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La trama mafiosa de Granados convierte a Aguirre en un cadáver político

ANA PARDO DE VERA

La presidenta del PP de Madrid no tenía todas las posibilidades de ser la candidata al Ayuntamiento de la capital por sus diferencias históricas con Mariano Rajoy, pero tras la rueda de prensa del lunes por la tarde, en el PP nacional creen que las ha perdido todas. Las declaraciones de Esperanza Aguirre constituyen en bloque una enmienda a la totalidad de la forma de actuar de Mariano Rajoy y la cúpula del PP.

La expresidenta madrileña, aunque no dimitió del liderazgo conservador autonómico, entonó el mea culpa por confiar en Francisco Granados, que fue su mano derecha en el partido y su número tres en el Gobierno de la Comunidad de Madrid. Aguirre pidió perdón, dijo sentirse 'abochornada' y 'harta' del goteo de casos de corrupción y se negó a esconderse 'tras la coletilla de la presunción de inocencia o de que se está esperando a lo que digan los jueces', la frase más utilizada por Rajoy, Cospedal o la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría. Los ciudadanos, sostuvo, están 'hartos de esas coletillas', que son 'excusas de los políticos para no tomar postura sobre políticos de su mismo partido'. 

La comparecencia de Aguirre fue tan demoledora que Rajoy se vio obligado a adaptar a su estilo el guión de la lideresa y ayer, aprovechando su comparecencia en el Senado -en el hemiciclo los periodistas no preguntan y fuera, el presidente no les respondió-, leyó un comunicado pidiendo 'perdón' a los ciudadanos por los casos de corrupción y garantizando 'limpieza' desde ahora. En el PP argumentan que la opinión pública no habría entendido una justificación de Rajoy sin el 'perdón' esgrimido por Aguirre.

Tras la rueda de prensa de Aguirre, Rajoy no tuvo más remedio que pedir 'perdón' él también a los ciudadanos 

La presidenta del partido en Madrid no dispone, pues, del favor de Rajoy; del poco del que pudiera disponer y que tiene que ver con una cierta obligación por su tirón electoral. Sin embargo, los conservadores creen que, tras la operación Púnica, Aguirre queda tan tocada o más que el resto del PP. Efectivamente, a esta última trama, particularmente poderosa en la región madrileña y con Granados a la cabeza, la exjefa del Ejecutivo de ésta suma la Gürtel -también con origen madrileño; también con alcaldes y hombres de la máxima confianza de Aguirre imputados, como Alberto López Viejo o Benjamín Martín Vasco-; la financiación ilegal del PP madrileño a través de Fundescam; las especialmente sangrantes puertas giratorias utilizadas por sus exconsejeros de Sanidad, Manuel Lamela y Juan José Güemes; el caso del espionaje interno en el Gobierno de la Comunidad, que se saldó con la dimisión del director general de Seguridad, denunciado por su exmujer y exsecretaria de Aguirre, y finalmente imputado, o incluso, el episodio de la multa por estacionar en segunda fila y darse a la fuga de la Policía Municipal.

La operación Púnica constituye un mazazo definitivo para el tirón electoral de Aguirre, creen los conservadores, y eso la aleja definitivamente de la candidatura a la Alcaldía de Madrid. La presidenta del PP autonómico intentó desvincularse de los cuatro alcaldes madrileños detenidos, pero a poco que se conozca la formación regional, se sabe que en la Comunidad no se elige una candidatura 'sin el visto bueno de la presidenta', que gobierna el partido con mano de hierro. Las fotos de Aguirre con los alcaldes encarcelados (Collado-Villalba, Valdemoro, Torrejón de Velasco y Casarrabuelos), que ayer inundaban las portadas de los medios, de todas formas, no dejan lugar a dudas sobre su conocimiento. Ayer, en un acto de la Fundación Villacisneros, que le entregó un premio por su 'compromiso con la libertad', la expresidenta trató de matizar sus palabras, asegurando que a lo mejor 'conocía a alguno', pero que no los había nombrado ella.


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