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Kundu y otros 'sorkinismos' de Aaron Sorkin

MARÍA JOSÉ ARIAS

La redacción de la ACN ha encendido los ordenadores para escribir sus seis últimos episodios con otro caso de periodismo de investigación llegado a ellos filtración mediante. Tras el batacazo dado con la 'operación Génova' y su credibilidad, audiencia e ingresos por los suelos, Mackenzie McHale (Emily Mortimer) y sus chicos deberán afrontar una última temporada concedida por la HBO para intentar dar otra lección de periodismo y demostrar, con ese tono aleccionador que tanto gusta a Aaron Sorkin, cómo debería ser el arte de informar, formar y entretener. Los documentos clasificados enviados a Neal Sampat (Dev Patel) sitúan el escándalo que ahora estudian si es cierto o no en la República Ecuatorial de Kundu.

¿Kundu? Sí, otra vez Kundu. Sorkin ha recuperado para The Newsroom, cuya última temporada se estrenó este miércoles por la noche en dual en Canal + Series, ese país africano imaginario creado para El ala oeste de la Casa Blanca y que en su día tenía como base real Ruanda. A Sorkin, no se descubre nada a estas alturas, le gusta eso de reciclar temáticas, frases y hasta actores formando todos ellos parte de su propio universo. Con cuatro series en su currículum, dos fallidas en cuanto a audiencia (Sports Night y Studio 60), una de culto (El ala oeste de la Casa Blanca) y una última a medio camino entre las anteriores (The Newsroom), el mejor escritor de diálogos de los últimos tiempos goza de ciertas marcas de la casa que se repiten de una serie a otra como si todas fuesen parte de un mismo tratado sobre la Humanidad.

Sus personajes hablan como a muchos les gustaría si tuviesen el tiempo suficiente para pensar cómo lo dicen lo que dicenEl reconocimiento a Sorkin radica en su talento para escribir diálogos. Ingeniosos, vertiginosos, pedantes, brillantes, poéticos, divertidos... Las líneas escritas por el guionista de Algunos hombres buenos son música para los oídos en las que no faltan muletillas que han hecho las delicias de los internautas con simpáticos vídeos recopilatorios. Él mismo ha declarado en alguna entrevista que considera el lenguaje música. Y así, como si cada palabra fuese una nota, todas enlazan en una armonía perfecta. Sus personajes hablan como a muchos les gustaría si tuviesen el tiempo suficiente para pensar cómo lo dicen lo que dicen. A quién no le ha venido a la mente una respuesta ingeniosa, perfecta, minutos después de haber zanjado una conversación. Pues así es como hablan los personajes de Sorkin. Ellos juegan con la ventaja de tener un guión que, además, muchas veces les obliga a estar en movimiento para expresar sus ideas. Como si ese fuese el truco de su creador para paliar la falta de acción en series donde la palabra es la que domina. De ahí que sus diálogos a veces puedan parecer ciencia ficción y, en muchos casos, sus personajes resulten algo pedantes para quien no guste de este tipo de arte.

Si hay algo que apasiona a Sorkin es la historia nacida del ingenio de Miguel de CervantesUnos personajes que acaban pareciéndose entre sí. Después de todo, son hijos del mismo padre. Ese equipo con un líder quijotesco empeñado en mejorar el mundo, ya sea al frente de la poderosa Estados Unidos (Josiah Bartlet/Martin Sheen) o como cara visible de un equipo de noticias (Will McAvoy/Jeff Daniels). Ayudados ambos por un Sancho que hace las veces de mentor (Leo McGarry/John Spencer y Charlie Skinner/Sam Waterston). Porque si hay algo que apasiona a Sorkin es la historia nacida del ingenio de Miguel de Cervantes. Así, sus protagonistas luchan por mantener sus ideales y llevarlos hasta las últimas consecuencias, luchando con molinos de viento si hace falta. Caballeros sin espada que bajo su escudo albergan a esos múltiples ‘Sanchos' que le siguen y comparten sus batallas como propias.

