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A las urnas no les gusta la red

El reciente batacazo electoral del partido alemán constata la falta de convergencia entre las urnas y la red tras los buenos resultados obtenidos en 2011 y 2012

EMILIO ARROJO

Con el naufragio electoral de los Piratas en Alemania ha llegado para muchos activistas y seguidores del mundo online la hora del desencanto y la constatación de que las urnas y la red todavía no encuentran el camino de convergencia hacia el Bundestag.

Pero el Partido de los Piratas (Piratenpartei) no quiere caer en el catastrofismo, pone al mal tiempo buena cara, hace autocrítica, e interpreta los decepcionantes resultados como una oportunidad para cambiar de rumbo en su próximo congreso y afrontar recuperados las elecciones europeas de mayo de 2014. El partido naranja, como también se le conoce, ocupa un modesto bajo de la Plufgstrasse, una tranquila calle del antiguo Berlín rojo, vecina a la ex fronteriza tierra de nadie y de muerte entre las dos alemanias. Ya han pasado 23 años desde la reunificación y la zona rebosa actividad llena de andamiajes, excavadoras y grúas, ocupadas a destajo en una de las más espectaculares remodelaciones urbanísticas de la renacida capital.

A los Piratas también les ha llegado el tiempo de renovarse, después de su penoso debut en las recientes elecciones generales en las que se hundieron con el 2,2% del escrutinio, lejos incluso del mínimo 5%, que, al menos, les hubiera permitido hacer pie en la orilla del Bundestag.

Solo han pasado dos años y el desencanto ha sustituido a la euforia de 2011 y 2012, en su mayor momento de gloria, cuando las encuestas les situaban como tercera opción de las preferidas por los votantes y abordaron cuatro parlamentos regionales (Berlín 8,9% de los votos, Sarre 7,4%, Renania del Norte-Wastfalia 7,7%, y Schleswig-Holstein 8,2%). Ellos fueron los primeros en recoger las exigencias de más democracia directa y nuevas formas de participación, más allá de los procesos electorales, en un mundo cada vez más gestionado digitalmente y donde el ciudadano tiene mucho más fácil intervenir en las redes sociales que en las instituciones.  

Los Piratas compartían la indignación de las protestas multitudinarias de los últimos años en ciudades por todo el mundo y se presentaban al electorado como una alternativa horizontal y transparente a los partidos políticos tradicionales. Tampoco se les puede negar que consiguieron traspasar algunas de sus inquietudes a la arena política alemana y la mayoría de partidos, incluso conservadores, las incluyeron en sus agendas.

Parecía que el evidente éxito de la red como instigador del activismo en todos los frentes, desde el consumo comercial a la colaboración política y solidaria, también empezaba a reflejarse en las urnas. Pero lo que podía funcionar en el Berlín vanguardista y otros Lander no ha sido suficiente a nivel nacional y el alemán medio parece realmente mucho más preocupado por su seguridad económica y laboral que por los peligros y ventajas de internet.

Todo se desinfló el 22 de septiembre cuando los votantes colocaron a los piratas entre los grandes perdedores, incluso por debajo de la antieuropeista AfD y ligeramente por encima de los neonazis del NPD.

En la sede berlinesa reconocen que atraviesan momentos muy difíciles y necesitan un cambio profundo, pero rechazan presentarse como fatalistas y resaltan, aunque sin mucha convicción, el pobre consuelo de haber  mejorado 'centesimalmente', dicen, respecto a las generales de 2009.

'Seguimos adelante, porque es una oportunidad para que el Partido cambie', aclara Anita Möllering, una de su portavoces, segura de que pueden mejorar en las elecciones europeas del próximo mes de mayo, y del poder de internet para transformar la práctica de la política institucional.

Tampoco le extraña que la imagen pública sea la de una formación rota, pero no se sienten diferentes a otros partidos en crisis, y en su caso lo achacan a que 'realmente somos transparentes y creemos que es saludable tener un debate abierto ante los medios y la opinión pública, en lugar de hacerlo detrás de la puerta'.

Pero ahora mismo están sin rumbo ni estructuras para incorporarse al proceso político. Por no tener, ni siquiera tienen corrientes definidas, 'aunque los partidarios de una perspectiva de izquierda progresista parecen más fuertes, hay que tener cuidado porque también para muchos ya está (el partido La Izquierda) Die linke en defensa de las políticas de izquierda'.

En cuestiones de política económica y social, apenas se han diferenciado de las reivindicaciones básicas de los partidos de izquierda, sin ir más allá del  establecimiento de un salario mínimo, la limitación del trabajo temporal, igualdad para parejas del mismo sexo, etc...

