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Cuba, donde la calle es una buena escuela

FERNANDO RAVSBERG

Muchos artistas cubanos le han dado a su trabajo una proyección social que trasciende su obra y repercute directamente en la gente común. Enseñan arte en plena calle, convierten su barrio en una galería, llevan la ópera a barrios y pueblos, les arreglan las casas a sus vecinos o crean estudios para grabar los discos que desechan las discográficas.

En la mayoría de los casos esos proyectos sociales se costean con su propio dinero y esfuerzo. 'Estos son unos estudios de grabación que no se autofinancian, siempre están en números rojos. Los financio yo con mis giras en el exterior, como todo lo que hago en Cuba', nos cuenta el cantautor Silvio Rodríguez en una entrevista. También debe financiar de su bolsillo los conciertos gratuitos que hace por las barriadas más humildes de toda la isla. Asegura el cantautor que se trata de un modo de vida, 'ya yo no sabría vivir de otra forma, Fernando, para mí sería raro vivir de otra forma, no me hallaría, no me podría mirar al espejo'.

El artista plástico José Fúster ha convertido su barrio, Jaimanitas, en una gigantesca galería de arte en la que se combina la belleza con la reparación de las casas de sus vecinos. Algunos dicen que es un Gaudí tropical y, además de un cierto parecido en las formas, texturas y colores, hay una evidente admiración por el arquitecto catalán, inmortalizada en una esquina del barrio por un mural de cerámica dedicado a su memoria.

Fúster explicó a Público que 'el proyecto comenzó en 1994, en pleno Periodo Especial (crisis económica), y es un símbolo de mi optimismo. Me decían que era un proyecto demasiado caro pero quería demostrar que con mi pintura podía pagarlo sin pedirle nada al Estado'. Y tras 20 años de trabajo quedó demostrado que el sueño era posible. 'En lugar de ser rico trato de gastarme mi dinero en mis vecinos, vivir en este entorno y ver niños felices es como tener una gran familia. Me satisface tremendamente compartir no lo que me sobra sino parte de lo que tengo con los pobres de la tierra'.

Un proyecto similar nació en el callejón de Hamel, en pleno corazón de Centrohabana. Salvador González logró que sus vecinos le cedieran los muros y paredes de sus casas para convertirlos en enormes murales.

Tras la pintura se multiplicaron las esculturas, apareció la música, la danza y empezaron a llegar cubanos de todas partes. Hamel es una obra viva, ahora trabajan en la creación de un parque infantil pero avanza lentamente porque todo el dinero sale del bolsillo de Salvador.

La trascendencia es tal que hoy el otrora viejo y sucio callejón es escala obligatoria de los turistas que quieren ver la Cuba profunda, la de la gente común, la de la santería y la de la rumba.

Podría pensarse que se trata de casos excepcionales pero en el habanero Paseo del Prado, los fines de semana al mediodía más de 200 artistas dedican su tiempo a impartir clases gratuitas a la gente, en particular a los niños y los abuelos. Cientos de cubanos acuden de toda la capital y también desde provincias cercanas, traen bancos plegables y se sientan bajo los árboles a aprender desde la pintura hasta los origamis asiáticos pasando por el españolísimo tejido de encaje de bolillos. Cecilio Avilés dirige el proyecto Imagen 3 y para él 'la verdadera proyección de un artista está cuando puede impactar positivamente en otro ser humano y cuando lo logras con cientos la dicha es enorme, no hay mejor pago para un verdadero artista'.

Pero no todos han sido comprendidos. El cantante lírico Ulises Aquino perteneció a la TVE y trabajó en otras compañías de Europa y los EEUU. Sin embargo regresó a Cuba tras el sueño de llevar la ópera al cubano común. Creó entonces su propia compañía, la Ópera de la Calle, y salió a recorrer barrios y pueblos con un repertorio que incluía música religiosa afrocubana, a Freddy Mercury y a lo más rancio de la operística internacional en un solo espectáculo. Su éxito fue tal que decidieron abrir un centro cultural con un restaurante para financiar el musical. A pesar del apoyo del Ministerio de Cultura, el Partido Comunista Provincial ordenó el cierre y mandó otra vez a la Ópera a la calle. Sin embargo, Aquino no se rinde, 'no hemos dejado de trabajar, volvimos a las calles y a los teatros, hemos realizado más de 120 presentaciones en Cuba en lo que va de año', nos dice antes de anunciar que este mes viajan a Canadá para la inauguración del Festival de Ópera de Quebec y actuarán también en Montreal y Toronto.

Ninguno de ellos se siente un mecenas, Ulises Aquino simplemente no quiere dejar su patria, reconoce que 'en cualquier otro país todo hubiera sido más fácil pero yo no sé vivir sin Cuba. Yo no podría vivir con dinero y lleno de nostalgia'.

Mientras Silvio Rodríguez piensa que 'en Cuba hay una especie diferente y que es gracias a la formación que nos ha dado esta vida que hemos tenido. Yo creo que aquí se ha construido un nuevo ser humano'. Y finaliza la entrevista preguntándose cómo es posible que un gobierno tan malo como lo describen sus enemigos haya formado ese pueblo tan bueno que todos reconocen.

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