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Una tribu indígena reclama como su propiedad parte de la ciudad de Nueva York

ADRIÀ CALATAYUD (EFE)

Han pasado más de dos siglos desde que los indios onondaga fueron desterrados de su casa, pero aún hoy siguen buscando una reparación a aquella toma de tierras por parte del estado de Nueva York, que ellos consideran un 'robo'. Ahora apelan a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), organismo autónomo de la Organización de Estados Americanos (OEA), donde hoy presentaron una petición en la que denuncian una violación de sus garantías fundamentales por parte de los Estados Unidos.

Tras pasar por todas las instancias judiciales, en la CIDH han volcado sus esperanzas de que se solucione lo que a su juicio es una 'injusticia histórica': que el estado de Nueva York se apropió -de forma ilegal, según los onondaga- de unos 2,5 millones de acres (10.125 kilómetros cuadrados) de sus tierras entre 1788 y 1822. Sus propiedades, que una vez ocuparon la franja central de los que hoy es el estado de Nueva York, de norte a sur, incluida la ciudad de Siracusa, se limitan a unos 7.300 acres (unos 30 kilómetros cuadrados), justo al sur de este núcleo urbano.

'No fue solo una injusticia, fueron muchas', declaró Freida Jacques, una de las madres de clan onondaga, que denunció los 'ataques' y la quema de poblados de la tribu que se produjeron entre finales del XVIII y principios del XIX para echar a los indios de sus tierras. Y los agravios no se detienen en esta incautación supuestamente irregular de tierras, ya que los onondaga (término que significa 'pueblo de las colinas'), grandes defensores de la naturaleza, han visto cómo los diferentes intereses industriales y comerciales explotaban y contaminaban la que generaciones atrás fue su casa.

En 2005, los onondaga iniciaron una batalla judicial que les llevó ante diferentes cortes federales y que se les cerró el pasado mes de octubre, cuando el Tribunal Supremo desestimó escuchar su caso. 'Hemos pasado por el sistema judicial y no hemos encontrado justicia. Parece que haya leyes diferentes para los nativos de Estados Unidos', lamentó Jacques. Según explicó el abogado de los onondaga, Joseph Heath, las sentencias se han basado en dos argumentos: que ha pasado mucho tiempo desde los hechos que se denuncian y que no se puede afectar a la gente que se mudó a las tierras una vez las abandonó la tribu.

'Tomas la tierra ilegalmente, te mudas allí apartando y exterminando a los indios, pones asentamientos y no puedes afectarles porque no sería justo. Y eso solo se aplica a las naciones indias', incidió el letrado. Los onondaga acuden ahora al sistema interamericano de derechos humanos en búsqueda de la reparación que no encontraron en la justicia estadounidense. 'La petición es sobre la toma ilegal de tierra en las décadas de 1790 y 1800, de los daños al pueblo y la tierra por ese motivo y la destrucción ambiental que se ha causado allí', señaló Heath.

Los integrantes de la tribu, que ha mantenido sus costumbres y sistemas de gobierno (que prohíben la venta de alcohol o el juego), proclaman que no buscan la concesión de licencias de casinos -como ha ocurrido con otras comunidades de indios-. Asimismo, tampoco aspiran a obtener beneficios económicos ni a desahuciar a los nuevos habitantes de las que fueron sus tierras. 'La acción sobre nuestras tierras nunca buscó que nadie fuera desalojado. Nosotros sabemos lo que es ser desalojados, ser echados de nuestras casas, por lo que eso nunca fue parte de nuestra reclamación', indicó Jacques.

Además, piden ser más tenido en cuenta en las decisiones que afectan al entorno y que se respete su derecho a proteger y visitar sus lugares sagrados, de los que ahora están excluidos. 'Nuestra acción es para tener acceso a una tierra que no estuviera ocupada, pero también para buscar una recuperación de nuestro pueblo, para que podamos ser quienes somos sin tener que estar siempre defendiéndonos', añadió la representante de los onondaga. Heath manifestó que esperan que el estado de Nueva York 'afronte y admita la verdad histórica: tomaron la tierra ilegalmente y arruinaron su medioambiente'. Porque, aunque hayan pasado dos siglos, Jacques insiste en que 'el tiempo no quita la injusticia'.

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