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El CNI desespera a Rubalcaba

El ministro del Interior acusa en privado al servicio secreto de interferir en la lucha contra ETA y el terrorismo islámico

ÓSCAR LÓPEZ-FONSECA

“Si por Rubalcaba fuera, el director del CNI [Alberto Sáiz] ya habría sido cesado”. Quien habla así es un alto responsable del Ministerio del Interior que en los últimos meses ha visto como los sucesivos roces entre agentes de la Policía y la Guardia Civil y sus colegas del servicio secreto se transformaban en enfados de Alfredo Pérez Rubalcaba cada vez mayores. “El ministro tiene la sensación de que el CNI va por libre, de que, en lugar de colaborar en la lucha antiterrorista, interfiere”, añade un mando policial.

El último de estos roces se produjo a comienzos de esta semana. Un informe del servicio secreto sobre ETA se filtraba a la prensa antes de que el Ministerio de Defensa, de quien depende del CNI, se lo hiciera llegar a Interior . Y, además, el documento incluía un análisis que apuntaba en la dirección totalmente contraria a la que el propio Rubalcaba había defendido públicamente en las últimas semanas. Así, mientras éste llevaba días insistiendo en que ETA se prepara para un “ciclo largo” de atentados, los cenizos –nombre coloquial por el que son conocidos los agentes del CNI en la Policía y la Guardia Civil– apuntaban la posibilidad de una nueva tregua etarra dentro de año y medio.

El ministro tardó sólo unas horas en menospreciar sutilmente en público el contenido del documento. Habló de que no conocía el informe y le resto valor. Sin embargo, en privado, fue mucho más duro y repitió una de sus críticas más habituales a los informes del CNI: “Qué van a saber de ETA cuatro espías encerrados en un despacho”.

El antecedente de Barcelona

El incidente era una gota en un vaso que llevaba meses desbordado. En concreto, desde enero, cuando el servicio secreto forzó una operación contra el terrorismo islámico en Barcelona tras afirmar que era inminente otro 11-M. La Guardia Civil detuvo a los catorce paquistaníes sospechosos siguiendo las instrucciones del CNI, pero el explosivo para los atentados nunca apareció. De hecho, la falta de pruebas llevó a Rubalcaba a exigir que el confidente que había facilitado la información –y que estaba a sueldo de los servicios secretos franceses– declarase en la Audiencia Nacional para poder sostener la operación ante el juez, en una decisión que provocó un fuerte malestar en París que veía como se quemaba una buena fuente suya. “Si no hubiera declarado, hubieran quedado en libertad casi todos”, justifica la decisión un alto cargo de Interior, que asegura que Rubalcaba amagó entonces incluso con pedir la cabeza de Alberto Saiz.

Entonces ya llovía sobre mojado. En noviembre, la publicación de un informe del CNI que se hacía eco de un bulo sobre una supuesta reunión en Alemania entre socialistas y ETA cinco meses después del fin de la tregua ponía en un brete al Ejecutivo de Zapatero. Aquel incidente lo cerró Rubalcaba cesando fulminantemente al autor del documento, un policía de Bilbao destinado en la Brigada Operativa de Apoyo (BOA) –un grupo policial formado por 30 agentes y ligado funcionalmente al CNI para el que hace trabajos– y dejando sin cubrir dicho puesto hasta hoy.

Fuentes policiales destacan que tanto los dos documentos sobre ETA que se filtraron a la prensa como la operación contra la célula islamista representan únicamente la punta apenas vislumbrada de un iceberg de incidentes que tienen un escenario casi diario en el Centro Nacional de Coordinación Antiterrorista (CNCA).

Los responsables policiales de este organismo, creado esta pasada Legislatura precisamente para que Policía,Guardia Civil y CNI compartan su información y evitar interferencias, han hecho llegar en los últimos meses varias quejas al Ministerio del Interior sobre la actitud de los agentes secretos destinados allí. Según fuentes policiales cercanas al CNCA, “los cenizos aportan poco o nada y se limitan a apropiarse de los datos que introducen en la base informática sus colegas de la Policía y la Guardia Civil”.

“Zapatero encargó a Rubalcaba acabar con la descoordinación en la lucha antiterrorista y, por ello, el ministro es muy sensible a estas salidas del tiesto del CNI”, apunta un alto mando policial para justificar el fin de la paciencia del político cántabro. 

 El diario ‘El Mundo’ lo convirtió en noticia de portada, y el PP, en  munición contra el Gobierno. Un informe elaborado en noviembre de 2007 por la Brigada Operativa de Apoyo (BOA), un grupo policial que hace trabajos para el CNI, fue el origen del primer gran roce entre Alfredo Pérez Rubalcaba y Alberto Sáiz. En él se aseguraba que miembros del Partido Socialista de Euskadi (PSE) cercanos a su presidente, Jesús Eguiguren, habían mantenido “en un punto de la frontera de Alemania con Austria” una supuesta reunión con representantes de ETA en octubre, cinco meses después del fin de la tregua. Interior reconoció la existencia de la nota pero aseguró que había sido archivada de modo automático por inconsistente, como tantas otras de las elaboradas por dicha Brigada dependiente del CNI. El agente autor de la información, destinado en Bilbao, fue cesado fulminantemente.

El 19 de enero, una operación policial contra el islamismo en Barcelona acababa con catorce paquistaníes detenidos. La Guardia Civil había decidido actuar después de que el CNI alertara de que estaban a punto de cometer una cadena de atentados suicidas en transportes públicos. Desde su comparecencia pública aquel sábado, el ministro se mostró cauto sobre las verdaderos planes de la ‘célula’, sobre todo porque a los sospechosos –que estaban siendo controlados por la Policía sin que ésta hubiese detectado la inminencia del peligro esgrimida por el CNI para precipitar la operación– se les incautó una mínima cantidad de material para elaborar bombas. La falta de consistencia de las pruebas llevó a Rubalcaba a exigir que el confidente, que trabajaba para los servicios secretos franceses, declarase en la Audiencia Nacional a pesar de que ello suponía su fin como infiltrado.

Un nuevo documento del CNI saltaba a la portada de ‘El Mundo’ el pasado 25 de marzo y, con él, volvían los roces entre los responsables del servicio de información dependiente del Ministerio de Defensa y los máximos responsables de Interior. El informe aseguraba que ETA no volvería a ofrecer una tregua al menos hasta dentro de 18 meses. El mismo día de la publicación de la información, Rubalcaba aprovechaba la rueda de  prensa en la que daba cuenta del descenso de muertos en la carretera durante la Semana Santa para asegurar con desdén que “no he visto ningún papel de los que hay encima de mi mesa que se parezca a los que he visto publicados”. Y añadía: “A mi el CNI no me ha pasado esa información”. Fuentes del Interior reconocen que los comentarios del ministro en privado hacia el CNI fueron “mucho más duros”.   

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