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Algo habrán hecho

Maria Àngels Viladot
Doctora en Psicologia Social en la Universitat Oberta de Catalunya

Así lo afirman los expertos: los hombres acosan sexualmente a las mujeres en parte porque tienen muchas posibilidades de salirse con la suya. Es lo que tiene el poder.
La modalidad de los comportamientos de acoso sexual exhibe una gama continua que va desde actos sexistas y degradantes de uso común en la vida social, pasando por avances sexuales no deseados, chantaje y coerción, hasta asaltos o ataques físicos con fines sexuales. Por tanto, el acoso sexual es una forma de violencia. Es una conducta violatoria de los derechos fundamentales y del libre ejercicio de la sexualidad. La fuerza empleada puede ir desde la coerción física hasta el uso del poder mediante el ofrecimiento de recompensas, prebendas o la negación de derechos adquiridos. El objetivo es conseguir algún tipo de relación sexual no deseada por la mujer objeto del acoso.

El tipo de acoso sexual que, por lo general, viene a la mente cuando el tema se menciona es el relacionado con los hombres en posiciones superiores que amenazan a subordinadas con la pérdida de sus puestos de trabajo si no se cumplen las peticiones de favores sexuales. Según la información recopilada, la respuesta del 60% de las mujeres víctimas de acoso sexual formal es la huida y solamente un 30% de las mujeres se enfrenta al agresor. La respuesta de huida la podemos explicar si consideramos el grave riesgo a que se expone la mujer en el caso de una confrontación con el agresor. Muchas mujeres tienen miedo a las múltiples argucias que este último puede utilizar para poner en entredicho una posible denuncia por parte de ellas. El agresor puede invocar un malentendido, una trampa o una exageración. Todo ello forma parte del sinnúmero de argucias que devienen en descrédito para la víctima.

Las categorizaciones culturales que compartimos sobre que las mujeres pueden ser tradicionales (amas de casa), modernas (mujeres no tradicionales), o bien sensuales (sexys), contribuyen a la forma en que son tratadas en el trabajo. En particular la mujer catalogada como sexy es percibida como preocupada por su apariencia con el propósito de excitar a los hombres. Este estereotipo sobre las mujeres despierta impulsos sexuales en los hombres y el acoso sexual hacia tales mujeres refleja un deseo de dominación masculina. En contraste, a las mujeres catalogadas como modernas se las percibe como poseedoras de cualidades masculinas y afanadas por asumir los roles del género masculino. Estas mujeres serán el blanco del acoso sexual para reafirmar tanto el dominio masculino como los roles de género tradicionales. Las diferentes percepciones que tienen los hombres de las subordinadas incide directamente en la forma en que se las trata. Por ejemplo, es mucho más fácil que una mujer percibida como sexy sufra acoso sexual que la que es percibida como ama de casa. Y esta diferenciación en subtipos dentro de los conjuntos generales de mujeres y hombres ayuda a explicar el nivel en el que el prejuicio, los estereotipos, y finalmente la discriminación, tienen lugar.

Sin embargo, los investigadores se apresuran a manifestar que solo una minoría de hombres en situaciones de poder en las organizaciones acosan sexualmente a las subordinadas. ¿Por qué, si los hombres tienen más poder en las empresas que las mujeres, solo una minoría acosa? Un factor presentado por un reciente estudio es que la conducta de acoso tiene que percibirse como permisible o normativa en el ambiente laboral. Una extensa búsqueda bibliográfica arrojó 86 estudios empíricos con 93 muestras. Los resultados de la correlación matriz obtenida a través de técnicas meta-analíticas confirman las hipótesis relativas a los factores ambientales de la organización como principales predictores del acoso. Por ejemplo, un investigador estadounidense llamado Prior analizó los datos de informes de acoso sexual reunidos en dos grandes encuestas nacionales. Puso a prueba la hipótesis de que en las organizaciones en las que se percibe que la dirección condona o ignora las quejas por acoso sexual, las mujeres tienen más posibilidades de padecerlo.

Los resultados de cada encuesta mostraron que las denuncias de acoso sexual fueron mayores en las empresas donde los empleados consideraban que la dirección tolera esa conducta o ignora las quejas. Aunque son de naturaleza correlacional, estos datos concuerdan con la noción de que los hombres que abusan de su poder y hostigan a las mujeres tienen que creer que las normas del trabajo apoyan sus insinuaciones sexuales. Estos datos nos sitúan en la enorme incidencia que tienen los líderes en las organizaciones; las ideologías que transmiten a través de todas sus manifestaciones comunicacionales son de vital importancia para el cambio de las actitudes sexistas.

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