En las ficciones de Sorkin también puede verse a un tipo de personaje femenino bastante perfilado, la mujer de éxito profesional de la que apenas se dan unas pinceladas de su vida privada (C.J. de El ala oeste, Dana de Sports Night, Jordan de Studio 60 y Mackenzie o Sloan de The Newsroom). Mujeres fuertes que viven en un mundo de hombres. O el ayudante/secundario ingenioso, algo torpe y entrañable (Tom en Studio 60, Sam en El ala oeste y Neal en The Newsroom) que vive a la espera de demostrar lo que vale y acaba lográndolo. Y ese personaje diseñado ex profeso para gustar al público femenino (Josh Lyman en El ala oeste, Jim Harper en The Newsroom o Simon Stiles en Studio 60). Pero si algo comparten todos ellos (o al menos la mayoría) es que son reales. Por mucho que McAvoy o Bartlet tengan el favor del espectador, no son perfectos. No siempre aciertan y ninguno de los dos tiene un carácter fácil de llevar. No son simplemente buenos o malos. Sus aristas son lo que les hace más cercanos y creíbles.

Aunque The Newsroom y El ala oeste se ambientan en mundos diferentes, tienen mucho en comúnPolítica y medios de comunicación, medios de comunicación y política. Dos de los poderes a examen. Si en Sports Night eran los periodistas deportivos y en Studio 60 la televisión, en The Newsroom Sorkin se ha centrado en aleccionar al mundo en cómo debería ser el periodismo de libro con esa carga de idealismo que le caracteriza y que ya mostró en El ala oeste cuando logró que un presidente ficticio como Josiah Bartlet estuviese mejor valorado por los estadounidenses que el que realmente ocupaba la Casa Blanca. Aunque The Newsroom y El ala oeste se ambientan en mundos diferentes, tienen mucho en común. Léase el poder de unos y otros, cómo lo manejan y la estrecha relación que periodistas y políticos mantienen usándose los unos a los otros según el caso.

El poder, la información y cómo manejarlos no son los únicos temas recurrentes en la carrera de Sorkin. Hay más. Por ejemplo, un padre autoritario o con un pasado reprochable. Así son los progenitores de Josiah Bartlet y Will McAvoy, pero también a Toby Ziegler (Richard Schiff), Sam Seaborn (Rob Lowe) y Jeremy Goodwin (Joshua Malina), por mencionar sólo algunos. Y lo mismo ocurre con las adicciones, problema que Sorkin conoce de primera mano. La mayoría de sus personajes entran en la categoría de adictos al trabajo, pero no es esa la cuestión, sino que muchos lidian con un antes manchado con adicciones a sustancias como la cocaína (Danny Tripp) o el alcohol (Leo McGarry). Sin olvidar las infidelidades, presentes también hasta el punto de hacer dimitir a un vicepresidente.

Quienes conocen bien el trabajo de Sorkin sabrán el apego que siente por algunos actores. Son muchos los que han saltado de una serie a otra. De los principales cabe destacar el caso de Bradley Whitford, quien ha dado vida a dos de los personajes con más encanto salidos de la imaginación del guionista de La red social. Primero fue Josh Lyman en El ala oeste y después fue reclutado para ser Danny Tripp en Studio 60. Su compañero de viaje en aquella serie sobre la televisión que no pasó de la primera temporada, MatthewPerry, venía de interpretar a un abogado republicano al servicio de Bartlet. Otro actor que pasó de la Casa Blanca al plató de Sunset Strip fue Timothy Busfield, el Danny Concannon que bebía los vientos por C.J., la jefa de prensa de la Casa Blanca.

De Sports Night pasó Joshua Malina a El ala oeste, entrando a sustituir a Rob Lowe. Un actor al que parece tenerle especial cariño es John Goodman, al que reserva papeles pequeños pero de peso. En El ala oeste le convirtió en presidente por unos días y en Studio 60, en un juez. La lista podría seguir y seguir eternamente, pero hay un caso curioso que sirve muy bien para cerrarla, el de John Gallagher Jr., Jim Harper en The Newsroom. Es muy probable que pocos se hayan percatado de que fue uno de los adolescentes que ayudó a Josh Lyman, Donna Moss y Toby Ziegler cuando perdían la caravana por la campaña de reelección de Bartlet. Fue en ese mismo episodio doble en el que Amy Adams aparecía como hija de un granjero.

 

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