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Los futuros más agoreros y apocalípticos de la televisión

MARÍA JOSÉ ARIAS

SyFy acaba de estrenar en España (el pasado jueves 3 de abril) Los 100, una serie de tintes apocalípticos que pinta un futuro poco halagüeño para una Humanidad condenada por su propia mala gestión de los recursos naturales y un desastre nuclear que ha dejado la Tierra inhabitable para el hombre. Con su entorno natural hostil, los pocos supervivientes que quedan pasan los años como pueden en una estación espacial que empieza a fallar y para la que la única solución parece ser una reducción arbitraria de la población. El oxígeno se acaba y hay que perpetuar la especie como sea.

A la desesperada deciden enviar a un grupo de 100 delincuentes juveniles a la Tierra un siglo antes de lo previsto para que comprueben sobre el terreno si el ser humano puede sobrevivir en su antiguo hogar pese a la radiación. Abajo, los chavales luchan entre ellos divididos en dos bandos: los que quieren romper todo tipo de comunicación con la nave y quienes quieren cumplir con la misión que se les ha encomendado. Mientras, arriba, en la estación espacial, hay desatada una lucha de egos y poder con Henry Ian Cusick (Perdidos) e Isaiah Washington (Anatomía de Grey) enfrentados.

Los 100, como producción para The CW que es, tiene todos los ingredientes de una serie marca de la casa. Adolescentes guapos, aventura, ciencia ficción y romanticismo. Pero, además, cuenta con el aliciente de ese plano adulto que transcurre en la estación espacial y el ver a un actor como Henry Ian Cusick (el Desmond de Perdidos) en el papel de villano de la historia. Creada por Jason Rothenberg, Los 100 es una serie amalgama que recordará al espectador un poco a esta o aquella serie o película que vio antes. After Earth, Oblivion, The Walking Dead, Terra Nova e, incluso, Perdidos son fácilmente reconocibles en el piloto emitido este martes por SyFy.

 

Pero, ante todo, Los 100 es una serie apocalíptica y como viene siendo habitual en este tipo de tramas en los últimos años encuentra en el drama familiar uno de los alicientes para enganchar. Porque en esta nueva ficción sobre la vida tras la hecatombe, hay tres familias en liza. Por un lado la del canciller, con Isaiah Washington al mando de todo y todos y su hijo enviado a la Tierra. Por otro, la familia de la rubia y joven protagonista (un cliché muy propio también de este tipo de series) a la que interpreta Eliza Taylor, Clarke en la ficción. Es la hija del hombre que quiso desvelar al resto de la población espacial la situación real de la nave y de la doctora que capitanea, desde las alturas, la arriesgada incursión en la Tierra de los 100 delincuentes entre los que se encuentra su propia hija. Y, por último, el villano en Tierra con una hermana que fue encerrada sólo por nacer (la política del hijo único la llevan al extremo) y que desembarca en el planeta con ganas de darle alegrías al cuerpo.

En esta nueva ficción el desastre es nuclear. Sin embargo, aunque partan de un origen distinto, al final las series apocalípticas acaban todas coincidiendo en temas recurrentes y situaciones similares. La familia, decíamos, es una de ellas. Las hay en Revolution, Terra Nova, Falling Skies, The Walking Dead... y hasta en El barco. La familia y el futuro agorero en el que la lucha por la supervivencia sustituye a cualquier otra ocupación son temas recurrentes. No hay profesiones, salvo la de político, soldado y superviviente raso. Ya sea la batalla contra dinosaurios, contaminación, radiación, alienígenas o zombis, el ser humano está en vías de extinción y no sólo ha de luchar por sobrevivir, sino, además, demostrar que es digno de ello.

Una de las grandes series apocalípticas que ha dado la televisión en los últimos años y de mayor éxito es The Walking Dead, ficción basada en un cómic del mismo nombre cuyos protagonistas son los Grimes. Él, Andrew Lincoln, es un ayudante del sheriff que despierta un buen día del coma en un hospital abandonado e infectado de zombis. Una infección que no afecta sólo al centro médico en el que se encontraba, sino que se ha extendido por toda la Tierra. Incapaz de renunciar a su sentido del deber y la justicia, encabeza a un grupo de supervivientes en el que se encuentran, al principio, su hijo y su mujer, con los que consigue reunirse no sin pasar penurias antes.

 

Si se cambia zombis por alienígenas entonces el resultado es Falling Skies, serie que estrenará su cuarta temporada el próximo mes de junio y que tienen en Noah Wyle al patriarca de la familia Mason, compuesta por el padre y tres hijos varones. Él es un profesor de Historia reconvertido en líder político y militar e interlocutor predilecto de los alienígenas invasores producidos por Steven Spielberg, que pinchó en hueso con los dinosaurios de Terra Nova y el enviar a humanos miles de años atrás en el tiempo para buscar una solución a la contaminación que está acabando con la Tierra en el siglo XXII. Terra Nova no pasó el corte, pero sí Falling Skies. En esta los alienígenas (al menos de inicio) son el enemigo de la raza humana, pero en el Apocalipsis vivido en Defiance tras la guerra se convierten en habitantes de la Tierra con los que hay que aprender a convivir hasta el punto de que el protagonista, Nolan (Grant Bowler), adopta a una de ellos como hija. En Defiance los problemas tienen más que ver con la convivencia entre razas que con la supervivencia tras la invasión y la guerra.

 

Siendo muy común, no todos los Apocalipsis de la pequeña pantalla son culpa de los alienígenas. Muchos tienen que ver con el hombre y su mal uso de la ciencia. En Revolution un apagón eléctrico y tecnológico devuelve a la Humanidad a aquellos años donde el medio de locomoción más evolucionado era el carro tirado por caballos, la comida se cocinaba al fuego e Internet era el sueño de algún loco visionario. Tampoco contaban con electricidad en Jericho, el pequeño pueblo de Kansas que ve como una explosión nuclear les deja aislados del mundo.

 

En este grupo se enmarca también el gran ejemplo español en cuanto a series apocalípticas se refiere, El barco. Aunque hace unos años de ello, sus peces mutantes y los avatares que pasaron los estudiantes de un velero de nombre Estrella Polar capitaneado por Juanjo Artero recuerdan en parte a la historia de Los 100. Sobre todo por el elenco de jóvenes y guapos protagonistas, las mutaciones genéticas de la fauna local y la existencia de unos ‘otros' de procedencia incierta. Eso sí, aquí la culpa de todo la tenía el dichoso acelerador de partículas localizado en Suiza que provoca una suerte de Big Bang que sumerge a la Tierra bajo las aguas como si del Diluvio Universal se tratase.

 

Fringe, catalogada por algunos como serie apocalíptica, podría decirse en cambio que es más bien preapocalíptica. Porque precisamente la misión de sus protagonistas es evitar ese desastre que está por venir para la Humanidad y que no han provocado otros que ellos mismos. Concretamente, Walter Bishop (John Noble), un científico genio loco que tras morir su hijo decide abrir un portal a otro universo para llevarse a la otra versión de su vástago y recomponer así su rota familia desencadenando una serie de catástrofes que años después investigará una división del FBI de nombre Fringe en la participan él, su hijo Peter (Joshua Jackson) y la agente Olivia Dunham (Anna Torv) intentando evitar el fin del mundo.

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