Möllering admite la posible confusión del electorado sobre asuntos que también incluyen otros partidos, 'aunque -aclara- para los demás son solo parte de propuestas generales, y sin embargo nosotros los defendemos con mayor contundencia porque la extensión de las libertades civiles a nuevos ámbitos de participación son nuestro nucleo'.

Otro 'malentendido' —lo llama— está en sus principios liberales que para muchos sitúan al partido de los Piratas en las proximidades del liberalismo financiero. 'No es así, nosotros hablamos para muchos más entornos que el estrictamente económico que defiende el (partido) FDP, en la coalición del último gobierno Merkel, y lo hacemos desde una perspectiva liberal, que no tiene que ser de izquierdas ni de derechas', añade Móllerin . Tampoco hay propuestas claras para desenredar la maraña de leyes sobre sobre patentes, derechos de autor, apropiaciones, mezclas y copias. De momento, se quedan en reafirmar que están a favor de una regulación clara en beneficio de la cultura y el conocimiento para todos, en vez del de los intereses empresariales.

Son solo algunas de las cuestiones ineludibles para su congreso de finales de año que definirá el futuro político del partido y elegirá a la presidencia y nueva ejecutiva, tras la espantada de dirigentes y diputados regionales nada más conocerse los malos resultados electorales.

La todavía directora general, Catalina Nocun,  no se mordió la lengua en su análisis electoral: 'Un bofetón en toda la cara', declaró y en términos similares, como 'una patada en el culo de los votantes', se pronunció el presidente, Bernd Schloemer, después anunciar con un tuit que presentará su dimisión en el congreso.

Schloemer, de 42 años y representante de la corriente liberal, reconoció la importante deriva que se había producido en el Partido hacia la izquierda e hizo un llamamiento a 'gente fresca para hacer política'. Pero entre los posibles sustitutos, pocas caras nuevas y sin embargo vuelven a sonar los nombres de Christopher Lauer, diputado en la cámara de Berlín, y Marina Weisband, antigua directora general en los tiempos de gloria. Para algunos es la 'Rosa de Luxemburgo' de los Piratas, y para la edición germana de PlayBoy 'la política más sexy'.

No es que la avanzada sociedad alemana no considere asuntos serios el espionaje cibernético de los gobiernos, los derechos digitales o asegurar la neutralidad de la red. Lo que los alemanes no se han tomado en serio ha sido al propio partido de los Piratas, acusado de comportarse más con una red social que como una formación política convincente.

A solo un mes de las elecciones y con el caso Snowden y el espionaje de la estadounidense Agencia Nacional de Seguridad (NSA, por sus siglas en inglés) en los principales titulares de prensa, las encuestas indicaban que alrededor del 25% de los votantes consideraba muy importantes la vigilancia sobre los ciudadanos y la protección de datos.

Mucha más atención que el programa del partido —confuso, escaso, y alejado los problemas del alemán corriente— obtuvieron sus vídeos sarcásticos, carteles creativos, camisetas con mensajes crípticos y sorpresivas acciones electorales, como el sobrevuelo de un dron de vigilancia no tripulado en un acto de la canciller Merkel.

La debacle se veía venir, precedida por falta de claridad política, rencillas personales o comportamientos desconcertantes hasta para sus propios seguidores que convirtieron al partido en carnaza habitual del circo político mediático, con apariciones de algún dirigente en un espectáculo sadomasoquista y de otros vestidos de punky o manga en actos públicos.

Ingenuos, infantiles, arrogantes, populistas, extravagantes, posmodernos, efervescentes, les han llamado de todo, también donde más les duele: 'un partido inservible para el ciudadano de la era digital', decía el tuit de uno de sus decepcionados votantes. Con su fracasado asalto al Bundestag y entre la hermandad global de partidos piratas -unos 70 en todo el mundo-  los Piratas alemanes también han dejado de ser la gran esperanza de tener voz y voto en el parlamento más importante de Europa.

Un nuevo golpe a su proyección internacional, en caída libre electoral desde que en 2010 también fracasó el pionero partido sueco, pese a que solo un año antes logró sentar en la Eurocámara a dos diputados. La mayor victoria pirata en unas elecciones generales sucedió el pasado 27 de abril en Islandia donde el partido de ese país obtuvo el 5,1% y sentó a tres diputados en la cámara de 63 escaños.

Hoy por hoy los piratas alemanes, tras su rápida ascensión  e igualmente vertiginosa caída, no están muertos, sino simplemente desaparecidos en el olvido.

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