos hijos afrontaron juicios sumarísimos. Tan vertiginoso fue el procedimiento contra la madre que, en 1942, tres años después de su ejecución, la Capitanía general de la primera región militar solicitó en marzo de ese año a la Guardia Civil un 'informe de conducta social y política' de la procesada, según consta en su expediente. A Joaquín y a Antonio les acusaron de participar en el asalto al cuartel de la montaña y de pertenencia a la Juventud Socialista Unificada. 'Les denunciaron por auxilio a la rebelión; ¡cuando los rebeldes fueron los que se sublevaron contra el Gobierno de la República, legalmente establecido!', lamenta la maestra [insiste en referirse a ella como maestra: 'lo seré hasta que me muera', puntualiza].

El juicio contra Antonio se celebró en 1944 -Joaquín falleció un año antes en prisión- y en el tribunal se encontraba su tío. 'Le conmutaron la pena de muerte por 30 años; después del juicio, pude bajar a verle al calabozo'. Dos años después, logró salir de prisión.

En 1960, Teófila enviudó. Siguió trabajando de maestra, convirtiendo su antigua casa de la colonia del Manzanares en un colegio de primaria con ayuda de su hija Guadalupe. Allí, por el día, acogían a unos 40 niños y niñas y, por la tarde, sus hijos Antonio y Joaquín daban clases de apoyo a alumnos de instituto. 'Un día que había huelga en la universidad detuvieron a Antonio', relata Teófila sobre uno de los últimos episodios de terror que vivió en la dictadura. 'La policía entró en la facultad, algo que no pueden hacer, y vieron el suelo lleno de pasquines. Se lo llevaron detenido a él y a otros compañeros'.

'Seré maestra hasta que me muera', señala Teófila

Esa tarde, Antonio no acudió a impartir sus clases de apoyo. La policía política del franquismo llegó a casa preguntando por él. Teófila pensó en un primer momento que eran amigos de su hijo. ''No somos amigos, su hijo está detenido', me dijeron'. Para una mujer que había padecido la peor represión de la posguerra, aquel momento le congeló el habla. 'Pensé que se estaba repitiendo la historia', recuerda. Tras una dura noche de interrogatorios en la Dirección General de Seguridad, Antonio pudo salir gracias a la intervención de un teniente de policía primo de Teófila.

Hoy en día, esta mujer insiste en que le duele 'la indiferencia' de algunos sectores ante todo lo que han padecido familias como la suya. 'Hemos pasado mucho, y muy malo', recuerda. Además, mantiene la inquietud por conocer lo que sucede en su entorno, y está al tanto de las novedades respecto a la querella argentina contra los delitos del franquismo. Respecto a las órdenes de detención emitidas por la jueza María Servini hace dos semanas tira hacia su país: 'Me parece magnífico, pero siento que a [Baltasar] Garzón no le hayan dejado investigar; todo esto tenía que haberse hecho desde aquí', reivindica.  

Por último, comenta la reciente declaración pública del periodista Paco Lobatón sobre su activismo político en los años del tardofranquismo, y las consecuencias que padeció por ello. 'Me alegro que fuera capaz de decirlo ante todo el mundo, es valiente quien cuenta algo así; ahora la derecha le odiará', concluye.

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