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El barbero de Alatriste

HENRIQUE MARIÑO

Hubo un tiempo en el que los barberos ejercían de cirujanos y anunciaban sus servicios con una venda ensangrentada que se enroscaba, como una serpiente herida, en un palo. De ahí, al poste de barbero, con sus colores tan atléticos: blanco, rojo y azul. 'Los dos últimos representaban las arterias y las venas', explica Rafael López (Martos, 1944) mientras da cuenta de la pelambrera de un cliente. 'Porque aquí también se han puesto inyecciones y sanguijuelas', continúa hablando con la calma que otorga medio siglo en el oficio y la prisa que imprime el partido del Atleti.

El veterano peluquero no quiere perderse la eliminatoria contra el Barça en el Calderón, que horas después entrará en éxtasis tras confirmarse su pase a semifinales de Champions. Por eso, sin tiempo que perder, contesta a las preguntas mientras le corta el pelo a un parroquiano, atiende al rebaño de turistas que hacen un alto en el camino y trepa por el árbol genealógico del Kinze de Cuchilleros, bautizada con el número y la calle donde se ubica esta peluquería centenaria.

De sus ramas penden fotografías en las que posan, como fantasmas envueltos en un sudario en blanco y negro, los sucesivos dueños del lugar, inaugurado en 1900. Hasta el número 15 trasladó su barbería, sita en la vecina Plaza Mayor, Eladio Gurumeta, cuya viuda se la vendería a uno de los oficiales, Fernando Coello. Su hijo Guillermo tomó el testigo de la tijera, que pasaría a Alfonso Sanchidrián, cuyo vástago, del mismo nombre, regenta hoy la peluquería junto al propio Rafael. Todos ellos comparten pared y por sus manos han pasado políticos, literatos, futbolistas y médicos de cabecera. 'Mira, ahí tienes a Van Nistelrooy. Desde que hice un programa con él para la televisión de su país, me han venido un montón de holandeses. Nada más entrar por la puerta se ponen a buscar su foto'.

El exdelantero del Madrid acudía puntualmente a afeitar su barba tupida, sabedor del dominio de López en la suerte de navaja. Pérez Reverte, que dejó al Capitán Alatriste campar a sus anchas por este Madrid bañado en el siglo de oro, sigue sin faltar a su cita con la tijera cada dos o tres semanas. 'No es que tenga mucho pelo, pero le gusta llevarlo muy arregladito', revela Rafael, poco dado a indiscreciones pero orgulloso de su ilustre nómina de habituales. 'Algunos se desahogan, porque nosotros somos como los curas: escuchamos, pero las confesiones se quedan aquí', advierte este barbero al filo de los setenta mientras despide a un cliente aficionado a los peinados galácticos.

'Siempre he defendido que lo clásico nunca pasa de moda. Los que ahora se lo cortan muy moderno, a la vuelta de unos años regresan al tradicional. Por eso, el que va clásico es el más moderno, porque siempre está a la moda', cree la alma mater del Kinze de Cuchilleros, consciente de la fiebre capilar que desatan los futbolistas cada vez que saltan al césped. 'A veces veo a algunos con cortes tan mal hechos que me da la sensación de que se los hacen ellos mismos en el vestuario. Cuando vi a Sergio Ramos, me dije: ¡Ay, dios mío! Ahora han intentado arreglárselo un poquito, pero todavía se notan los defectos', opina Rafael, que se vanagloria de no haber salido nunca por la puerta grande. 'Hemos cortado más orejas que en todas las plazas de toros del mundo, pero rabos, ninguno'.

Rodeado de bacías y esterilizadores del año del tebeo, sigue afeitando a la antigua usanza, aunque el asentador de cuero y la piedra de afilar han caído en desuso, pues los miedos al sida han impuesto las barberas con cuchillas desechables. 'La técnica es la misma desde que comencé en el oficio, con sólo trece primaveras, para escapar de la calle. Aquí he aprendido más que leyendo, porque yo he sido siempre un mal lector. Vamos, que no he leído nunca un libro, porque me marea', confiesa López, de riguroso negro de la camisa a los pies. 'Cumpliré setenta en noviembre, pero no he pensado en jubilarme. Me siento a gusto con lo que hago porque le tomo el pelo al cliente y encima me paga. ¿Qué más le vas a pedir? Ésta es la mejor profesión del mundo'.

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